XXVI

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Alice

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Alice

La luz del sol golpeaba mi rostro con brusquedad. Intenté moverme, huir de la intensa y molesta luz, pero algo me lo impedía. Lleve mis manos hasta mi estómago, acariciando unas grandes y suaves manos, las cuales se aferraban a mi cintura con gran determinación. Gire sobre la cama, observando al ser más hermoso que había tenido la dicha de conocer: Sebastián. Coloqué mi mano sobre su pecho, sintiendo su latido, un suspiro le brotó, alborotando mis cabellos. Me abrazó con fuerza. Su corazón y el mío se acompasaban, creando una hermosa melodía que nos hacía sentir tranquilos y felices.

Miré su rostro, un rostro pacífico, su sueño tranquilo, su sonrisa de niño bueno, y esos labios rosados y perfectos que me incitaban.

"No deberías dormir con él. No puedes cometer los mismos errores aunque te sientas bien a su lado, esto te hace débil y te hará daño". Me reprendí, no quería pasar por lo mismo, no quería sufrir, solo buscaba ser feliz. Con mucho cuidado me liberé de su tierno agarre. Me puse de pie y tomé una toalla para darme una ducha.

Coloqué la toalla alrededor de mi cuerpo. Recordé que mi ropa y mi maleta se encontraban en la habitación. Abrí la puerta y desde ahí lo vi dormir tan plácidamente, que me animé a ir por mi ropa.

-¿Qué haces? -dijo de pronto, sobresaltándome.

-Busco mi ropa-respondí, intentado sonar segura.

Me puse de pie al lograr tener la ropa que deseaba. Pretendía volver al baño cuando escuché sus pensamientos.

"¿Acaso esta chica me está probando? Sólo de verla así, no creo poder superarla... Rayos, debo tranquilizarme.

-No te preocupes, no es una prueba-murmuré, al tiempo que entraba al baño.

-¿Escuchaste mis pensamientos?

-Sí-salí con rapidez, ya vestida.

-Lo siento, debes creer que soy un pervertido, pero no tienes idea de lo que causas.

-Estamos a mano. La vez que entré al baño sin avisar, te encontré en una situación inapropiada.

-Alice, ¿me viste, verdad?... Rayos, lo sabía-exclamó entre molesto y apenado.

Tomé asiento a su lado. No dijo nada. Se notaba nervioso.

-No te preocupes-le dije-Quedará entre nosotros-me observó con sorpresa. Hice una seña con mis dedos, dando a entender que lo tenía pequeño.

-¡Alice!-me dio un leve empujón-¿No es tan pequeño? ¿O sí?-le guiñé un ojo, mientras le decía:

-Te espero en el restaurante, no tardes. Tengo hambre-salí a toda prisa, evitando hablar de más.

Al llegar, busque la mesa más alejada y escondida. Caminé hasta ella y tomé asiento. Me coloqué los auriculares y encendí la música a su volumen máximo.

Alma De Un DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora