XV

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Alice

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Alice

Desperté asustada, acelerada. Había tenido un horrible sueño, aunque recordarlo con claridad me era difícil, la sensación de angustia y preocupación era algo que aún estaba latente en mi mente y en mi corazón, el cual latía frenéticamente. Me levanté de la cama. La idea de volver a dormir no era una buena opción para mí, pues tenía miedo. No sabía a qué o a quién, pero esa sensación que me provocaba era indescriptible. Mis ganas de llorar eran inmensas.

Salí al balcón en busca de un poco de aire fresco. Algo que me hiciera olvidar ese mal momento. Me perdí en la nada. No me percaté del tiempo perdido entre mis pensamientos y lo que veía. El sol comenzó a salir, lo que me indicó que era tarde. La alarma de mi teléfono logró volverme a la realidad, indicándome que debía apresurarme. Tomé una ducha, cambié mi ropa y cepillé mi cabello. Unos minutos y ya estaba lista, saliendo de la habitación.

—¡Susan, despierta! —Abrió los ojos. Me observó fugazmente y luego al reloj que se encontraba en la pared.

—¿Por qué me despiertas tan temprano? —dijo, haciendo berrinche.

—Desde hoy te levantarás a esta hora. Llegas demasiado tarde al colegio, eso habla muy mal de ti, tantas faltas y llegadas tarde terminarán afectándote—la saqué de la cama; la empuje hasta el baño y cerré la puerta para que comenzará a ducharse.

Mientras la esperaba, decidí bajar a la cocina y comenzar a hacer el desayuno. Minutos después Elisabeth entró apresuradamente y comenzó a sacar cosas de la alacena, pero haciéndolas caer al suelo.

—¡Buenos días! —saludé mientras me percataba que aún estaba en pijama.

—Alice, lamento no haberte saludado. Me quedé dormida y ya es muy tarde. Pronto bajarán todos y...—dejó de hablar—¿Hiciste el desayuno?—Sonreí y asentí. Luego dije:

—Ahora vivo aquí, quiero ser de provecho, ayudar en algo. Esto es lo menos que puedo hacer, espero no te moleste que me haya tomado este atrevimiento.

—Ésta es tu casa. Agradezco mucho tu ayuda...

Ya Elisabeth servía el desayuno, cuando me encaminaba hacia la habitación de Susan. Avanzaba por el pasillo cuando me encontré con Sol. Sonreí gentilmente esperando que ella hiciera lo mismo. Lamentablemente no fue así.

—¿Por qué no me has delatado? —la observe con detenimiento—. ¿No le habrás dicho a los Montgomery que me viste bebiendo y tuviste que traerme a casa porque estaba demasiado ebria para volver sola?

—No soy ninguna chismosa. Aparte lo que hagas con tu vida es tu problema, no mío. Sólo te aconsejo, ten cuidado con tus amistades. Más con el chico aquel que te acompañaba ese día.

Alma De Un DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora