La mañana llegó y el sol de La Habana estaba fuera. Supe que haría un bien día para ir a la playa o pasear por las calles de la ciudad.
Cuando me giré, Dante no estaba. Pero el olor de su perfume estaba en la almohada.
Levanté la cabeza y cuando miré hacia la ventana, mi esposo estaba allí tomando un café.
Me levanté de la cama y fui hacia a él. Supuse que lo que hablamos durante la cena, le hizo levantarse antes que yo y pensar.
―Buenos días, preciosa ―dijo.
―Buenos días.
Hizo una pausa.
―Lograste dormir.
―Un poco. Pero no paraba de pensar en lo que hablamos en la cena.
―Lo supuse.
Hice una pausa.
―Después de desayunar, te llevaré a pasear por la ciudad.
Asentí.
―Violeta, ¿cuándo piensas trabajar en la asociación de mis padres?
―No lo sé. Solo llevo unas semanas estudiando la carrera. Quiero tener mis estudios para ejercerla.
―Vale.
―¿Por qué Dante?
―Porque quería saberlo.
―¿Ha ocurrido algo? ―le pregunté.
―Requerimos al psicólogo o psicóloga. Si no lo hacemos en dos semanas, deberíamos de pagar una multa.
―¿Por qué no me lo dijiste antes? ―me senté.
―Por qué no sabía cómo te lo ibas a tomar.
―Pues ahora que lo sé, podía empezar cuando estemos en Italia.
―Te lo agradezco en mi nombre y el de mi familia.
―No tienes por qué dármelas.
Y en segundos, comencé a desayunar para olvidar lo que acababa de escuchar.
A media mañana, Dante y yo salimos a pasear por las calles de Cuba.
Noté mientras que caminaba una sensación extraña. Como si alguna nos estuviera siguiendo.
Dante cogió mi mano y comencé a sentir algo extraño en mi interior. Como si tuviera algo raro en mi interior. Pero no sabía lo que era.
Mi esposo me llevó por una de las calles de La Habana donde había muchas tiendas de ropa y lencería. No sé qué es lo que tenía pensado, pero suponía que era comprar más ropa de lo que ya me había comprado antes de casarnos.
Pero no fue así. Solo caminamos un par de calles más.
Regresamos al hotel y comimos algo. Y después de eso, Dante se marchó de la habitación. Dejándome un rato sola. Eso me daba un poco de paz.Más tarde, Dante regresó y traía consigo, varias bolsas pequeñas y una bolsa para meter un vestido.
―¿Qué traes ahí? ―le pregunté―. Un cargamento militar.
―No ―me respondió―. Te he comprado lencería, una cosa que te va a gustar y a mí me va a divertir, y un vestido. Quiero llevarte a bailar esta noche a una discoteca de La Habana.
―Y para eso tanta lencería. Para una sola noche.
―Te he comprado un vestido que no solo podrás usar esta noche. Lo demás es para divertirme como te he dicho. No quiero que le falte a esta luna de miel la emoción que quiero que tenga.
Trague saliva. Viniendo de Dante, podía esperar cualquier cosa.
―Toma ―me dio el saco grande―. Mira tú vestido.
Él me entregó la bolsa y la abrí. El vestido era negro con la falda corta. Salvo que en la falda había algunas flores de dos o tres colores.
―Es precioso.
―Sabía que te iba a gustar.
Pero no le dije nada.
Dante se movió y yo también lo hice.
Desde el balcón de la habitación estuvimos un rato hablando de nuestra vida privada antes de conocernos. Pero Dante paró de hablar, después de que le hiciera una pregunta. Una que le molestó.
Ya oscurecido, me duché y comencé a prepararme.
Desnuda ante mi esposo, él comenzó a ponerme un arnés.
―¿Qué tienes pensado? ―pregunté.
―Calla ―me ordenó.
Cuando terminó de poner el arnés sobre mi espalda, paró antes de poner la tira sobre mi sexo.
―Encórvate, Violeta ―me ordenó de nuevo.
Le obedecí y él comenzó a tocar mi sexo con suavidad.
Sentí un breve dolor sobre mi vagina y en segundos, un dolor seguido sobre mi ano.
―Voy a divertirme mucho esta noche ―dijo de nuevo.
Y Dante terminó de poner la tira sobre mi sexo.
―Ponte recta.
Le obedecí.
Me puse recta y Dante volvió a decir:
―Termina de vestirte.
―¿Qué me has hecho?
―Te he puesto varias cosas que harás que me divierta un poco.
Comencé a vestirme y en segundos, sentí vibraciones en mi sexo.
Gemí por segundos. Eso hizo que casi me cayera de culo al suelo.
Las vibraciones cesaron y miré a Dante furiosa.
―Pues sí que funciona ―dijo.
―Me has puesto el arnés para que no se me cayeran eso que me has puesto en el ano y el vibrador para salir a bailar.
―Así es.
―Quítamelo.
―No. Ya te dije que no recibía órdenes. Y menos la de mi esposa.
Y en segundos, volví a sentir las vibraciones y ese dolor agudo en mi ano.
―Páralo.
―No. Al menos que te disculpes.
―Vale ―dije―. Lo siento, señor.
―Buena chica ―dijo.
Las vibraciones cesaron de nuevo y en segundos, terminé de vestirme.
En pocos minutos, Dante y yo nos fuimos a bailar a esa discoteca de La Habana.Cuando llegamos al lugar al que mi esposo me había llevado, pidió dos copas de lo mismo.
Tras beber de ella, Dante me sacó a bailar tras escuchar una canción cubana del grupo música Orisha. Una canción que me gustaba mucho. Ya que la primera vez que la escuché fue cuando vi la película en la cual salió. Al parecer esa discoteca se acordaba de las buenas canciones.
Dante empujó mi cadera hacia su cuerpo, mientras que sentía las vibraciones en mi sexo y el dolor en mi ano. El cual se comenzó a dilatar con cada movimiento que hacíamos.
―No gimas ―me dijo en el oído.
Pero no le dije nada.
Mi esposo comenzó a moverse y moverse al ritmo de la música. Y mientras que lo hacía, el deseo era cada vez más intenso. Quería llegar al hotel para entregarme a ellos y entregarle también mi pasión.
Tras varios minutos de baile, Dante me sacó de la discoteca y me llevó hacia el coche.
Ahí, solo dijo algo que me lleno aún más de deseo.
―No te corras hasta que lleguemos al hotel y yo te posea. Mientras tanto, aguanta el orgasmo. Porque será junto cuando nos corramos.
Asentí.
Dante arrancó el coche y nos marchamos de allí.
Al llegar al hotel, fuimos hasta el ascensor. Para nuestra suerte, no había nadie a esa hora.
Dante le dio al botón de nuestra planta y la puerta se cerró.
Yo aun con las vibraciones en mi sexo y muerta por el deseo, cogí a Dante por la chaqueta de su traje y le besé sin pensármelo.
Cuando llegamos a la planta, le quité un poco la chaqueta, mientras que él me arrastraba hasta la habitación.
En segundos en la suite, Dante me quitó el vestido, el arnés y lo que tenía puesto sobre mi sexo, me giró para penetrarme.
Tras comprobar que yo estaba mojada y a punto de explotar en un orgasmo; él se terminó de desnudar.
Y en breve, Dante me poseyó hasta que ambos terminamos fundidos en la misma pasión y el mismo éxtasis.
Comprendí que ese era el purgatorio donde decidí quedarme tras casarme con él.
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El Purgatorio Dónde Decidí Quedarme (Cicatrices #2)
Fiksi RemajaLa historia de Dante y Violeta continúa. Pero esta vez, el pasado estará más presente que nunca. Dante toma una decisión y ella acepta al instante. Y a partir de ese momento, él hará todo lo posible para protegerla de ese pasado que le perturba desd...