- ̗̀➽◦̥̥̥03; Contención.

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El sudor recorría sus cálidos cuerpos, los cuales se movían con una sutil naturalidad. 

El pelinegro separó sus piernas sin pudor alguno, dejando visible toda aquella encantadora zona que invitaba al Uzumaki a poner en práctica sus obscenos pensamientos. Calificar su trabajo oral como placentero era escaso; su nivel rozaba lo excelso. Deslizaba suavemente su lengua por todo el grueso falo de su acompañante, mientras éste jadeaba libremente, enredando sus finos dedos entre los ásperos cabellos rubios de su amante. Se había venido al menos unas dos veces, pero no era suficiente, aún no estaba satisfecho. Deseaba más, y para su fortuna, el hombre de ojos azules estaba dispuesto a entregárselo todo.

En cuestión de segundos, tras un breve intercambio de miradas hambrientas, el rubio introdujo su endurecido miembro con lentitud, gozando cada una de las reacciones de su querido conocido, quien se mordía el labio aguardando impacientemente a que la adentrara completa.

Para su sorpresa, era él quien debía tomar el control en esa ocasión. Así que, empezó a moverse en cuanto el Uchiha lo miró desaprobatoriamente, como si le ordenara con la mirada que hiciera algo. Sus embestidas eran lentas y pausadas al principio, pero conforme se fue acostumbrando, su velocidad incrementó hasta tal punto que el sonido que sus cuerpos emitían chocando era prácticamente imposible de ignorar. El pelinegro gemía desenfrenadamente su nombre mientras arqueaba ligeramente su espalda y aruñaba su espalda sin vergüenza, actos que únicamente aumentaban la excitación del rubio. 

Tocar aquella tersa y blanca piel se sentía como el mismísimo cielo. Una calidad y emoción que jamás hallaría en los cuerpos de las mujeres, ese sentimiento exclusivo que los hombres despertaban en él. Pero ése no era cualquier hombre, y aquello no era una simple atracción sexual; ese era su hombre, el hombre que al parecer lo había cautivado, el sujeto misterioso del cual sentía la inexplicable curiosidad por conocer más.

—¡Naruto! —gemía sensualmente mientras ambos parecían a punto de llegar al límite—. ¡Naruto!

Lo llamaba desesperadamente mientras se aferraba a su espalda. Podía sentir su necesidad casi tan fuerte como la suya.

—¡Naruto, apresúrate o se te hará tarde para el trabajo! —suplicó débilmente el pelinegro—. ¡Naruto, despierta ya!

Y tras una leve sacudida, el rubio abrió los ojos lentamente, encontrándose con el preocupado rostro de su esposa.

—¡Gwaah! —gritó el Uzumaki, incorporándose rápidamente. Echó un fugaz vistazo a su reloj despertador, el cual indicaba que eran las 6:30am—. ¡Demonios, Hinata! ¡¿Por qué no me despertaste antes?! —preguntó afligido mientras buscaba velozmente entre la habitación sus prendas y el material que debía llevar consigo a la escuela, a la cual supuestamente debía llegar antes de las 7:00am y el recorrido le llevaba veinte minutos aproximadamente—. Dime, ¿al menos Boruto se fue ya a la escuela? —la miró de reojo mientras se cambiaba de ropa, a lo que su esposa optó por desviar la mirada cabizbaja mientras un notable sonrojo teñía sus mejillas. Dios, llevaban más de diez años casados y ella aún se avergonzaba de esa manera tan juvenil por una simple acción inocente.

—Sí, él... Él usó el autobús escolar, probablemente ya esté allá —contestó tímidamente, devolviendo su mirada en cuanto se cercioró de que su esposo ya estuviese vestido—. El desayuno ya está listo, lamento no haber venido antes, es sólo que me ocupé con Boruto... Se le olvidó contestar unas cuantas preguntas de matemáticas, le estaba ayudando a resolverlas.

—¿Justo ahora? Ese mocoso debería hacer su tarea en la tarde, no en la mañana antes de irse a clases —Naruto frunció el ceño con desaprobación.

—No es muy diferente a ti, después de todo —sonrió gentilmente la Hyūga, acercándose a su esposo para poder acomodarle la corbata, y luego jaló de ésta para acercar el oído de su esposo—. N-Naruto-kun...—tartamudeó como solía hacer durante su juventud—. Tienes una... E-Erección.

El Uzumaki bajó su mirada inmediatamente, hallando el perceptible bulto en su pantalón. Se había despertado con tanta prisa que ni siquiera percibió que su miembro reclamaba atención gracias al erótico sueño. 

—Hacía tanto tiempo que no sucedía —habló sutilmente su mujer, tratando de disimular su aparente pena—. Quizás es nuestra oportunidad para tener otro bebé.

—Sí, quizás luego. Debo irme o me demoraré más, tengo asuntos importantes este día —contestó Naruto, deshaciéndose de cualquier protesta por parte de su esposa.

Salió de su casa, no sin antes tomar sus pertenencias y robarse un pan tostado embarrado con mantequilla. Condujo hasta llegar al instituto, y una vez ahí, luego de pedir disculpas por su evidente retraso, ingresó a su salón de clases en donde su alumnado esperaba por él. 

La semana había transcurrido como normalmente hacía. Para su fortuna, no fue sorprendido nuevamente con alguna repentina confesión o, lo que más temía, recibir un comportamiento inadecuado por parte de su alumna preferida. En realidad, la niña se mantuvo más rígida que de costumbre, y si bien es cierto que dicha joven siempre fue bien portada, anteriormente podía sentir como ella seguía con la mirada cada uno de sus movimientos mientras en su rostro se dibujaba una genuina sonrisa. Ahora podía sentir esa terrible incomodidad que se generaba cada vez que la pelinegra evitaba la mirada de su profesor, y como intentaba desesperadamente suprimir su lado participativo en cuanto él gestionaba preguntas referentes a los temas que previamente explicaba.

En alguna ocasión escuchó como Akimichi le cuchicheaba curiosamente al respecto, a lo que la Uchiha respondió secamente con un irrefutable y tajante "no quiero hablar de eso" mientras se acomodaba los anteojos y su severa expresión denotaba un ligero toque de tristeza. La morena asintió comprensiva mientras pasaba su mano alrededor de su amiga y le daba unas amigables palmaditas en la espalda. Ciertamente se hallaba decaída, y aquel hecho estaba lejos de escabullirse cautelosamente entre el bullicio de sus compañeros. Sarada era deslumbrante; sobresalía con gracia entre el resto de individuos y poseía una inteligencia superior. Pero, aquella entusiasta y lista niña se encontraba apagada, y al igual que sus notas, su estado anímico parecía únicamente empeorar. Al menos ahora tenía un motivo para conversar privadamente con su padre sin levantar sospechas; el mal desempeño académico de su hija debía enmendarse apresuradamente.

Eventualmente, tras sus habituales labores en ambos turnos, la ansiada reunión llegó. Los muchachos habían sido enviados a una especie de receso al terminar las clases, por lo que en los salones únicamente se encontraba el maestro tutor y los padres de familia. Finalmente volvería a coincidir con aquel atractivo hombre.

Los adultos fueron llegando, uno por uno, jamás en muchedumbre. Distinguió a algunos de los padres de algunos de sus alumnos por el evidente parentesco físico, y a otros cuantos porque eran conocidos de la universidad; por ejemplo, Shikamaru y Chōji. Y también estaba su ex novio de la secundaria, Gaara, quien se había declarado abiertamente homosexual y contrajo matrimonio con otro varón del cual Naruto nunca supo de quién se trataba. 

Tantos rostros conocidos... Pero ninguno era el que él anhelaba ver. Ni siquiera alguna de las mujeres lucía parecida a Sarada, ¿entonces, sería acaso que...?

—Lamento la tardanza —escuchó esa inexpresiva voz masculina e inmediatamente dirigió sus ojos hacia él.

Frío, reservado, elegante. Tan encantador como la noche en la que tuvo la fortuna de verlo por primera vez. 

—Adelante, tome asiento —indicó Naruto, observando disimuladamente las reacciones del pelinegro—. Apenas estoy por comenzar.

Sonrió ampliamente al notar la sorpresa en los ojos del contrario. Una grata sensación invadió su ser en cuanto fue consciente de aquel pequeño estímulo; lo recordaba, tan vívidamente como él lo hacía.

El primer paso estaba completado.


Locamente enamorado || NarusasuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora