Capítulo Once - Malas Noticias

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Desperté a la mañana siguiente un poco más apretada de lo que solía estar cuando me despertaba.
Recordé que había dormido con el traje de látex y el arnés sobre mi cuerpo.
Sentí la respiración fuerte de Dante y supe que se estaba comenzando a despertar.
Me di la vuelta como pude y cuando sus ojos se encontraron con los míos, mi esposo sonrió y me dijo:
―Buenos días, preciosa.
―Buenos días, Dante.
Él levantó su cuerpo de la cama y comenzó a vestirse.
―¡No pensarás dejarme aquí y así! Tengo que ir a la asociación para tratar a los niños.
―Puede. Además ya te he dicho que no recibo órdenes de nadie. Ni mucho menos de mi mujer.
―Vale. Pues si llama a tu madre y dile que me tienes atada en una mazmorra secuestrada. Quizás sea ella quien me desate.
―Lo haré ―Dante cambió de opinión―. Pero mientras que hago el desayuno, ve a ducharte y despreocúpate de la cocina.
Asentí.
Mi esposo me desató completamente y en segundos nos marchamos de la mazmorra.
Tras desayunar, me marché hacia la asociación para desconectar un poco de todo.

Terminé a media mañana de hablar con uno de los niños y comencé a hacer un informe de su diagnóstico.
Antes de dar paso a Ángelo para darle su terapia, comencé a sentirme un poco mal.
Me levanté enseguida de la silla del despacho y fui hasta el cuarto de baño.
Comencé a vomitar de nuevo.
Recordé lo que Dante había dicho. Que si me volvía a pasar de nuevo, llamaría un médico. Y no quería que lo hiciera, porque detestaba que otra persona me mirase.
―Te encuentras bien ―escuché.
Miré hacia atrás y la madre de Dante me estaba mirando fijamente.
―Me sentía un poco mal. Supongo que habrá sido el desayuno.
―¿Quieres que llame a un médico? ―preguntó.
―No. Estaré bien cuando me lave la cara.
―Voy a llamar a Dante.
―No por favor, señora Lombardi. No llamé a su hijo. Se lo imploro. Solo es ahora, voy a estar bien.
―Va bene. Pero deberías de mirarte con un médico para ver que puedes tomar.
―Lo haré en caso de que no me encuentre bien y vuelva a vomitar.
―Vale hija. En el despacho tienes a Ángelo. Lo he traído yo personalmente para saber cómo le iba con su terapia.
―Vale.
La madre de Dante se marchó del cuarto de baño de mi despacho y después me levanté para lavarme la cara. Tenía que estar bien para darle la terapia Ángelo y parecer que no estaba enferma.
Tras dos horas con él, me percaté que después de mi divorcio, quería adoptar al niño. Y era un niño muy bueno. Un niño que merecía tener apoyo familiar.
Me fui a casa cuando dieron las seis de la tarde.
Al entrar en casa minutos más tarde, me percaté que mi esposo había encendido una chimenea y había preparado una manta junto a ella.
Le sonreí y él también lo hizo.
De pronto me sentí mareada y en segundo, me desmayé.
―¡Violeta! Cosme llama a un médico.

Tras varios minutos, volví a abrir los ojos. Fue por el olor a alcohol sobre mi nariz.
Cuando terminé de abrirlos, miré a Dante y le dije:
―¿Qué ha pasado?
―Te has desmallado.
―Señor, el médico está aquí.
―Hágalo pasar.
Cosme dejó entrar al médico al salón y este dijo:
―Cosa succede alla signora Lombardi?
―Mia moglie è svenuta dottore. Potresti guardarlo e dirmi cosa c'è che non va in lui.
El médico asintió y vino hasta mí.
―Qual è il problema con lei, signora Lombardi?
―Sono svenuto. Ma questa mattina ho vomitato.
―È successo più volte?
―Sì. Giorni fa.
El médico buscó en su maletín algo y me lo dio.
―Se i miei sospetti sono veri, avresti dovuto avere il ciclo qualche giorno fa. Se non mi sbaglio, fai il test di gravidanza e fallo. Lasceremo dubbi.
No podía creer que podía estar embarazada. Cómo se me había pasado mi periodo. Supongo que habrán sido todos los problemas que he tenido últimamente y también la luna de miel.
Entre en el cuarto de baño de la planta baja y me hice el test de embarazo.
Entendía muy poco de ello y solo me limité hacer lo que el prospecto decía.
Cuando salí con el test en la mano pocos minutos después, se lo entregué al médico.
Él lo estuvo mirando mientras qué Dante se ponía a mi lado y en segundos, el médico dijo:
―Congratulazioni, signori Lombardi. Diventeranno genitori. Tua moglie è incinta.
Dante se quedó sin saber que decir y yo le dije al médico, mientras que él escribía algo en un pequeño papel:
―Grazie dottore. Cosme, ti accompagno all'uscita e mi lascio solo con mio marito.
―Va bene, señora Lombardi.
Cosme acompañó al médico a la salida de la casa y me he quedado a solas con mi esposo.
―No pensarás tener a ese bebé ―dijo de pronto.
―Lo voy a tener. Y lo haré con o sin ti. No pienso abortar porque tú no quieres tener hijos.
―Violeta te ordeno que abortes.
―Y yo no lo voy a hacer. No recibo órdenes en cuánto a decisiones forman parte de los dos. Serás mi amo, pero jamás me dirás qué tengo que hacer con algo que ya forma parte de mi cuerpo.
Hice una pausa.
―Dante, si tú no quieres ser padre a mí no me quites el derecho de ser madre. Antes de desmayarme, quería contarte que quería adoptar a Ángelo. Quería que ese niño tuviera una familia en la cual criarse y tener mucho amor. Pero está claro que voy a tener que criar a nuestro hijo y Ángelo yo sola. Porque el padre de esta criatura que llevo ―me puse las mano en la gripe― es tan egoísta que no se da cuenta de que podría ser un poco más feliz con una familia. Espero que ese bebé que perdiste en el pasado, te esté mirando y piense que no eres el padre que pensé. Uno con un par de huevos y tirar la vida hacia delante.
Ambos nos miramos a los ojos y no le dije nada más.
―Sí decidiste que yo fuera tu sumisa y a la vez tu esposa, toma la decisión por ti mismo de ser padre. Pero si decides no estar a mi lado, yo te prometo por mis padres y por Román que jamás me volverás a ver. Ni a mí ni a tu hijo.
Decidí que no iba a pasar con él una velada junto a la chimenea. Ya que estaba un poco cabreada.
Entre en la habitación pocos minutos después.
Me puse el pijama de seda y entré en la cama en segundos.
Comencé a tocarme la tripa. Nunca me había imaginado de qué iba a ser madre y más en la misma situación en la que me encontraba. Con Ambrose detrás de mí y en la situación en la que conocí a Dante.
Tras minutos pensando, me tumbé en la cama.
Sentí la puerta de la habitación y me hice la dormida. Quería hablar con Dante. Estaba enfadada porque no quería estar en los mismos planes que yo. Y los dos sabíamos que este hijo no era buscado. Pero yo aun así lo deseaba.
Sentí en segundos, como mi marido me abrazaba. Pero le aparté enseguida la mano.
Fue Dante cuando apagó la luz que me hizo entender que había comprendido lo que le había dicho. Aun así, sabía que no cambiaría de opinión con respecto al abortar al hijo que esperaba de él.

El Purgatorio Dónde Decidí Quedarme (Cicatrices #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora