Desperté un poco exhausta.
El sol ya no daba tanto por la ventana. Supongo que me había quedado dormida el tiempo suficiente después de varios orgasmos. La noche de bodas había sido bastante movidita.
El olor que estaba percibiendo en esos momentos, me hizo entender que era mediodía. Y que Dante había ordenado algo de comer para reponer las fuerzas que perdimos durante nuestra noche de bodas.
Me levanté de la cama y fui hasta el cuarto de baño de la mazmorra. Necesita una ducha relajante para poder bajar a comer con mi reciente esposo.
Cuando terminé de acicalarme, bajé. Tenía un poco de hambre y quería comer.
En el salón estaba Dante. Sentado en un sillón y parecía estar leyendo.
―Hola cuore ―dijo.
―Hola, Dante.
―¡Dante! Ahora soy tu esposo.
―Lo sé. Pero debo de acostumbrarme a esto.
―Vale.
Hizo una pausa.
―Vamos a comer. El avión nos espera.
―¡A dónde vamos!
―A Italia. Pero antes te llevaré de luna de miel. A una como Dios manda.
―No es necesario.
―Violeta, voy a llevarte. Y no vas a rechistarme. Te recuerdo que eres en todos los aspectos, mía. Mi esposa y mi sumisa. Puedo castigarte cuando quiera y puedo hacerlo por días sin que tengas tu recompensa.
―¿Y a dónde quieres llevarme? ―le pregunté.
―Había pensado en hacer un crucero por la costa en mi barco, pero pensé en otro lugar que quiero compartir contigo. Lo descubrirás cuando lleguemos.
―No puedes develarme una pista al menos.
―No.
―Vale.
En breve, empezamos a desayunar para evitar más preguntas.Un poco más tarde, Cosme bajó con las maletas para la luna de miel y también lo hizo porque Dante le dio una orden mientras que desayunábamos. Pero cuando el hombre de confianza de mi marido tuvo las maletas en las escaleras, recibió otra orden de él y este asintió.
Mi esposo y yo nos marchamos hacia al departamento.
En pocos minutos, llegamos y el coche de Dante paró ante avión. Justamente era uno privado.
Nos bajamos del coche y fuimos hasta el avión.
En cuánto nos montamos y nos sentamos, Dante me puso un antifaz.
―Querida, tus ojos vendados son una joya. De aquí hasta que lleguemos, llevaras el antifaz y poder hacer lo que desee contigo.
Noté a ciegas que recorría mis piernas y en pocos segundos, pasó su mano hacia mi sexo. El cual comenzó a tocar.
Gemí por unos instantes y volvió a decir:
―No tan rápido, perrita. Quiero ver que pasa durante el vuelo.
Dante dejó de tocarme y me sentí con muchas ganas de más.
No le dije nada. Aún seguía temiendo al hombre que era mi marido. Un hombre extraño para mí. Un hombre que se enamoró, pero aun yo no sabía si lo estaba.Durante el vuelo no pasó nada. Solo me dio de comer porque aún tenía el antifaz puesto.
Dante me llevó hasta al coche en brazos y en minutos, este se movió.
En mitad del trayecto, él me quitó el antifaz y me quedé un poco ciega por la luz.
Cuando recuperé la vista, Dante solo dijo:
―Mira por la ventana.
Le obedecí.
Me quedé sorprendida al ver las calles de La Habana. Hacía por lo menos diez años que no la visitaba. La última vez que lo hice fue con mi padre en uno de esos viajes de negocios que hacia él en vacaciones de verano junto a mi madre.
―Gracias Dante ―le di un beso en la mejilla.
―No hay de qué.
Y ambos no dijimos nada más de camino al hotel.Una vez que llegamos y descansamos, vi que mi esposo se había metido en el jacuzzi de la habitación que había alquilado durante una semana. Era como si fuera un departamento, pero no lo era. Solo era un lugar cómodo para unos días de vacaciones.
Dante estaba tan tranquilo que no tenía ni idea de lo que se le pasaba por la cabeza.
Me acerqué a él y le acaricié por detrás de su torso. Y mirándome en breve, me besó por segundos.
―Desnúdate.
Eso hice.
Me quité la bata del hotel y me quedé desnuda ante sus ojos.
―Entra en el jacuzzi.
Le obedecí.
Entre y me senté a su lado.
―Ven aquí.
¿Qué diablos tenía pensado hacerme?
―Cenaremos en la habitación y mañana te llevaré a dar un paseo por La Habana.
Asentí.
―La mia bellissima moglie. Sei la tentazione del diavolo ―dijo en italiano.
―¡Dante!
―Dime.
―¿Cómo sabes italiano?
―Es mi lengua natal.
―Pensé que eras español. Cuando me llevaste a tu casa has hablado tanto en español perfectamente sin ese acento italiano. Solo te escuché varias veces hablarlo.
―Llevo en España desde los diez años. Por eso no tengo acento toscano.
―Vale.
―Mi abuelo y mi padre son italianos de la toscana. Mi madre es florentina.
―Por eso tu madre te llamó Dante.
―No me pusieron Dante por el poeta. Me pusieron este nombre por mi abuelo. El padre de mi madre.
―¿Me enseñarías italiano? ―le dije. Aunque no debería de haberlo hecho.
Él asintió.
―¿Nunca has estado en Italia o en La Habana? ―me preguntó.
―En Italia no. Pero vino dos veces a La Habana en vacaciones hará como diez años.
―Supongo que con el tan Román.
―No. Con mi padre.
―¿Y viajaste con ese chico alguna vez?
―No. Con Román solo era salir a cenar e ir al cine.
―Ya veo.
Hicimos una pausa.
―Vieni qui. Voglio forti mia ―dijo en Italiano―. O lo que es traducido. Ven aquí. Voy a hacerte mía en el jacuzzi.
Y me acerqué a Dante.
Sentada sobre él en el jacuzzi, me poseyó salvajemente.
Después de varias horas relajados, estuvimos cenando en la habitación.
Un poco más tarde, decidimos descansar por el viaje que hicimos desde España hasta Cuba.
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El Purgatorio Dónde Decidí Quedarme (Cicatrices #2)
Teen FictionLa historia de Dante y Violeta continúa. Pero esta vez, el pasado estará más presente que nunca. Dante toma una decisión y ella acepta al instante. Y a partir de ese momento, él hará todo lo posible para protegerla de ese pasado que le perturba desd...