rosas

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El sonido de la alarma me despertó, me removi con molestia en la cama. Todo mi cuerpo dolía. Me levanté de la cama y fui al baño y me di una ducha de agua fría, eso ayudó a calmar un poco el dolor en mi cuerpo. Lave mis dientes, me maquille y me arreglé.

Tomé mi mochila, mi cartera y mi celular. Bajé de mi habitación y fui a la cocina por una manzana.

—¿A dónde vas?— me preguntó Oliver. Venía de afuera.

—A la universidad— dije obvia —¿y las llaves de la camioneta?— pregunté

—¿Irás así?— preguntó entregandome las llaves

—¿Me veo mal?— me miré. Vestía unos jeans negros, una playera manga larga negra y unas botas negras

—No, no me refería a eso. Pensé que te quedarías en casa a descansar—

—Tengo exámenes que presentar, no puedo faltar— mentí.

En realidad no tenía ningún examen que presentar, solo quería ir para ver a Camila. Tenía planeado pedirle una cita y quería hacerlo hoy.

Nunca antes había ido a una cita con alguien, si Camila aceptaba, élla sería la primera persona con la que tendría una cita. De echo, sería la primer persona con la que intentaría algo. Nunca he tenido novia o novio. Si, me acosté con algunos chicos y chicas, pero solo era cosa de una noche. Nunca me imaginé a mi planeando la manera de pedirle una cita a alguien, y es justo lo que hacía ahora.

Siempre pensé que mi destino era estar sola porque la gente que se acerca a mi, al poco tiempo se marcha. Nadie antes había intentado conocerme, simplemente se iban al sentir mi lejanía, pero Camila no lo había echo. Tal vez lo hacían por que sabían que no valía la pena perder su tiempo con alguien como yo y me preguntaba ¿cuanto tiempo le tomará a Camila darse cuenta de eso? Esperaba que nunca lo hiciera, no quería que élla también se alejara de mí.

—Me tengo que ir— salí de casa

—Oye Lauren— me detuvo Oliver cuando estaba por entrar a la camioneta

—Mande—

—Nada, es solo que… quiero que tengas presente lo mucho que te quiero— me dijo. Yo asentí y le di una leve sonrisa sincera, me metí a la camioneta y manejé directo a la universidad.

Apreciaba mucho a Oliver, el era el padre que no pudo ser Mike para mi y sabía lo mucho que me costaba decir esas palabras. No recuerdo haber recibido nunca un –te quiero– de parte de nadie, de igual manera nunca le había dicho esas palabras a nadie. Oliver lo sabía y no le importaba que yo no le dijera lo mismo a el cuando me lo decía, el sabía que aunque no lo dijera lo sentía.

En el camino a la universidad me encontré a la misma pequeña que vendía rosas en el semáforo. Esta vez me estacione para poder comprarle

—¡Hola señorita!— dijo sonriente la pequeña. Se paraba de puntitas para alcanzar la ventana. Abrí la puerta de la camioneta —¿Hoy no quiere comprarme una rosa? O dos, también tengo ramos de 7 rosas—

—Dame un ramo— le dije sonriendo. Era una pequeña de ojos azules, su cabello era castaño, lo tenía amarrado en una coleta alta desarreglada. Me parecía demaciado tierna, me agradaba y solo esperaba que no la estuviese pasando tan mal

—Aquí tiene— me dio el ramo y le pagué —No quiero molestarla, pero… ¿le puedo hacer una pregunta?—

—Claro—

—¿De que color son sus ojos?— preguntó curiosa

—Verdes, pero algunas veces cambian a un verde más claro o más fuerte y se ven distintos—

—Son muy lindos—

—Los tuyos también son muy lindos— respondí

—Si, pero los de usted lo son más, nunca había visto unos iguales—

—Gracias— dije. Élla se agachó y buscó entre la cubeta de rosas que cargaba

—Esta se la regalo yo— me entregó una rosa blanca —para que sus ojitos ya no estén tristes— dijo. La miré y sonreí

—Gracias—

—Señorita, ya me tengo que ir, tengo que terminar de vender las rosas, espero volver a verla de nuevo. Adiós—

—Adiós—

Continúe mi camino hacia la universidad, mi humor había cambiado. Apesar de el molesto dolor que sentía en todo mi cuerpo, estaba feliz, la pequeña me había alegrado el día.

Llegué a la universidad, me estacione y revisé mi celular. Camila no había respondido el mensaje que le había dejado la noche anterior dándole las buenas noches. Pensé en mandarle mensaje, pero no lo hice, no quería molestarla.

Tomé las rosas y mi mochila al bajarme de la camioneta. Un auto gris se estacionó a lado de mi, de él salió Christopher y enseguida élla. Camila.

Algo en mí dolió, deseaba que fuesen los golpes y no otra cosa.

No despegue la mirada de ellos, pude ver como Christopher le tomó de la mano a Camila y élla se soltó de inmediato, enseguida Camila y Christopher comenzaron a hablar, parecía más una discusión.

Mi mente decía que me fuera a mi salón de clase, pero mi cuerpo caminaba en dirección a ellos.

—¡Entiende que no! No me toques, no me hables y no te me acerques, si me vine contigo fue porque mi papá literalmente me obligó— dijo Camila con molestia. Christopher se fue y la dejó hablando sola.

Cold gazeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora