Capítulo 4. Rubio amable

432 50 24
                                    

Annie Leonhardt

Todos se arremolinan cerca de las charolas como si de una manada de leones salvajes y hambrientos se tratara, cada estudiante comparte un mismo objetivo: Tomar los mejores postres que hayan horneado los empleados de la cafetería.

Voy hacia el alboroto y comienzo a empujar a varios estudiantes para hacerme espacio entre ellos, algunos se quitan por voluntad propia para dejarme pasar y otros cuantos me reclaman por escabullirme, pero sus quejas cesan cuando visualizan mi rostro y se dan cuenta de quién soy. Supongo que ser una de las personas más temidas en el colegio tiene ciertas ventajas.

Triunfante llego hasta el frente y visualizo el último pedazo de pay de queso, estiro mi mano mientras mis labios comienzan a curvarse hacia arriba, sintiendo en cada centímetro de mi ser la victoria, pero mi sonrisa no logra concretarse, porque justo cuando estoy por lograr mi cometido, un obstáculo se interpone entre el pedazo de pay y yo.

Una mano grande, delgada y con pequeñas venas verdes resaltando en su pálida piel ha chocado con la mía, deseando tomar el postre que prácticamente ya llevaba mi nombre.

Alejo mi mano de inmediato, sintiendo una serie de cosquilleo que se propaga por toda mi palma, llevo la mano hacia mi flequillo para recorrerlo lejos de mis ojos, intentando desvanecer la sensación que dejó el roce.

Un suspiro de frustración se escapa de mis labios y con disgusto volteo a ver a mi némesis, que ha bajado su brazo por completo, posicionándolo al lado de su cuerpo, totalmente rígido, como si obligara a su extremidad a permanecer ahí.

— Tomalo tú, Annie —. Dice repentinamente con timidez.

No hago ni digo nada, solo me limito a mirarlo, sus ojos vagan de la charola hacia mi con claro nerviosismo, abre y cierra sus labios un par de veces, como si intentará decir algo pero se arrepintiera al instante. Ninguno de los dos se mueve por varios segundos, hasta que una chica le da un pequeño empujón por accidente, filtrándose entre nosotros para tomar un brownie y retirandose casi de inmediato.

La interrupción de la chica me distrae un poco de la situación, pero entonces él vuelve a hablar, capturando mi atención de nuevo.

— Se ponen un poco salvajes ¿No crees?

Me encojo de hombros.

— No puedo culparlos, es lo único bueno que hay por aquí.

Las comisuras de sus labios se elevan en un gesto simple pero que de alguna manera logra iluminar su rostro a tal punto que su rubia y llamativa cabellera parece opaca en comparación.

Desvío mi vista de él, extrañada por ese último pensamiento y la posiciono de nuevo en el pay.

— Es todo tuyo, adelante.

— Pero tú lo quieres también ¿No?

Armin luce sorprendido ante mi comentario y por la expresión de su rostro se que está preguntandose el porque me encuentro dudando.

No es un gesto de cortesía, es solo una simple pregunta ¿Qué de extraño tiene eso?

— En realidad puedo comer otra cosa, no tengo problema con ello, todo tuyo —. Me anima con gentileza.

Lo miro dubitativa, pero la sonrisa sigue plasmada en su rostro, emanando la amabilidad que solo él es capaz de transmitir.

— ¿Hay algún problema?

La pregunta de la repostera interrumpe nuestro contacto visual, lo que me hace sentir un poco agradecida. Hay algo en la mirada y sonrisa de Armin que logra desestabilizarme.

Lejos de reconocerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora