Pov's Jared
-¿Por qué tengo que ir yo? -.
-Porque mamá quiere verte, eres como un hijo postizo para ella -me encojo de hombros restándole importancia.
-¿Y por qué tengo que ir yo? -cuestiona Chris desde el asiento trasero, donde se encuentra acostado y usando unos lentes de sol.
-Porque sí. Joder, dejen de hacer tantas preguntas -gruño malhumorado-. Como si no les gustara visitar a mi madre y que les preparé mucha comida.
Ellos se dan una miradita y asienten a mis palabras, dándome a entender de qué estoy en lo cierto. A ellos les fascina cuando mamá los invita todo un fin de semana a su casa, porque Mary los consiente como si fueran un par de niños.
El camino hacia la granja de mi madre se me hace más largo de lo normal, por el par de idiotas que me acompañan y no dejan de molestar.
Al llegar ella nos recibe en el porche de la casa y nos envuelve a los tres en un fuerte abrazo, al mismo tiempo, con sus delgados brazos.
-Me alegra que llegaran antes de que anocheciera, porque parece que va a llover -se gira hacia Derek y lo mira seriamente-. ¿Dónde está Sam?
-No pudo venir, tenía algo de trabajo que hacer -rasca su nuca nervioso.
Esa mujer pone nerviosos a muchos, incluidos mis amigos.
Nos hace pasar y literalmente nos hace sentarnos en las sillas de la encimera de la cocina y nos sirve un plato con una gran rebanada de pastel a cada uno.
Miro con el ceño fruncido el postre, porque es mucho, pero al levantar la mirada y encontrarme con los ojos de mi madre, empiezo a comer. Negarle un plato de comida a esta mujer es como incumplir tu parte de un trato con el mismísimo Diablo. De acuerdo, tal vez no, pero es algo parecido.
La noche no se hace de esperar y el cielo lleno de estrellas se alza sobre nosotros. Estar a las afueras de la ciudad es tan diferente, empezando con que no hay ruidos de autos, solo un silencio y calma total acompañado por el canto de los grillos y algunos animales.
Hace bastante que no venía aquí y he de admitir que extrañaba un poco toda esta paz. Criarse en una granja significaba levantarse a las tres de la mañana para atender a los animales y hacer entregas en el pueblo. Amaba esa vida y la añoraba cuando me fui a Londres a estudiar, aún lo sigo haciendo.
Mi madre tiene un apartamento en Londres que yo le regalé, pero solo se queda ahí cuando va a visitarme, ella jamás dejará su casa. Aquí fue donde nos crío a Ayelén y a mí, con lo justo y necesario, pero lo que nunca nos faltó fue un amor infinito, fuerte y real por parte de Mary Pierce.
Llevo la mirada hacia la vista que me da el gran ventanal de la cocina, dejándome ver a lo lejos el granero. Muerdo mi labio inferior indeciso entre sí ir al granero o ir a dormir porque mañana tengo una videoconferencia temprano. Paso rápidamente la mirada por las escaleras, como si pudiera ver a las tres personas que duermen en el piso de arriba.
Soltando un suspiro me alejo de la ventana y deslizo la puerta corrediza que da al jardín, para salir. A pasos rápidos camino al granero, porque hace algo de frío.
Al llegar y abrir la gran puerta, los sonidos de los animales inundan mis oídos y me hacen esbozar una gran sonrisa. De niño estaba por las noches y me ponía a jugar con los animales, principalmente con las ovejas, me parecían animales adorables.
Durante al menos una hora me dedico a acariciar a todos y cada uno de la gran variedad de lindos animales, hasta que me canso de jugar y termino sentado, en un rincón escondido, sobre un montón de heno.
Saco mi celular de uno de los bolsillos de mi pantalón y reviso un poco mis redes sociales, además de algunos correos de trabajo. Me es inevitable no tener el impulso de querer estar sumiso en el trabajo, pero le prometí a mi madre que estaría lo más alejado que pudiera de eso.
A mi mente viene una loca idea, pero antes de cometer una locura me detengo.
-¿Qué pasaría si... -.
Sacudo mi cabeza para alejar esos pensamientos y dejando la pregunta a medias. ¡No, no puedo!
Guardo mi celular de nuevo, pero no dura mucho tiempo en el bolsillo porque rápidamente lo saco y marco ese número telefónico.
Son al menos tres pitidos antes de que esa voz dulce y suave susurre a mis oídos.
-Hola... línea erótica, ¿Qué deseas? -.
Muerdo mi labio inferior sin saber que decir.
Soy Jared, llamé hace al menos una semana y me hiciste tener un muy buen orgasmo. No, sin duda no diré eso.
Vuelvo a la realidad cuando esa misma voz dice repetidas veces un "hola".
-Hola, soy Jared, llamé hace como una semana y me hiciste tener un muy buen orgasmo -.
Ni siquiera analizo lo que dije hasta pasados unos segundos. ¡Mierda! No puedo creer que lo dije, no puedo creer que dije eso. Seré condenado de por vida a ser un idiota nervioso por eso.
Siento mis mejillas rojas por la vergüenza. Paso mi mano libre por mi cabello deseando poder devolver el tiempo y darme una gran bofetada por imbécil.
Su risa hace que me mueva incómodo sobre el heno y muerda mi labio inferior de nuevo.
-Jared -.
Mi nombre parece una caricia saliendo de sus labios.
-¿Cómo olvidarte? Fuiste mi mejor cliente -.
Bueno, al menos no me ha olvidado y parece que mis anteriores palabras le causaron risa. Me gustó hacerla reír, a pesar de que fue a costa mía.
-Lamento lo que dije, no sé porqué lo hice -recuesto mi cabeza sobre la pared que está detrás de mí y apropósito golpeo mi cabeza en ella.
-¿Por qué tengo la impresión de que tiendes a disculparte mucho? -su tono de voz es divertido.
-No lo sé -rio levemente porque ella tiene razón. Tiendo a disculparme mucho por todo.
***
¡Hola!
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Susurros Al Oído [+18] En Pausa
Teen FictionLa vida de Jared Pierce se describe con una sola palabra. Trabajador. Él no tiene tiempo para nada más que no sea trabajar, no tiene otras prioridades. Ni si quiera para el sexo, no es que no le guste, todo lo contrario. Pero su vida es tan ocupada...