Capítulo 3. Pantano y Océano

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Armin Arlert

Sonrío victorioso cuando veo el último resultado de nuestro esfuerzo, nunca en toda mi vida he visto un baño tan reluciente, está tan limpio que casi se podría comer aquí mismo... aunque aun así no es recomendable.

No hay manera de que el subdirector Levi Ackerman tenga alguna queja sobre esto.

Annie está de pie a un par de metros de mi, inspeccionando el lugar cuidadosamente.

— Hicimos un buen trabajo ¿No te parece? — Le pregunto solo para escuchar nuevamente el sonido de su voz. Pocas veces Annie separa sus labios, es un hecho tan inusual que la profesora Zoé duró un buen tiempo creyendo que era muda.

Annie no me responde, dejando a mis oídos completamente decepcionados, en cambio se encoge de hombros y es un gesto tan predecible que me hace sonreír.

— ¿Qué?

Sus cejas se contraen ligeramente y por el tono hosco de su voz, sé que está malinterpretando la curvatura de mis labios, pero no puedo borrarla, por el contrario, la ensancho, porque no soy capaz de entender cómo es que una voz tan dulce y melodiosa puede salir de una boca que generalmente expresa un profundo disgusto.

El desagrado en su rostro se hace más ostensible y todo lo que se me ocurre hacer es tapar mi boca con ambas manos y negar con mi cabeza rápidamente.

Aminora el fruncimiento de sus cejas un poco y mi corazón, que había emprendido una carrera a la velocidad de la luz, comienza a relajarse nuevamente.

— Lavaste inodoros con esas manos —. Comenta solo para después dirigirse a la puerta del baño y salir.

Alejo inmediatamente las manos de mi rostro y comienzo a analizarlas, mis mejillas comienzan a arder y me siento como un completo tonto.

Corro hacia el pasillo y cuando veo a Annie recargada en una de las paredes mirándome, lo único que puedo pronunciar es:

— Use guantes de latex todo el tiempo y me lave las manos justo cuando terminamos, lo juro.

Ella parpadea y me mira como si yo fuera la cosa más extraña del mundo, por unos instantes veo el intento de una sonrisa bailotear en sus labios, pero es tan fugaz que me parece que ha sido una ilusión, con su mano derecha recorre el flequillo que cubre su ojo, el movimiento me parece tan hipnotizante que lo observo cuidadosamente.

Su mirada choca con la mía y por alguna razón me siento abrumado, así que desvío la mirada hacia la pared detrás de ella.

— Lo sé.

— ¿Eh?

— Sé que te lavaste las manos —. Su semblante está tan imperturbable como de costumbre, pero sus ojos se ven mucho más brillantes justo ahora, como si un poco de la frialdad que abunda en ellos se hubiera disuelto.

Vuelvo a sonreír, porque ver ese brillo en la mirada de Annie parece ser motivo suficiente para sentirme feliz de repente.

— Vienen por ti.

Estoy por preguntarle a que se refiere cuando una mano se posiciona sobre mi hombro, presionandolo ligeramente y sacandome un pequeño susto.

Ladeo mi cabeza, topandome con la chica de cabello azabache, su semblante sereno se transforma en uno escéptico cuando mira a la rubia detrás de mí, la irritación en sus ojos es notoria, al menos para mí, espero que no para Annie.

— Armin, Levi no debe tardar, es mejor que no nos encuentre aquí.

Si no fuera porque ha pronunciado mi nombre, pensaría que se ha dirigido a Annie, debido a que no le ha despegado los ojos de encima.

Lejos de reconocerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora