Capítulos 14: Una apuesta es una apuesta.

4 1 4
                                    

Sentí escalofríos recorrer mi cuerpo al escucharlo hablarme de esa forma. El olor de su colonia, en combinación con su voz grave y su mirada tan penetrante, me hicieron estremecer.

Inconcientemente y como si fuera un instinto de sobrevivencia, bajé la mirada, pero por puro orgullo y para no hacerle notar lo que provocaba en mí, levanté la cabeza y lo miré de nuevo a los ojos. Sentí mis mejillas arder, así que respiré profundo para controlarme un poco, aunque fue en vano, pues mis nervios me traicionaron y no logré siquiera pronunciar una palabra.

Edward sonrió con suficiencia y comenzó a caminar hacia la mesa de hockey y yo me quedé en el mismo lugar, sin moverme aún. Él notó eso y me miró divertido.

—¿Qué pasó, Emma? ¿Temes perder? —Preguntó en un tono burlón— Si quieres puedes darte por vencida e invitarme a comer ahora mismo.

Me repuse y lo miré, ahora con mayor seguridad— Eso quisieras, pero el que tendrá que comprar algo serás tú, no yo.

—Claro, niña. Ya lo veremos.

El juego comenzó y la competencia estaba muy reñida. Habíamos acordado que el ganador sería el primero en ganar diez puntos. Para nosotros, cada disco metido era un punto. Al primer minuto te haber comenzado, Edward ya había ganado un punto, pero seguido de eso metí uno yo.
Continuamos así hasta que llegamos a nueve puntos cada uno. En este momento, la tensión estaba por los cielos, nuestras miradas eran retadoras, como lo son las de los vaqueros antes de un duelo a muerte en las películas del Oeste.

El juego era rudo, todo se reducía a atacar y defender, atacar y defender. Nada más. Por un momento pareció que Edward iba a anotar un punto, pero mis reflejos fueron mejores que su tiro y logré desviar y lanzar el disco más fuerte. Luego de eso, todo pareció moverse en cámara lenta; Edward utilizó la fuerza de mi tiro para impulsar el suyo. Intenté defender mi portería, pero el disco pasó muy rápido y no lo logré, cuando menos me lo esperaba, el profesor ya había ganado.

Edward celebró de forma discreta y me miró con una sonrisa burlona dibujada en sus labios. Rodeó la mesa para acercarse a mí.

—Te toca invitarme a comer, Niña. — Se inclinó un poco hacia mí, pero, aunque eso me hizo sentir nerviosa, no bajé la mirada— Y, honestamente, tengo mucha hambre así que vamos ahora mismo.

— Pero ¿y los chicos?, tu heman...— Me interrumpió

— No creo que les moleste. Míralos —Me señaló a Frida y Joey, quienes estaban jugando juntos y a Katie en otro juego con Aixa— están muy felices cada uno en sus cosas, de todos modos, no tardaremos mucho y les avisaremos.

—Está bien. Solo vamos a decirles, ¿sí?. No quiero que se preocupen si no nos ven.

Caminamos hacia Katie y Aixa. Ellas se estaban llevando muy bien, estaban jugando algún juego de carreras, así que esperamos a que su juego terminara.

—Hey, chicas. ¿Les molesta si vamos a comer algo Edward y yo? Perdí una apuesta y ahora tengo que pagar —Miré a Katie de la forma en que lo hacemos cuando necesitamos que la otra nos salve de una situación.

—Claro que no, ¿Cierto, Aixa? —Esta hizo un ademán restándole importancia. ¡Pero qué rayos!— Pueden ir, yo le aviso a los chicos. Una apuesta es una apuesta y se tiene que pagar.

—Esta bien, volvemos en un rato —Dije entre dientes y giré para caminar a la salida. Ok, tal vez pareciera que estoy molesta, pero en realidad no... bueno, sólo un poco con Kat, pero es porque ella sabe lo nerviosa que me pone el profesor y aún así me dejó salir sola con él.

Salimos del lugar de juegos y comenzamos a caminar hacia el área de comida. Edward iba caminando detrás de mi, en completo silencio y yo pues, cómo siempre, no sabía muy bien que decir.

— Y bueno, ¿qué te gustaría que te invitará, Edward? —Digo rompiendo el silencio.

—Vaya, hasta que me llamas "Edward" sin titubear— Responde con un tono al que identifico como burla— Y también pensé que estabas enojada por tener que pagar la apuesta. La forma en que mirabas a Katie para que te salvara de la situación era, hasta cierto punto, perturbadora —¿Pero cómo se dio cuenta? ¡Dios, qué vergüenza!

—¿Qué? Claro que no.— comienzo a balbucear— No estaba mirando de una forma en especial a Kat, ¿Por qué lo haría? Y no estoy molesta, me encanta estar contigo. Bueno no solo contigo, sino con muchas personas. No es que me incomodes. Tú estás bien, de hecho, muy bien.—En este punto ya me está viendo con una sonrisa pícara y una ceja alzada en su rostro— No, espera, no era lo que quería decir... ¡¡Ashhh!! Ya olvídalo, sólo dime qué quieres comer. —me rendí haciendo un pequeño mohín. Siento que mi cara está roja como tomate.

Ya mejor trágame, tierra.

Ríe —Con un helado de yogurt me conformo. Por cierto, tú también eres una buena compañía y entiendo que te ponga nerviosa, ya me han dicho que estoy buenísimo—Informa en un tono arrogante mientras me guiña un ojo.

—Ja-ja, claro. Ya quisieras que me pusiera nerviosa por ti —Miento ocultando mis manos temblorosas y sudadas en mis bolsillos— ¿y quién te dijo esa vil mentira? Digo, estás bien, pero he visto mejores —me encojo de hombros.

—¿Ah sí? ¿Como quiénes?

—Muchos, ya sabes, por aquí y por allá. Oh mira, ahí está la heladería, vamos. —Digo para cambiar de tema.

Una vez adentro, pedimos dos vasos de helado de yogurt natural con diferentes toppings; El mío sabor kiwi con chispas de chocolate en la cima y un poco de nuez.  El de Edward era de frutos rojos con granola.

Luego de pagar salimos y nos sentamos en una de las mesas circulares que se encontraban fuera de la heladería; eran algo pequeñas, justo para que dos personas se sentaran en ellas y quedaran frente a frente.

—¿Y qué tal tus clases? ¿Cómo te ha ido? —Comienza Edward para romper el hielo.

—Pues... Creo que bien. —Respondo— En la mayoría de las materias me ha ido muy bien, sólo que, como siempre, matemáticas me ha costado mucho trabajo, pero pues ahí la llevamos —Como un poco de mi helado y cierro los ojos para disfrutarlo más.

Ufff, pero que delicia, creo que me podría casar con este helado ya mismo.

Edward se me queda mirando y ríe bajo. —Pues ya sabes, si necesitas ayuda con matemáticas, puedo ayudarte sin problemas —Guiña un ojo

— Muchas gracias, Edward. Creo que te tomaré la palabra, porque en serio no le entiendo nada al profesor que me da clase este semestre. —Digo mientras meto un poco más de este helado helado sabor a gloria a mi boca.

— De nada, para eso estamos, niña.

—No soy una niña —Cruzo mis brazos y hago un puchero.

—No lo sé, eres igual de tierna que una niña pequeña —Se acerca hacia mí lo suficiente para sentir como su loción choca con mi nariz y su rostro queda a pocos centímetros del mío. —Por cierto, tienes un poco de helado aquí.

Y en ese momento, pasó su dedo pulgar por la comisura de mis labios, limpiando lo que según él era helado y luego, sin más y como si fuera la cosa más natural del mundo, se lamió el dedo sin apartar su mirada de la mía.

_________________________________________

Hola, personitas lectoras. Sigan leyendo, hoy hay doble actualización. 😏💕

Sólo es el profesor... ¿no?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora