Prólogo

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Tenues rayos de sol se filtraron entre las hojas del frondoso árbol, iluminando sutilmente a una joven que descansaba plácidamente bajo la sombra de este.

Una hoja cayó sobre su rostro contrastando con su pálida piel, sus ojos se abrieron perezosamente encandilados por la luz que emitía el medio día y con un rostro inexpresivo sacudió la hoja verde que había rodado hasta su cuello.

Parpadeó varias veces, luchando por mantenerse despierta, miró el reloj que rodeaba su delgada muñeca y suspiró con pesar. No faltaba mucho para que el receso llegará a su fin, lo que significaba que estaría aplicando el examen de química en menos de treinta minutos, un examen para el que no estaba preparada en lo absoluto.

Sacó el libro de su mochila color azul y con evidente desgano comenzó a repasar las últimas lecciones que la profesora Rhal había dado.

— Si tanta rabia te da, intenta golpearme.

Ella ni siquiera se inmutó al escuchar las palabras de uno de los bravucones de la escuela cerca de ella, era algo habitual que Porco y sus amigos se metieran en líos, después de todo.

— No pienso hacerlo, me rebajaría a su nivel.

Tras esas palabras, Annie detuvo su lectura al instante, curiosa de la situación repentinamente, alzó su mirada del libro y con un interés que incluso la sorprendió, se mantuvo atenta a la ajena disputa que ocurría a sus espaldas, al otro lado del árbol.

Un estrepitoso sonido la hizo incorporarse de inmediato, puso su libro a un costado de ella y con discreción comenzó a fisgonear a los tres bravucones y a su víctima, utilizando el tronco como barrera para evitar ser vista.

El regordete amigo de Porco, cuyo nombre había olvidado, mantenía a un pequeño y rubio chico acorralado contra el muro del instituto, mientras el par sobrante, miraba al joven con una postura claramente intimidante.

El rubio con sangre escurriendo de la herida en su labio y una mirada determinante dijo:

— Me golpeas porque sabes que estoy en lo correcto y no puedes demostrar que estoy equivocado ¿Cierto? Básicamente con tu actuar me estás dando la razón.

Annie elevó las cejas, sintiéndose impresionada ante el coraje del chico, que, a pesar de ser sacudido violentamente y superado en número, se mantenía firme e inquebrantable a su postura.

El joven era un enclenque y estaba notablemente atemorizado por la situación, pero su valentía al enfrentar a hombres físicamente mucho más fuertes y grandes que él era algo admirable.

— Terminen con esto, no soporto a los sabelotodo —. Fue todo lo que Porco dijo antes de dar media vuelta y encaminarse hacia el interior del instituto.

Sus secuaces sonrieron con malicia y el robusto pelinegro soltó el primer golpe en el estómago, doblando al delgado chico hacia el frente, ambos rieron.

El joven se enderezó con ostensible esfuerzo, pero un empujón de su agresor bastó para que su cuerpo tambaleara un par de metros, estrellándose finalmente en el suelo.

— Todo tuyo, Holger —. Exclamó dándose media vuelta para dejar a su compañero atacar con total libertad y para hacerle segunda a Porco.

Holger miró al rubio con desdén, lo tomó del cuello de su camisa escolar y elevó su puño en el aire, lo que Annie tomó como una señal para intervenir, pero justo antes de que diera el golpe, la mano del patán se detuvo a medio camino.

El sujeto frunció el ceño al notar la ausencia de los ataques de Holger, giró su rostro con lentitud y en el segundo que sus ojos se cruzaron con los de la persona que rodeaba la muñeca de su amigo, una mueca empapada de terror adornó su rostro.

Lejos de reconocerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora