- ̗̀➽◦̥̥̥25; Proposición.

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El viento soplaba con fuerza, despeinándolos un poco durante el trayecto. El ocaso se cernía sobre el cielo, iluminándolos con colores cálidos que a medida de que pasaba el tiempo se oscurecían.

Naruto sonrió ligeramente mientras contemplaba el atardecer. Sostenía la mano de su hijo, con gran firmeza y entusiasmo, quien también compartía su emoción ante tan drástico cambio. Boruto siempre había sido un libro fácil de leer; sus gesticulaciones hablaban mucho antes de que su lengua se moviera. Por más que quisiera, no podría mentir sobre su verdadero estado anímico.

Lo mismo era para él. Aquella sonrisa no engañaba a nadie; su mirada tenía algo de vacío en ella. ¿La causa? La sabían todos de sobra: Sasuke Uchiha. No es que hubiera hecho algo malo. En realidad, no hizo nada, y eso fue peor que cualquier metida de pata. 

La indiferencia del pelinegro se prolongó durante varios días. Una vez que Naruto fue dado de alta del hospital y consiguió resolver sus asuntos legales (como tramitar el divorcio y pedir la custodia de su hijo con la ayuda de Temari), el Uchiha se mantuvo en completo silencio. Intercambiaban mensajes de vez en cuando, pero sólo charlaban sobre trivialidades. La propuesta que Naruto le planteó jamás fue respondida, así que el rubio lo entendió como una forma sutil de rechazarla. Claramente no insistió en ello.

—Come tus vegetales y deja de ser tan maleducado, pequeño rufián —Karin regañaba a Boruto mientras tiraba de su oreja de forma juguetona—. ¡En donde me entere que le causas problemas a tu padre te irás a vivir conmigo, ¿oíste?! 

El aludido asintió con la cabeza, evidentemente disgustado ante la idea. Detestaba lo estricta y escalofriante que era su tía, por lo que no solía objetar cuando ésta le ordenaba que hiciera algo. Gracias a la reacción del más joven, los primos Uzumaki se echaron a reír.

—Sé que no quieres volver a esta horrorosa ciudad, pero si algún día lo haces... Recuerda que en mi mesa siempre habrá un plato para ti —mencionó la pelirroja, tomándolo de los hombros mientras unas cuantas lágrimas rodaban por sus mejillas—. Cuídate, Naruto.

Los Uzumaki compartieron un efusivo abrazo. Si bien era cierto que hacía un tiempo ya no vivían bajo el mismo techo, cuando menos podían visitarse de vez en cuando o encontrarse por mera casualidad en cualquier sitio. Extrañaría tenerlo cerca. Después de todo, él era la única familia biológica que le quedaba.

Una vez que la pelirroja secó sus lágrimas, Shikamaru y Temari se aproximaron a él, así como Shikadai lo hizo con Boruto.

—Que tengan un buen viaje —les deseó la rubia mientras le extendía una pequeña caja que parecía contener diversos panes—. Para el camino —sonrió con sinceridad. Sin duda alguna, quien más agradecía el gesto era Boruto.

—Hermano... —pese a no ser alguien muy expresivo, el semblante del pelinegro amenazaba con quebrarse en cualquier momento. Sin previo aviso, Shikamaru haló del antebrazo al rubio y lo envolvió en un fuerte abrazo. A nadie le sorprendió que estuviera llorando.

—Entonces... ¿Te volveremos a ver algún día? —cuestionó Shikadai, con ambas manos metidas en sus bolsillos.

—Idiota, la mitad de tu familia vive en Suna —respondió Boruto.

—Lo sé, pero aún así no viajamos frecuentemente para allá. Además, lo decía por Inojin... —suspiró con cansancio—. Ah, cierto... —el pelinegro rebuscó algo en su bolsillo, hasta que finalmente logró encontrarlo y se lo entregó al rubio—. Es un regalo de parte de Inojin y mío. Él quería estar aquí, pero ya sabes...

El rubio sostuvo el obsequio. No era más que un simple pedazo de papel doblado despreocupadamente en cuatro partes casi iguales. Lo examinó rápidamente, percatándose de que éste contenía un dibujo que claramente fue elaborado por el Yamanaka. Al girarlo, reparó en un escrito que delataba la caligrafía del Nara. Un grandioso trabajo en equipo, en su opinión.

Locamente enamorado || NarusasuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora