- ̗̀➽◦̥̥̥15; Aberración

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—¡Oh, esa se ve estupenda! —exclamó Boruto mientras pegaba su terso rostro al frío vidrio del mostrador—. ¡Esa, esa es la que quiero! —repitió insistentemente. Sus ojos brillaban como los de un cachorro esperando su plato de comida.

El cumpleaños de su encontraba a la vuelta de la esquina. Con escaso tiempo pisándole los talones y con escasas ideas rondando por su mente, acordó junto con su esposa que lo mejor sería consultar directamente con el infante lo que su corazón deseaba obtener como obsequio. El rubio menor no escatimó en minucias; fue conciso y preciso, declaró sus enormes ansías por conseguir una mejor consola. Ninguno de sus padres renegó ante la petición, por lo que tan pronto como dicho hecho fue comunicado, planificaron un día para llevarlo de compras.

En algún punto, Hinata se separó de la salida familiar. No por su propia voluntad, claramente. Su hermana menor los había acompañado, excusándose con la premisa de querer cooperar para el nuevo juguete de su preciado sobrino. Era mentira, como supuso la mayor. Su estadía tenía dos propósitos: el primero, analizar el comportamiento de su cuñado. Y el segundo, sonsacar a su hermana para poder dialogar a solas. Pretendía convencerla de reconsiderar su actuar, y planeaba hacerlo como diese lugar.

—Está bien, entonces esa será —concordó Naruto, dándole leves palmadas en la cabeza a su primogénito. 

Tras pagar la exorbitante cantidad que el aparato demandaba, inmediatamente lo resguardaron en el coche, ya dispuestos a irse.

—¿Dónde está mamá? —inquirió su hijo desde el asiento de atrás, con el cinturón de seguridad ya colocado—. No la veo por ningún lado —comentó tras observar como diversas personas pasaban a sus alrededores, pero ninguna era su progenitora.

—Debe estar con tu tía. Supongo que habrán ido a alguna cafetería para charlar. Ya sabes, cosas de chicas —mencionó su padre, restándole relevancia a la situación pero comprendiendo la consternación del menor—. Espera, le llamaré.

Un timbrazo, luego dos, finalmente tres. No atendió, por lo que la contestadora se limitó a reproducir el habitual monólogo. Intentó por segunda vez, pero no hubo una tercera.

Suspiró con pesadez, sin saber exactamente qué hacer. Salió del vehículo, desconcertando a Boruto.

—Oye, ¿a dónde vas? —cuestionó el pequeño pero al poco tiempo sus interrogantes fueron acalladas, ya que el Uzumaki mayor abrió la puerta para encararlo.

—Demos una vuelta mientras esperamos a tu madre. No contesta las llamas y freírnos en el coche tampoco es una buena opción —sugirió sonriente, a lo que su malhumorado engrendo aceptó a regañadientes.

Caminaron por los alrededores, bobeando en cualquier tienda comercial que se les cruzaba. Naruto accedió a comprarle algunas golosinas que posteriormente compartieron entre ambos. Pese a caminar sin dirección alguna, el tiempo juntos era grato. Incluso en algún momento su padre depositó una moneda en una máquina de videojuegos, por lo que una partida de King of Fighters empezó a reproducirse. No hace falta mencionar que el ganador fue el cumpleañero.

Era fin de semana, por lo que los sitios públicos permanecían repletos de un sinfín de gentío. No era de extrañarse que, ocasionalmente, se topara con rostros conocidos que lo saludaban amablemente. Tampoco era peculiar que tales coincidencias sucedieran. Después de todo, no era una ciudad muy espaciosa y pese a tener la suficiente población como para ser considerada superior a una villa, la mayoría de habitantes se reconocían entre sí. O cuando menos, tenían a algún pariente que seguramente sí entraba dentro de la categoría.

No obstante, la noción de aquel hecho no impidió que se quedara petrificado en cuanto sus ojos conectaron con los del inesperado azabache.

—¡Sasuke! —vociferó Boruto, sonriéndole ampliamente mientras se acercaba a él para saludarlo.

Locamente enamorado || NarusasuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora