- ̗̀➽◦̥̥̥09; Declaración.

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Capítulo dedicado a Génesis. Gracias por dejar tu review en cada capítulo que subo, ¡un abrazo! 

El furioso golpeteo de los dedos de las secretarias al impactar contra los duros teclados de las computadoras portátiles, sumado con el sutil cuchicheo de los demás trabajadores, producían en el ambiente una desconocida sensación de tranquilidad y comodidad. Mezclado con la temperatura ligeramente fría que emitían los aires acondicionados programados a diecinueve grados, era casi imposible no perderse en un estado de relajación absoluta. Sus ojos se sentían aturdidos, quizás debido al poco reposo que obtuvo la noche anterior, y dadas las condiciones en las que se hallaba, su deseo de encontrarse con el amor de su vida había cambiado a poder dormir un poco sobre alguno de los sillones que parecían sonsacarlo.

La empresa era meramente magnífica. Sus colosales instalaciones rebozaban con la apariencia más lujosa que pudiese imaginar, algo que, sus humildes ojos no estaban acostumbrados a presenciar. La construcción gozaba de treinta pisos, cada uno con su respectivo personal laborando en él. Por dentro era igual de sorprendente; inmensos pisos lisos encerados que destallaban impecables, plantas sintéticas que adornaban el moderno espacio de una manera encantadora, con pinturas visualmente cautivadoras que cumplían el mismo propósito. Los muebles hacían juego con la estética principal; alterando levemente entre colores opacos que se distinguían por la concentración del color. Pero lo que más lo maravillaba era la sublime vista que desde el piso nueve se podía admirar; los grandes ventanales proporcionaban una amplia visión de la pequeña ciudad. 

Sacó su celular, confirmando que se encontraba en el lugar correcto. Dicha acción ya la había realizado con anterioridad, cuando llegó al sitio y juró haber sentido su mandíbula caer al suelo en cuanto admiró la opulenta edificación. Había intercambiado mensajes de texto con su fiel amigo Shikamaru previamente, y el pelinegro le brindó perezosas indicaciones sobre cómo llegar, y para asegurarse de ser preciso, adjuntó su ubicación por Google Maps. Así que ahora miraba fijamente la pantalla de su teléfono celular, mientras se interrogaba mentalmente la razón por la cual Sasuke le indicó que preguntara por él, en lugar de mandarle un simple mensaje de texto para avisarle de su llegada.

Caminó frenéticamente hasta quedar enfrente de una de las secretarias, una de esas mujeres de mirada inamovible y expresión severa. Ella, a diferencia de las demás, lucía laxa y sociable. Aún así, pese a su amabilidad, la fémina se mostró confusa en cuanto el rubio solicitó la presencia del Uchiha, la razón por la cual él se encontraba ahí. Sudó frío en cuanto la penetrante mirada carmesí de la contraria escudriñó sus intenciones, observándolo con detenimiento de pies a cabeza, y sólo se permitió desalojar la bocanada de aire que llevaba reteniendo en cuanto la pelinegra dejó su asiento, no sin antes pronunciar un escueto "iré a buscarlo, por favor espere aquí".

A los pocos segundos, el pelinegro apareció en su perímetro visible, y con pasos apresurados caminaba hacia él, acompañado por la misma mujer que lo recibió previamente. Ninguno de los oficinistas miró de reojo la escena, y a ninguno pareció importarle que el gerente de oficina se marchara temprano esa noche. Todos estaban demasiado centrados en su trabajo como para prestarle atención a la irrelevante vida privada de los demás. Eso, o más bien, todos conocían la cloaca de infidelidades que albergaba tal sitio, por lo cual, no les sorprendía la cantidad de personas que se aventuraban descaradamente a buscar a sus amantes. 

Y tras un breve intercambio de palabras con su secretaria, el Uchiha se dirigió a la salida, no sin antes indicarle al Uzumaki que lo siguiera, tan secamente como normalmente era. Ambos abandonaron el suntuoso edificio, aún sin decirse algo más allá de un sencillo saludo formal.

—¿Viniste en coche? —preguntó el Uchiha, rompiendo el incómodo silencio que se había formado. Localizó su vehículo entre los costos modelos de sus compañeros y se dirigió a éste.

—No... Hinata y mi hijo fueron a quedarse en casa de los suegros, así que ellos se lo llevaron —respondió el Uzumaki, siguiendo al pelinegro.

Sasuke lo miró con cierta confusión, pero inmediatamente acalló sus dudas. Abrió las puertas delanteras de su automóvil y le indicó al rubio que entrara, acto que al poco tiempo ambos efectuaron. Una vez listos, el pelinegro comenzó a manejar hacia el desconocido lugar al que planeaba llevarlo. Una canción ochentera de jazz se reproducía a un volumen muy bajo, pero ameno.

—¿Así te refieres hacia ella todo el tiempo? —inquirió el Uchiha, volviendo a hablar tras un sepulcral silencio. Miró de reojo a su acompañante, quien no parecía haber comprendido la pregunta formulada—. Hablo de Hinata. Es tu esposa, ¿no? —al notar el asentimiento del rubio, prosiguió—. ¿La llamas por su nombre todo el tiempo, en lugar de nombrarla por algún apelativo cariñoso? 

—Sí, bueno... Es que siempre ha sido así —contestó el rubio, desviando la mirada hacia la ventana. Había cierta aflicción en su tono de voz—. Ella se desvive por mí, pero a mí me es tan...

—Indiferente —completó Sasuke, comprendiendo a la perfección las palabras del contrario. Conocía de sobra ese amargo vacío, y el crudo precio a pagar con tal de mantener su imagen. Porque nadie podía enterarse de su verdadera naturaleza, dado que, desde el día en el que fue asimilada, se echó la soga al cuello.

—Sí, es exactamente la palabra que estaba buscando —coincidió Naruto, mostrándose más animado—. Sabes... Yo no quería elegir ese camino. No quería ser un cobarde que se escondiera del mundo y huyera de su propia identidad, no me agradaba la idea de vivir a expensas de una fraudulenta apariencia, y mucho menos la idea de abusar del cariño y dedicación de alguien más —comentó, sincerándose sin saber realmente el porqué. Miraba la nostálgica ciudad que se teñía de colores oscuros mientras el manso manto de la noche consumía todo a su paso. Ese sentimiento tan cálido de seguridad, la validación de las palabras que comunicaba, el suave olor a cerezas que deleitaban sus fosas nasales y la preciosa vista hacían de aquel un momento inolvidable. No sabía a ciencia cierta la razón, pero cada vez que sus determinados orbes azules se encontraban con los serenos y oscuros ojos de Sasuke, podía hallar algo de consuelo ante sus malas elecciones. Quizás todo su tormentoso pasado finalmente sería recompensado.

—Y si bien es cierto que somos los únicos que consensuan las acciones que nos llevan al destino, también es verdad nuestra innegable presión social... Tú y yo no somos tan diferentes después de todo —comunicó el Uchiha, mostrándole por unos breves instantes una mirada comprensiva—. Entiendo... Lo que es sentirse solo, completamente solo... Y en un momento de vulnerabilidad, tomar una decisión que cambiaría drásticamente el rumbo de tu vida.

—Por Dios, sí. Conoces de lo que estoy hablando —reconoció el rubio, volteándose para mirar al contrario—. Pero... ¿Sabes algo, Sasuke? —dirigió su vista hacia enfrente, sonriendo apenas perceptible—. Desde que estás en mi vida... No siento miedo, ni ese abismal vacío —susurró a un volumen poco audible, arrepintiéndose inmediatamente de haber soltado semejante declaración tan prontamente. 

Rogó internamente porque el pelinegro no lo haya escuchado, y sus nervios se apaciguaron en cuanto no obtuvo respuesta por parte de éste, asumiendo que tal exposición pasó desapercibida.

Pero, para su mala fortuna, el azabache sí que lo había escuchado. A decir verdad, no había nada que temer; el sentimiento era mutuo.

Sin embargo, aún era muy pronto para decirlo.

Locamente enamorado || NarusasuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora