Capítulo 7. Imán

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Armin Arlert

El profesor Moblit comienza a guardar sus pertenencias en su maletín e inmediatamente las quejas comienzan a resonar por toda el aula, el timbre que indica que la clase ha concluido está por sonar y eso es algo que a ninguno de nosotros le apetece oír.

A pocos nos agrada realmente la clase de Arte del señor Moblit, pero a pesar de que a muchos no les interesa el arte en lo absoluto, hay algo que definitivamente todos detestamos y esa es la clase de deportes, que es la siguiente en el horario de clases del aula número 104.

Generalmente dicha clase suele ser la asignatura favorita de todos (exceptuandome, claro), pero cuando se tiene al señor Keith Shadis como profesor, resulta muy difícil el no odiar la materia, sus rutinas son tan pesadas que incluso podría asegurar que los militares o el cuerpo policial tienen rutinas menos salvajes que las que Shadis nos obliga a hacer.

El timbre suena y todos empiezan a lamentarse como si estuvieran a punto de ser puestos en una máquina de tortura, aunque con Shadis, eso es lo que realmente parece.

Desganados llegamos al patio principal, donde el profesor nos ordena con un grito que demos cien sentadillas para comenzar, esta vez, todos guardan silencio, nadie se queja, porque no existe alguien tan audaz como para retarlo.

Comienzo la serie de sentadillas y no he llegado ni a la cuarta parte cuando me siento terriblemente agitado y con resistencia nula para continuar, inhalo y exhalo de la manera en la que Eren me aconsejo, pero nada parece funcionar, porque mis músculos parecen quemar tan fuerte que siento que mis piernas no serán capaz de sostenerme un instante más.

—Mira eso—. Escucho decir a Reiner a un par de metros de mí, capturando mi atención.

—¿Annie?

Mis ojos se dirigen hacia la pequeña rubia de inmediato tras la pregunta de mi mejor amigo y entonces me percato de que la chica está de pie detrás de Mina Carolina y Thomas Wagner sin hacer ningún tipo de esfuerzo físico.

—La mayoría de veces ella evade la clase de educación física, no entiendo cómo es que el profesor jamás se ha dado cuenta—. Le explica Eren al mariscal de campo, que no ha dejado de mirar a Annie con desaprobación.

—Esa chica es un problema, no parece tomarse nada en serio, deberíamos delatarla para que aprenda que ella debe cumplir al igual que todos—. Sugiere el grande y fornido chico con una sonrisa traviesa, pero la sonrisa se desvanece cuando los gélidos ojos azules de Annie se posan en él.

—Creo que te escuchó.

Una sonrisa burlona se hace presente en el rostro de mi castaño amigo y por mucho que intento concentrarme en la serie de sentadillas que tanto trabajo me suponen, no puedo evitar seguir mirando a Annie, que parece estar retando a Reiner con la mirada.

—No quisiera ser tú justo ahora, la cara de Annie de por sí ya da miedo la mayor parte del tiempo, pero hoy... — La risa de Eren provoca una mueca en el rostro del rubio y atlético chico que parece menos seguro de sí mismo que hace unos segundos, desvía su mirada de Annie y sigue con lo suyo.

Incluso Reiner parece atemorizado de ella, eso es nuevo.

Los ojos de la chica viajan de Reiner a Bertholdt, que parece mucho más agitado de repente, luego se pasean por Eren, Mikasa y finalmente se detienen en mi permaneciendo ahí, mi corazón se acelera de repente y no estoy seguro si es por el ejercicio o porque la intensa y sombría mirada de Annie me provoca varios desvaríos en mi interior.

Nunca he tenido mucho problema con las miradas, pero algo en la mirada de ella me hace sentir como la persona más expuesta del planeta y eso me da un poco de terror.

Lejos de reconocerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora