- ̗̀➽◦̥̥̥17; Decantación

91 15 9
                                    

Inmóvil. Sentado, frente a la vacía mesa adornada únicamente con platos, cubiertos y una botella de vino. Inmerso en sus pensamientos, se perdía en la oscuridad del vino que yacía servido frente a él. Mentiría si dijese que no estaba ansioso, pues sentía los vellos de su nuca erizarse y sus manos sudar con insistencia. 

Veinte minutos. Habían pasado veinte minutos desde la hora acordada. No había rastro de su invitado por ninguna parte, por lo que las intenciones parecían ser bastante transparentes. Aun así, albergaba una moribunda esperanza que protegía a su confuso corazón. Por esa razón, le daría diez minutos más. Si en media hora no se presentaba, sabía que era el fin de su relación.

Antes de que su oscura imaginación lo llevase a divagar entre la penumbra, una enérgica voz lo llamó. No era a quien esperaba, pero igualmente era bienvenido. Al menos su presencia logró sosegar su aturdida mente.

—¡Sasuke! —lo llamó el primogénito, aproximándose a él con alegría pero inmediatamente sus ojos se desviaron a la llamativa bolsa que anunciaba a viva voz que se trataba de un regalo—. ¿Eso... Eso es para mí? —cuestionó incrédulo, pese a que en el empaque se encontraba escrito su nombre.

—Te dije que te debía un regalo, ¿no es así? Feliz cumpleaños atrasado —acarició su cabeza con sutileza mientras le entregaba el obsequio—. ¿Viniste con tu padre? ¿Dónde está él? 

—¡Boruto, qué haces hablando con extra...! 

Los sorprendidos ojos del azabache se abrieron con desmesura, quizá tanto como los de la mujer que se erguía delante suyo. No hacía falta que la hubiese visto antes para saber de quién se trataba. La ofuscación era tanta que ni siquiera tuvo tiempo para idear una explicación del por qué le había comprado un regalo a su hijo. Aun así, no sintió miedo, ni en lo más mínimo. 

—Mamá, no es un extraño. Él es Sasuke, el mejor amigo de papá —mencionó Boruto con tanta familiaridad que Hinata no pudo evitar que se le formase un nudo en el estómago.

¿En qué estaba pensando cuando ideó aquella tontera de plan? Se arrepentía profundamente. Se sentía humillada, expuesta, tan diminuta y vulnerable. Pero era demasiado tarde para retroceder. La habían estado engañando enfrente de sus narices, todos se habían enterado de su desgracia a excepción de ella... O mas bien, nunca lo quiso asimilar.

—¿Mejor amigo? Creí que ese era Shikamaru...—murmuró para sí, aunque lo suficiente alto para que ambos varones escucharan.

Se había quedado ahí, de pie. Estaba paralizada. Sin ser consciente de ello, una lágrima rodó por su mejilla, hecho que fue notificado por su retoño quien manifestó su preocupación.

—Así que ya se conocían. Mil disculpas, ¿dónde están mis modales? —forzó una sonrisa, poniendo toda su fuerza de voluntad para actuar con naturalidad—. Soy Hinata Uzumaki, la esposa de...

—Naruto, lo sé —interrumpió Sasuke, levantándose de su asiento para estrecharle la mano con formalidad—. No esperaba que nos conociéramos. 

Hinata quedó perpleja por la actitud del azabache. No pareció inmutarse ni en lo más mínimo. Por el contrario, manejó el imprevisto con suma cautela y despreocupación. ¿Cómo podía tener semejante control de sus emociones, si ella sentía que su mundo se caía a pedazos?

—¿Naruto vendrá? Porque tengo asuntos pendientes en el trabajo. Creí que vendría personalmente a...

—Boruto, espérame en la entrada —ordenó su madre, acallando al pelinegro.

—¿Qué? Pero si acabamos de llegar y...

—Te quedarás sin juegos un mes —advirtió mirándolo demandante, una cualidad que nunca sacaba a relucir—. Ahora.

El rubio se retiró sin cuestionar más. ¿Era una mala madre por pensar que restregarle en el rostro al amante el hecho de que destruiría una familia lograría alejarlos de ellos? Definitivamente sí, lo era. Y se sentía patética por no haber considerado el hecho de que Sasuke estuviese al tanto de la situación. Mucho menos que mantuviera una buena relación con SU hijo.

