XXIX

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Alice

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Alice

Me desperté después de escuchar murmullos mientras golpeaban la puerta con insistencia. Parpadeé varias veces, logrando abrir por fin mis ojos. Olvidé el alboroto de afuera en el momento que mis ojos se encontraron con los suyos. Sonrió tiernamente, yo hice lo mismo. Rodeó mi cintura con sus brazos y me atrajo hacia él. Depositó un beso en mis labios y me dio un—Buenos días—. Sonreí, apenada. Sentirlo cerca me despertaba un sinfín de emociones. Un grito inesperado arruino el bello momento:

—¡Sebastián!

Éste se puso en pie y se acercó a la puerta.

—¿Qué pasa? —preguntó con voz ronca debido a que se acababa de despertar.

—Déjame entrar y te explico.

Max giró la perilla con brusquedad. Pero no pudo abrir. Parecía dispuesto a entrar, sin importarle que tuviera que romper la puerta.

—¿Por qué estás encerrado? Abre, es urgente—Max seguía aporreando la puerta.

—¿Qué hago? No quiero que me vean—murmuré.

Conocía perfectamente a Max. En minutos toda la familia se enteraría que habíamos dormido juntos.

Sebastián me tomó de la mano, y me hizo seguirlo. Se detuvo frente a la pared, colocó su mano sobre ella, empujó un poco y se escuchó un mecanismo que dejó al descubierto un escondite.

—Quédate aquí, evita hacer algún ruido—asentí. Sebastián desapareció, cerrando la puerta detrás de él.

—¿Porque no abrías? —escuché decir a Max, quien caminaba de un lado a otro de la habitación.

—Estaba dormido—contestó Sebastián—¿Qué es eso tan importante que tienes que contarme?

—Susan está muy preocupada porque Alice desapareció. Ayer no estaba bien y no durmió en su habitación, todo está intacto. No responde su teléfono, y la buscamos pero no está por ningún lado, comenzamos a preocuparnos. Debemos ir a buscarla.

—Eso no significa necesariamente que le haya ocurrido algo. Tal vez simplemente salió por ahí...

Los chicos siguieron conversando y yo dejé de prestar atención. La habitación donde me encontraba era alucinante. Era como un estudio que Sebastián utilizaba para crear sus pinturas. Había cuadros en las paredes, y muchos otros apilados sobre el suelo en alguna esquina de la habitación, los más recientes y aún inconclusos reposaban junto a una gran cantidad de tubos de pintura en una mesa de madera. También había lápices, pinceles de diferentes tamaños. Había mucho desorden, mucho color y mucha variedad, pero en desorden. Pero esas pinturas eran simplemente maravillosas, hermosas, estaba anonadada, no podía dejar de observar todo aquel arte.

Sin querer golpee levemente un lápiz, el cual cayó al suelo. Me quedé en silencio intentando descubrir si Max me había escuchado. Seguían conversando. Lo busqué. Había rodado hasta un extremo inexplorado de la habitación. Descubrí un cuadro cubierto con una manta blanca. La quité con delicadeza y me quedé sin aliento. Era una perfecta y muy detallada pintura de mi rostro. Cada detalle era perfecto. Me resultaba extraño observarme en una pintura y a la vez conmovedor. Nunca me habían hecho un retrato. El color de mis ojos, mi cabello rizado cayendo ligeramente sobre mi rostro, cada línea de expresión, la forma de mis labios, es como si me observara en el espejo, era fascinante. Una sonrisa acompañada de una lágrima apareció sin aviso.

Alma De Un DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora