No dormí nada en toda la noche. Estuve pensando en qué hacer con Ángelo en el día de hoy. Pensé que sería mejor sacarlo a pasear fuera de la casa de acogida o incluso hacer terapia en el jardín.
Me giré y Dante seguía dormido.
Decidí de marcharme a trabajar antes de que él se despertara. Ya que quería tener que evitar algo incómodo entre él y yo.
Me levanté de la cama y fui a la planta de abajo para darme una ducha. No quería que Dante se enterase de que me había levantado y me había marchado de la casa.
Tras coger el coche media hora después, me marché para ir a la asociación.Un poco más tarde, encargué mi secretaria un café para tomármelo en la oficina. Quería estar despejada para cuando Ángelo entrara por la puerta de mi despacho para poder tratarlo.
Antes de que ordenara que trajeran al pequeño, sentir la puerta del despacho.
Me quedé un poco asombrada al ver a mi esposo ante ella y con cara de mal humor.
―¿Qué haces aquí? ―le pregunté.
―Lo único que quiero saber es como me has dejado dormido y no me has dicho que te venías. He pensado que te había pasado algo o que Ambrose había logrado su objetivo.
―No quería molestarte Dante. Estuve toda la noche sin dormir y lo menos que quería era molestarte a ti. La solución que encontré fue venirme a trabajar para no molestar más. ¿Has mirado el localizador?
Pero él no me dio respuesta a la pregunta que le hice.
En cambio, Dante cerró la puerta del despacho con llave y vino hasta mí con paso firme.
―Debería de tener una recompensa por lo que acabas de hacerme y de decirme.
Entonces, mi esposo me atrapó y me giró enseguida.
Él comenzó a bajar lentamente su mano hasta llegar a mi entrepierna. Y subiendo mi vestido, metió su mano entre mis bragas. Pocos segundos después, comenzó a estimular mi clítoris.
―Dante aquí no ―dije―. Pueden vernos. Y hace un rato que estoy esperando a Ángelo.
―Me da igual Violeta. Cuando me he despertado esta mañana me levanté con una buena erección. Quería penetrarte y cuando no te viene la cama, me enfadé al saber que te habías ido de mi lado. Así que, estoy con mi recompensa ahora. No me molestes al menos que quieres que te castigue por no dejarme tocar lo que me pertenece.
Pero me escapé.
Fui hasta la puerta para evitar que me tocaste o tener que darle un orgasmo en mi despacho.
―Dante, tengo trabajo. Tengo que tratar pequeño que conocimos el otro día.
Mi marido me miró furioso y tragué saliva para que no reaccionase allí mismo.
En cambio, Dante se acercó a mí y antes de salir del despacho me dijo:
―Cuando llegues a casa te espero en la mazmorra de arriba. Desnuda. Y si te atreves a desobedecerme, serás triplemente castigada.
Asentí.
Dante se marchó del despacho y después respiré profundamente.
En diez minutos, Catalina estuvo con Ángelo a mi despacho. Fue cuando decidí que no llevaría al niño la ciudad y que no le daría terapia el jardín. Tratándolo en mí despacho para que tuviéramos más intimidad.Cuando llegué a casa más tarde, dejé las cosas encima de la cómoda de la entrada.
Después, subí las escaleras y fui hasta la mazmorra del piso de arriba.
En la puerta vi una nota. Ponía: ponte un traje de látex y coge la fusta. Espérame de rodillas junto a la puerta. Es una orden.
Entre por la puerta de la mazmorra en pocos minutos.
Comencé a desnudarme cuando cerré la puerta.
Ante el armario, lo abrí y escogí un traje de látex de color azul oscuro.
Me lo puse y en pocos segundos, cogí la fusta. Esperaba que Dante no fuera tan duro con el castigo que tenía pensando para mí. Aunque supuse que lo sería, tras negarme a que me tocase en el despacho de la asociación.
En segundos, me arrodillé ante la puerta y esperé a que mi esposo apareciese ante la puerta de la mazmorra.
En diez minutos, sentí unos pasos ante la puerta.
Al abrirse, vi a mi esposo. Que seguía enfadado.
Dante cerró la puerta de la mazmorra con llave y en segundos, fue hasta un cajón.
De ahí sacó algo. Pero no me di cuenta de ello.
Después de eso, mi esposo fue hacia una de las estanterías y cogió también varias cosas.
Tras cerrar el cajón, Dante se acercó a mí.
Tenía miedo de lo que fuera a pasar en esos momentos. Y conociendo a mi esposo un poco, le temí. Fue cuando puse la mirada cabizbaja.
Él alzó mi rostro y nuestros ojos se encontraron. Y pocos segundos después, me ayudó a ponerme en pie.
Dante me acarició las mejillas y en pocos segundos, me colocó un antifaz muy grueso sobre mis ojos.
No sentí su perfume cerca. Supuse que algo estaba pasando.
Segundos después, pasó sus manos por mi cuerpo mientras que escuchaba como cuerdas que se estaban entrelazando.
Comencé a temblar. Parecía ser que mi miedo motivaba bastante a Dante para hacerme maldades.
Mi marido me cogió de las manos y comenzó a atarlas a la espalda, de forma que quedasen arriba de ella.
Mis manos quedaron sujetas a mi espalda por algo que desconozco. Pero por el olor, deduje que era un arnés de esos apretados al cuerpo. Uno que daba una vuelta y acababa en mi cuello. Uno que de manera que si intentaba librarme de ellas, me ahorcaría.
Colocó la otra parte atravesando mi vagina a través del látex. Mi cuerpo reaccionó a cada roce sutil que me hacía Dante.
Él apretó demasiado fuerte lo que parecía ser ese arnés y comencé a gemir, mientras que mis labios vaginales comenzaron a tallarse.
En pocos segundos, Dante puso una mordaza de bola sobre mi boca. No quise resistirme. Aparte que tenía miedo, estaba demasiado excitada por la adrenalina.
―De rodillas –ordenó―. Y coloca tu trasero hacia el techo.
Le obedecí. Me puse de rodillas y alcé mi trasero al techo.
Su perfume comenzó a dar vuelvas. Pero mi marido no hizo ningún ruido. Eso me excitaba más.
Comencé a frotar mis piernas para quitarme lo que tenía en la vagina. Pero la calma se rompió, cuando Dante azotó mi trasero con la palma de la mano.
El dolor hizo que me mueva aún más y que Dante azotase más de dos veces fuertemente sobre mi trasero.
Mi esposo tocó mi vagina por encima del látex y noté que estaba húmeda. ¿Esos eran los efectos que Dante provocaba en mí o era otra cosa aparte de la dominación?
Dante abrió el cierre de mi sexo y metió dos dedos, mientras que aprieta el arnés, haciendo que se pegase más contra mi sexo. Pero no paraba de gemir por el placer que mi esposo producía en mí.
Moví mis caderas para que parase cuanto antes. Pero sabía que Dante quería que llegase al orgasmo. O al menos intentar llegar y parar en su instante.
Sacó de pronto sus dedos de mi vagina y cerró la cremallera. Pero no noté su presencia a mí alrededor.
Comenzó a atar mis pies en pocos segundos, de forma que quedaran abiertos y mi cara tocando en el suelo.
Con el arnés, manos en la espalda y cara en el suelo, Dante me ordenó no moverme.
No sé qué demonios estará pensando en hacerme, pero me estaba dejando guiar como al principio.
Escuché los pasos.
Dante comenzó a acariciarme con algo. Me di cuenta enseguida lo que era. La fusta estaba rozando mi cuerpo.
Me estremecí porque no sabía lo que tenía mi marido en la cabeza.
Mientras la fusta recorría mi cuerpo cubierto de látex, Dante me hacía un masaje hasta que llegó a mi trasero.
Comencé a jadear, mientras que comencé a rozar mis piernas con desesperación, mientras que intenté llegar a un inútil orgasmo.
―¡PARA! –gritó.
Mientras Dante me da el primer fustazo en el trasero, mi cuerpo convulsionó como si estuviera a punto de llegar al orgasmo.
Pero mi marido no volvió a darme con ella.
Él acarició mi clítoris. Eso hizo que comenzase a salir un poco de lo que supuse que eran mis líquidos vaginales y en breve, comencé a tambalearme.
La baba comenzó a caer por la mordaza de mi boca, mientras que la mordisqueo.
―Eres mía. Y por ello, harás lo que te ordene. Sea en un despacho o en las cuatro paredes de la mazmorra. ¡Escuchaste!
Dante me dio con la fusta de nuevo sobre mi vagina y eso me estremeció.
Asentí con desesperación segundos después.
Mi esposo me quitó la mordaza tras balbucear tras la mordaza por segundos y el antifaz de los ojos y me preguntó con un poco de brusquedad:
―¿Qué es lo que quieres putita?
―Fóllame. Quiero que me folles.
Me da un fustazo sobre mi trasero y me dice con un grito:
―¡ASÍ ES COMO ME LO PIDES!
―Dante, por favor.
Otro fustazo hizo que me sobresaltase.
―EN ESTAS CUATRO PAREDES NO SOY DANTE. SOY TU AMO.
―Por favor amo. Fólleme y deme un orgasmo.
Había olvidado cómo era apropiado contestar a Dante en la mazmorra. Había pasado varios días y tenía muchas cosas en la cabeza.
Me dio un fustazo de nuevo y mi cuerpo comenzó a temblar, mientras el sonido de mis jadeos hizo eco en la mazmorra.
Dante me subió en sus brazos, ya que era incapaz de ponerme en pie y me llevó hacia un sillón.
―Has sido buena, así que voy a complacerte y tú lo harás conmigo.
Mi esposo me coloco en el sillón, con mis piernas completamente abiertas y abrió el cierre que daba desde mi vagina hacia el ano.
Dante se movió hacia la cómoda y cogió algo.
Eran cuerdas.
Comienzo a moverme desesperadamente.
―¡PARA! –dice de pronto.
Comenzó a atarme segundos después las piernas al sillón. Quedando completamente abierta para él.
Después Dante cogió otra cuerda y la pasó por el arnés. Atándome la parte inferior de mi cuerpo al sillón.
Atada, comencé a ver como Dante comenzó a desnudarse. No podía creer que mi marido fuera un Dios recién salido del cielo.
Tras tocarse la polla unos segundos para ponérsela más dura de lo que ya la tenía, Dante la metió y comenzó a moverse lentamente para que pudiese lubricarse con mis fluidos vaginales. Eso me hizo gemir.
Él comenzó a moverse más rápido de la cuenta. Como dijo una vez, verme con el látex le excitaba. Por eso se movió rápidamente para llegar a correrse.
―Stai fottutamente una dea, Violeta. E di più quando il tuo coro indossa il lattice. Sono Fortunato ad aver sposato una donna come te –dijo en italiano. Y le entendí perfectamente.
Dante empezó a embestir lentamente. Estoy segura de que él se había dado cuenta qué había entrado en el clímax.
―Juntos Violeta.
Asentí, mientras que continuaba gimiendo.
―Voy a correrme. Dame tu orgasmo nena.
Y sentí como el orgasmo me vino, cuando Dante se corrió en mi interior.
Mi esposo casi se desvanece encima de mí.
Dante me besó en los labios y mirándome a los ojos me dijo:
―Eres radiante. Pensé que el sadomasoquismo te daría miedo. Pero así no es. Cuando te has adaptado a esto, enseguida te hiciste a la idea de cómo te dominaría en todos los aspectos.
―Al principio me dio miedo tu forma de dominar. Cuando te conocí aquella noche en la que decidí quedarme para salvarme, te lo tuve en cómo me poseíste tan cruelmente. Pero desde que me hice a la idea que no podía escapar a menos que me dejaras marchar, me pareció exquisita tu forma de dominar Dante. Incluso quiero mas ―le respondí muy segura.
―Me alegra escuchar eso. Pero ya ha sido por hoy. Vendrán más días en los que pueda tenerte debajo de mí y penetrarte toda la noche mientras no puedas retenerme.
Dante desató las cuerdas de mi cuerpo, pero el arnés no.
―No voy a desatarte del arnés. Vamos a dormir aquí y tú dormirás así. Por si acaso quiero volver a correrme. No pienso dejar que pase lo de esta mañana.
Pero no le dije nada.
Dante me volvió a cogerme en brazos después de quitarme las cuerdas y me llevó a la cama.
En segundos, me tumbó encima de ella y fue hasta la cómoda a buscar unas sabanas.
En pocos segundos, Dante desnudo y yo con el traje de látex junto el arnés decidimos de dormir para poder descansar de ese nuevo orgasmo.
―Buenas noches, Violeta ―dijo.
Y no le dije nada. Ya que sabía que si le rechistaba con respecto a esa decisión que él había tomado, me volvería a castigar pero más duro. Aunque su forma de dominarme en esos momentos ya no era la misma que tuvo al principio conmigo.
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El Purgatorio Dónde Decidí Quedarme (Cicatrices #2)
Genç KurguLa historia de Dante y Violeta continúa. Pero esta vez, el pasado estará más presente que nunca. Dante toma una decisión y ella acepta al instante. Y a partir de ese momento, él hará todo lo posible para protegerla de ese pasado que le perturba desd...