—Entonces... ¿El cobarde de tu esposo mandó a su delegada a resolver sus problemas? —bromeó el Uchiha, retomando su asiento al mismo tiempo en el que extendía la mano. Era una invitación a que se pusiera cómoda—. Podría pedir otra mesa, para que Boruto estuviese presente.

—No tengo nada que hablar contigo —dijo con repudio, frunciendo su ceño con descomunal odio. Una faceta nunca antes vista en ella.

—Ya veo... —tomó un sorbo de vino, posteriormente dirigió su mirada a ella—. Y entonces, señora Uzumaki... ¿Qué hace aquí?

Una estruendosa bofetada se plasmó en la pálida piel del hombre. La marca rojiza, tan notoria y dolorosa se tatuó por varios instantes en su rostro. Los demás presentes voltearon, curiosos ante la escandalosa escena que estaba a punto de armarse.

Para ese punto, la mujer era incapaz de controlarse más. Su llanto emergió, tan tortuoso y apesadumbrado como podía esperar de una cornuda.

—¡Aléjate de mi familia o haré que tu vida sea miserable! —gruñó con desdén y rabia, encaminándose lejos del sitio. No advirtió nada más; no era necesario y de todas formas la intimidación nunca fue su fuerte.

Poco después, los testigos regresaron a su cena, como si nada hubiese pasado. Cuchicheaban al respecto y murmuraban entre sí, pero a Sasuke le daba igual. Lo único que lo molestaba era la fuerte punzada que aclamaba el abatimiento de su corazón, así como lo inestable que el hormigueo en su piel se había vuelto. Cenó en silencio, sin compañía. Sólo él y su soledad.

Pensó en llamar al rubio, pero no le sorprendió darse cuenta de que había sido bloqueado. No tenía forma de contactar con él más allá de los asuntos académicos de su hija, pero no pensaba utilizar un recurso tan bajo como ese para acercarse a él. 

Nunca le gustó darse por vencido, pero también reconocía cuando era prudente marcharse del campo de batalla. Quizá no le quedaba mucha dignidad por ser el amante de un hombre casado, pero en algún momento llegó a fantasear con ser algo más que eso. Se había engañado a sí mismo con un suceso que jamás trascendería al plano terrenal.

Se retiró del restaurante. Una vez que estuvo fuera, unos dedos golpetearon su espalda, provocando que voltease.

—¿Te encuentras bien? —inquirió Ino, su antigua compañera de la universidad. Ella, al igual que Sakura, lo había perseguido durante al menos tres años en vagos intentos por conseguir su amor—. ¿Qué fue todo eso?

—No queremos parecer entrometidos, pero con un espectáculo como ese cualquiera se habría percatado de lo obvio —mencionó Sai, el esposo de Ino. Tan directo como siempre había sido.

—Yo.. —no sabía ni qué decir. Desconocía si era prudente continuar negando su amorío con el Uzumaki.

—Sasuke, nosotros...—la rubia miró a su pareja, como si buscara apoyo de éste para emitir su oración.

—Cualquiera que fuese observador habría notado lo que hay entre ustedes —declaró el Yamanaka, sin tapujos ni rodeos—. Pasaban mucho tiempo juntos, y si bien se empeñaban en ser discretos, era bastante lógico deducirlo ya que Naruto no es capaz de frecuentar a Shikamaru de esa forma.

—Sé que no pediste nuestra ayuda —intervino la mujer antes de que el Uchiha pudiese objetar, dado que conocía de sobra lo orgulloso que éste era—, pero de todo corazón quería que supieras que cuentas con nuestro respaldo... Y seguramente con el de Sakura —lo tomó del hombro sutilmente, dedicándole una débil sonrisa acompañada de una apacible mirada.

Si bien era cierto que no había terminado nada mal con su ex esposa, tampoco creía que dispondría de algo tan preciado como su comprensión. Creencia errónea, ya que con esa mujer compartió gran parte de su vida.

—Si nos necesitas sabes donde encontrarnos —se despidió el Yamanaka, dándole una leve palmada en el hombro a modo de confortación. 

La pareja prosiguió con su trayecto, perdiéndose en las desoladas calles alumbradas por los cálidos matices de las farolas. Él simplemente suspiró.

Con la cabeza hecha un caos y su juicio estropeado, hizo lo que consideró prudente: embriagarse hasta perder la razón.

Locamente enamorado || NarusasuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora