Capítulo cinco.

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05. Algo más descubierto.

—¿Del mundo de quién? —Vociferó, desesperado ante lo que se avecinaba.

El pequeño Link era consumido por su propia desesperación, ansioso y necesitado de saber qué hacer pero sin ninguna respuesta que le ayudara. ¡Era un niño! Además, ¿cómo enfrentas algo que no conoces para nada? Él no había visto el crepúsculo —probablemente en toda su vida—, no tendría ni la más mínima idea de cómo lidiar contra ello. Vamos, yo tampoco.

Le sostuve de ambos hombros, apretándole, intentando calmarle, pues si se alteraba tendríamos menos probabilidades de encontrar una respuesta. Mi corazón latió frenético cuando miraba al pequeñín, sentía que su inseguridad me absorbía por completo, y no podía dejarme llenar de ese sentimiento, no era el momento.

Suspiré con fuerza, calmándome e intentando pensar en cómo calmarle a él, o una manera de detener la situación.

Algo llamó mi atención; en el cielo, algo parecía caer a máxima velocidad hacia nosotros.

Mi mentón casi cayó al piso, ¿qué haría ahora? Tomé una bocanada de aire, armándome de un valor inexistente, tomé la mano del pequeñín y le jalé, corriendo exaltada por todos los pasillos hasta encontrar la salida. Todos estaban aterrorizados, corriendo sin rumbo, pisando a cualquier que haya tropezado importándoles poco la vida de esas personas. La mayoría de gente que corría miraba al cielo, no a donde pisaba.

Chasqueé la lengua desesperada; corrí casi arrastrando al pequeñín que por alguna razón le sentía con pesadez. Como si no se quisiera ir de aquí, como si no viera el peligro donde nos encontrábamos.

Estuvimos a punto de salir de Ciudadela, cuando un estruendo resonó probablemente hasta el bosque aquél; además de que no pasó mucho cuando una nube de tierra nos cubrió a todos como si fuese simple neblina. A pesar de que casi caigo al suelo, me mantuve de pie, corriendo, aunque ahora temía de tropezarme como lo hacían algunos.

Un resplandor se destacó por toda la neblina de tierra, un sonido agudo estalló por la zona. Intenté mirar por sobre mi hombro, y pude atisbar que alguien enorme, verdoso y con cabello naranja salía de ahí, como si un extraterrestre fuera. Dejé de correr para trotar, lentamente bajaba mi ritmo, sorprendida ante lo que veía —y cansada porque alguien no ponía de su parte para correr—.

Paré mi caminar cuando el pequeño Link se resistió de caminar, quedando parado mirando aquella escena que muchos ignoraban.

Ganondorf...— El pequeñín balbuceó algo después, con asombro pero mirándole con impía.

¿Quién es Gano... eso? Se parece a... Imposible, no puede ser... ¡Tiene que ser una broma!

Sin pensármela más, jalé la mano del pequeñín pensando en salir corriendo, pero éste siguió rehusándose a eso. ¿Quería ser espectador?

—¿Qué te pasa?— Le grité. —¡Vayámonos!

—Tengo que buscar a la princesa Zelda. —. No. Quería ser el héroe de nuevo.

El pequeñín soltó mi mano —o más bien me obligó a soltarle—, para comenzar a correr dirigiéndose hacia ese suceso, haciéndose paso entre la neblina y más obstáculos de tus camino.

Un sentimiento se apoderó de mí al ver cómo él iba a enfrentar algo desconocido.

Fervor.

Una persona valiente, que a pesar de las pocas posibilidades y utilería, iba en buscar de algo que amaba.

Debilidad.

Triple vida en una sola. [Zelink]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora