- ̗̀➽◦̥̥̥10; Contemplación.

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—Hermana, sabes que te aprecio más que a nada en el mundo, ¿verdad? —inquirió Hanabi, acercándose a la mencionada mientras llevaba consigo dos vasos con limonada. Le dedicó una mirada sutilmente preocupada mientras le acercaba la bebida.

—Claro que sí, y sabes que el sentimiento es mutuo —le recordó la Hyūga mayor, sonriéndole tímidamente como comúnmente hacía. Aceptó amablemente el vaso y lo dirigió lentamente hacia sus labios.

La castaña suspiró con pesadez, como si estuviera pensándose demasiado las palabras que se negaban a salir de su laringe. Sentía un punzante dolor en su corazón con tan sólo imaginarse aquel desastroso escenario, realmente no quería ser ella quien se lo dijera, pero debía hacerlo. O de lo contrario, nadie lo haría.

—¿Sucede algo en particular, hermana? —preguntó con inocencia Hinata, ladeando la cabeza ligeramente hacia la izquierda. Sus orbes lilas permanecían fijos en las expresiones faciales de su consanguínea, quien parecía continuar absorta en su dilema moral. 

La menor abrió los ojos con frustración, sin saber cómo encarar el tema correctamente. Aún no era del todo adulta, después de todo, y tampoco tenía experiencia en la situación que estaba a punto de plantear. Sin embargo, no podía soportar la idea de ver perecer pausadamente la juventud de su familiar, y bajo esa premisa, decidió externar sus certeros delirios.

La castaña miró hacia la sala, en donde el patriarca y su nieto conversaban animosamente mientras disfrutaban de un juego de mesa. «Nada mejor que ver al abuelo molesto por haber perdido en Monopoly» pensó absurdamente mientras observaba la cómica escena situada a unos cuantos metros de ellas. Una leve sonrisa emergió entre su tensión, y aquel genuino gesto invitó a la mayor a centrar su atención en el mismo punto.

—Parece que se la están pasando bien —comentó Hinata con una amplia sonrisa dibujada en su rostro, riendo sutilmente mientras escuchaba las protestas de su hijo al ser tomado entre los brazos del abuelo y molestado por la constancia con la que el anciano le revolvía el cabello.

—Hermana, ¿alguna vez has pensado en la probabilidad de que tu esposo te sea infiel? —finalmente, las palabras consiguieron elevarse hasta ser conocidas.

La Hyūga mayor abrió los ojos con asombro, al mismo tiempo en el que dejaba su limonada sobre la mesa. Sus estáticos ojos permanecieron inmóviles sobre el rostro de la castaña, casi como si esperara que espontáneamente Hanabi la tranquilizara aclarándole que era una broma.

Pero su dubitativo arrugue facial era suficiente para hacerle entender que aquello ameritaba una mayor seriedad de la que inicialmente estaba dispuesta a otorgarle. Sus labios se separaron, y antes de que una traicionera lágrima pudiera rodar por su mejilla, habló:

—Soy feliz con él, no tienes nada de qué preocuparte, Hanabi —sonrió con un increíble carisma que la obligaba a no indagar más. Aún así, ella no estaba dispuesta a rendirse.

—¿Y Naruto es feliz contigo? ¿Alguna vez te has preguntado eso? —la confrontó, sintiéndose terriblemente mal por ser ella quien tuviera que cargar con el peso de cuestionarla. No pudo evitar atravesar por el mismo dolor punzante en cuanto notó como el semblante de su hermana se desfiguraba, transformándose en una extraña mezcla de emociones en donde el pánico y la tristeza predominaban. 

Si no la había orillado anteriormente a surcar entre la densa marea que era su mente, era por una simple y sencilla razón: ella era demasiado joven cuando la dulce Hinata contrajo matrimonio con el rebelde Uzumaki. Aún no comprendía del todo las relaciones amorosas de los adultos, puesto que ella era una adolescente todavía. Sin embargo, con el pasar del tiempo fue madurando, y finalmente se percató de conductas verdaderamente extrañas en aquel pútrido matrimonio.

Locamente enamorado || NarusasuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora