Capítulo Siete - Ángelo

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A la mañana siguiente, desperté con un beso en la frente. Dante parecía que no se olvidaba de que aparte de ser su sumisa, era su esposa. Y al parecer, el tiempo había borrado como empezó nuestra historia.
Ambos desayunamos por última vez en la habitación de aquel hotel cubano.
A media mañana, nos marchamos del hotel y más tarde, cogiendo el avión privado de Dante, volamos rumbo a Italia.
Casi doce horas de vuelo, llegamos a una aeronave de Roma.
Tras coger el coche de Dante, nos marchamos.
Llegamos tras veinte minutos de coche a una gran casa. No era más grande que la de España, pero eran parecidas.
Mi esposo me hizo caminar hacia al interior.
Me quede sin palabras al entrar. Tenía en su lado izquierdo un salón junto a la cocina. La decoración era completamente italiana.
Continúe caminando para ver la casa.
En el lado derecho había unas escaleras y tres puertas.
Cuando entré en la primera, había un despacho hermoso. Tenía unas estanterías repletas de libros que parecían ser interesantes. Lo que más me llamó la atención, fue el gran piano que estaba junto a unos ventanales enormes. Y parecía ser que detrás de ellos, estaba el jardín. Al igual que supuse que este estaba detrás de la puerta de la cocina.
Salimos del despacho y fuimos hacia a otra puerta.
En la segunda, había un baño. Y su decoración era color chocolate y marrón oscuro.
Dante y yo volvimos a salir. Y fuimos a la siguiente puerta.
En esta tercera puerta de la plata baja, entramos cuando Dante abrió con llave. Y sospeché que había algo que solamente mi esposo podía ver.
Al entrar en segundos, me percaté que era una mazmorra. Era más pequeña que la de España.
Me quedé sin palabras al ver un potro, un sistema de poleas y algunas cosas de esas cosas que Dante usaba conmigo en la habitación.
No le dije nada. No quería estar atada en esos momentos ahí. Solo quería descansar. Pero parecía ser que Dante quería terminar de enseñarme la casa en la que ahora íbamos a vivir juntos.
Tras varios minutos de estar ahí, Dante y yo salimos de la habitación. Y cerrando con llave aquel lugar, me encaminé para ir hacia la zona de arriba. Quería encontrar una habitación donde pudiera descansar durante unas horas.
En la zona de arriba en pocos segundos, fui a la primera puerta de tres.
Ahí me encontré con un closet muy grande. Parecía ser que Dante había dado la orden de que se acomodara a los dos y me encantaba que se hubiera acordado de mí para tan poco tiempo que iba a pasar con él.
Salimos de aquel closet enorme y fuimos a la segunda puerta del piso de arriba.
Ahí en pocos segundos, vi que había una habitación de matrimonio. La cama le adornaba unos postes de madera. Muy típico en la decoración italiana.
Caminé. La entrada que había frente a la cama me llamó la atención.
Cuando la tuve ante mis ojos, era un gran baño inmenso. Tenía un plato de ducha y a unos centímetros había una bañera empotrada a la pared.
―Aquí decidirás tú si ducharte o darte un baño relajante ―escuché.
Pero tampoco le dije nada.
Dante me cogió de la mano y caminamos para salir de la habitación. Supongo que quería enseñarme lo que había en la última puerta.
Cuando estuvimos frente a ella, mi esposo abrió también con llave y cuando entramos, él le dio a la luz.
Me quedé perpleja al ver otra mazmorra. Pero esta era más grande.
Tenía grandes estarías. En ella se encontraban vibradores muy diferentes a los que mi marido había usado conmigo, grilletes, esposas, cuerdas, mordazas distintas, etc. colgando sobre ellas. La cruz me sorprendió aún más. Me percaté de otro potro de esos raros, varios sistemas de poleas y sobre todo un armario enorme. Supuse que metería los trajes de látex y esas cosas que vi en alguna ocasión durante este mes que ha pasado de la boda en videos de bdsm y dominación. Y la decoración era morada en las paredes y los objetos eran negros, blancos y de otros colores.
―Pensé que el que tenías abajo era la única mazmorra que tenías ―dije.
―Pues te equivocaste ―respondió―. Pensaste que iba a dominar a mis sumisas en un lugar tan pequeño como el de abajo. Ese es tan solo por si acaso quiero follar. Pero me gusta estar aquí.
Hicimos una pausa.
―Nena, vamos a descansar. Mañana quiero enseñarte la asociación de mis padres y necesito que estés fresca.
Asentí.
Ambos nos marchamos de la mazmorra y deja de pensar que voy a estar terminada ahí en ese lugar.
Tras entrar de nuevo en aquella habitación hermosa donde dormiría con Dante, me puse mi pijama de seda y entre en segundos en la cama.
Cerré los ojos en breve. No pensé en lo que podría venir si desobedecía una orden de mi esposo y recibía un castigo de su parte en aquella mazmorra que era más terrible que la que tenía en la casa de España.

El Purgatorio Dónde Decidí Quedarme (Cicatrices #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora