- ̗̀➽◦̥̥̥07; Modulación.

296 51 5
                                    

Había pasado alrededor de media hora. Ellos continuaban conversando tranquilamente, de situaciones demasiado triviales e insignificantes, pero con una gran confianza que parecía haber sido construida hace años. La manera en la que todo fluía era demasiado natural, tanto que por un instante Naruto pensó en la posibilidad de haber encontrado la dichosa alma gemela con la cual fantaseaba hallar durante la secundaria. 

—Este... Uchiha —Naruto le llamó tímidamente por su apellido. Desvió la mirada por unos segundos, nuevamente, rascándose la nuca. Estaba a punto de abordar el tema que tanto ansiaba dialogar.

—Llámame por mi nombre —le indicó el pelinegro, clavando aquellos penetrantes y oscuros orbes en el avergonzado rostro de su acompañante—. No hay necesidad de ser formales. Después de todo, ya hemos perdido todo el pudor, ¿no es así? 

—C-Cierto... —respondió el rubio aún más sonrojado. La lasciva actitud del Uchiha le resultaba algo amenazante, aunque al mismo tiempo magnética y encantadora. De por sí, el Uzumaki tenía una extraña fijación hacia las personas con un carácter frío y autoritario, quienes eran todo lo opuesto a él.

—¿Y bien? ¿Ya piensas disculparte por tu precipitado actuar? —inquirió con sorna el pelinegro. Por algún extraño motivo, le resultaba irresistiblemente encantador fastidiar al rubio. Casualmente, siempre lograba hallar las palabras correctas para hacerlo.

—E-Era... Era justamente eso por lo cual...—se rascaba la nuca mecánicamente, con notorio nerviosismo—. Bueno, verás... En la mayor parte de las situaciones yo...—lo miró a los ojos, arrepintiéndose de inmediato en cuanto se encontró con la calcinante mirada del pelinegro—. ¡Oh, vamos! ¡No me mires así, dattebayo! —se cubrió el rostro con vergüenza, siendo preso de un repentino ataque de pena.

El Uchiha soltó una leve pero sonora risa burlona, haciendo que el Uzumaki se destapara el rostro y entrara en mayor confianza. Realmente no se conocían, pero ambos podían sacar inferencias sobre el otro por los comportamientos que ambos mostraban al interactuar entre ellos y su entorno. Y según el parecer de Naruto, Sasuke era el tipo de persona que difícilmente reiría públicamente, o tan siquiera mostraría alguna emoción más allá de la indiferencia.

—¡Ah, me estás fastidiando! —reclamó el rubio, claramente molesto, pero al mismo tiempo divertido—. Aún así, reconozco que mi actuar no fue el más óptimo y ciertamente caí en un innegable error, asimismo, fue descarado en demasía y pude habernos ocasionado problemas peores. Así que —colocó su mano derecha en su pecho, justo en el corazón—, por favor, acepta mis disculpas —pidió sinceramente con una mirada suplicante enmarcada en su rostro. Miraba fijamente a su acompañante, en busca de sus reacciones corporales.

El pelinegro sonrió de lado, moviendo la cabeza a modo de negación mientras reía por lo bajo.

—Eres tan torpe y descuidado —declaró el de orbes negros, provocando que el rubio hiciera una graciosa mueca de disgusto—. Por supuesto que te perdono. Pero ese no es el motivo de mi visita.

—¿No? —cuestionó el de ojos azulados mientras arqueaba una ceja con confusión—. Entonces, ¿cuál es?

—Aquí está su orden —habló Ayame, dejando sobre la mesa ambas órdenes. Sólo faltaba una tercera; la de Naruto—. En seguida traigo la suya —hizo una breve reverencia y se retiró sin más.

El azabache se levantó de la mesa sin previo aviso, por lo que Naruto decidió preguntar:

—¿A dónde vas? —preguntó el rubio, un poco desconcertado.

—A traer a tu mocoso, seguramente si le hablas tú te ignorará —teorizó Sasuke, dirigiéndose a la zona de juegos.

—¡No, ya te dije que la última versión es la mejor! —declaró Boruto, cruzándose de brazos con necedad. 

Locamente enamorado || NarusasuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora