Cap. 12: Doctor Redfield

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Me desperté de golpe cuando el despertador sonó. Había tirado las sábanas hacía el extremo de la cama sin querer, tanto que llegué a destapar a Elena.

—¿Mmh?

—Perdón —le susurro y me agacho a dejarle un beso en la frente apurado, para luego volver a acomodar las sábanas y bajarme de la cama.

Me fijo en el reloj, son las 5 am y estoy que se me caen los párpados hasta el piso. Me decido, después de quedarme unos 20 segundos mirando la nada, en ir al baño y lavarme la cara con tal de despertarme.

Apoyo mis manos en el mueble y me agacho para verme en el espejo. Las ojeras siguen ahí aunque hiciese todo por hacerlas desaparecer. Y aún tengo la barba mal. Soy un desastre. Solo Claire puede reconocerme de esta manera, y se que le cuesta.

En la siguiente hora me lavé los dientes, me di una ducha y me preparé para hoy. Casi siempre nos cambiabamos en los vestuarios de la base y ya nos equipabamos, asi que solo me puse la camisa verde que siempre llevo cuando trabajo y un pantalón cualquiera. Agarro mi celular, las llaves del coche y la tarjeta, todo lo guardo en mi bolsillo a las apuradas. Quería tener todo listo. Quería tener todo tan controlado que no me di cuenta de que ya eran las 5.20 am y que tenía que estar allá en veinte minutos.

Casi pego un salto cuando me doy vuelta y me choco contra la lámpara que estaba en la sala. La acomodo lo más rápido que puedo y corro a mi cuarto; Elena sigue durmiendo. Y seguirá así hasta que Claire venga en unos minutos, para cuando yo no esté. Me acerco a ella y no evito sonreír. No quería acercarme demasiado para no despertarla, así que solo la miré parado desde el marco de la puerta.

—Cuídate mucho princesa —le digo en un susurro y cierro la puerta con delicadeza.

Agarro las llaves del departamento, me fijo que todo este en su lugar y doy un respiro. Hoy es el día. Hoy es... hoy es una mierda de día.

(...)

Jane:

—Esto... no... se... ajusta —me digo a mi misma intentando ajustar aun más el chaleco, pero no puedo—. Ugh, estúpida cosa —pateo el suelo y me rindo. En estos tres días nunca me dejé llevar tanto por lo que sentía. Pero ya no aguanto más—. Dios. Quiero dormir —me paso las manos por la cara.

—¿Te doy una mano? —levanto la cabeza hacia Simón. Iba a decirle que si hasta que noto en su mueca que estaba a punto de reirse.

—No, gracias —lo aparto frustrada empujándolo desde el hombro.

Estábamos detrás de la base. En la zona de despegue. Todos reunidos en una clase de círculo disparejo, la razón: nosotros tres otra vez nos habíamos dispersado un poco más de los demás. No es que no quiera entrelazar alguna clase de relación de amistad con los demás, solo que no quiero ser invasiva. No quiero meterme, y menos quiero qje piensen que por ser la teniente tengo alguna clase de superioridad, o al menos favoritismo por parte de Chris.

Cuando me levanté por la mañana tenía la energía a tope. Me sentía como una fuente de electricidad cargada al punto de que si tocaba un cable haría volar toda una ciudad.

Nicolás por su parte lucía más nervioso que emocionado, es más, pensé que se saldría del programa cuando salí de mi habitación cambiada y el seguía vestido con la ropa con la que había dormido la noche anterior. Y debo decir que es un lindo gesto de parte de la base que me den mi ropa a elegir. Yo siempre solía vestir con una remera cualquiera, a preferencia negra, y unos pantalones a tono. Pero hoy me tiré por una camisa con cuello en V y las mangas remangadas hasta los codos color gris. Claramente debajo llevaba una musculosa blanca sencilla, y en las piernas un pantalón militar camuflado.

CONFÍA EN MÍ, CAPITÁN | Chris Redfield Donde viven las historias. Descúbrelo ahora