Vuelta al infierno

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Just An Extra siempre se había definido como un amante de las bebidas calientes, aunque nunca había tenido un gusto especial por las que fueran energéticas, en especial si se trataba de café. Simplemente no llamaba su atención, ni siquiera el sabor que a muchas personas encantaba, le parecía especial.

Pero, aun así, como alguna vez se lo había mencionado antes a su protegido, el café y el chocolate le recordaban mucho a la chica que amaba, a la que nunca podría olvidar, la que siempre tendría ese espacio en su corazón, espacio imposible llenar.

Por ello no podía evitar regresar siempre al mismo lugar aun cuando se tratara de una tienda de conveniencia. Solo necesitaba tener café. No le importaba el sabor, el aroma, o la calidad, solo el color. Quería tener siempre en su corazón, algo que le recordara a ella, algo tan dulce como esas golosinas que amaba, o algo tan cálido como esa amarga bebida oscura.

La verdad es que Just an Extra, sabía que no estaba del todo cuerdo. Sabía que probablemente, en algunos años tendría que ser llevado a un hospital psiquiátrico, a veces lo pensaba, pero luego caía en cuentas de que todos tienen un poco de locura en el fondo. Y aun así se sigue viviendo, aparentando, en medida de lo posible, ser parecido a otros individuos, aquello que es mejor definido como normalidad, como la medida estándar de la humanidad.

Se apresuró a tapar aquel vaso desechable, el clima era tan frio aquella noche, que no importa cuánto se hubiera abrigado Nathaniel, no fue la mejor decisión que se quedara afuera esperando. Aunque tardara solo un par de minutos, Just An Extra sintió remordimiento. Tenía un mal presentimiento, a pesar de no considerarse alguien precisamente espiritual.

A pesar de contar con un pintoresco grupo de amigos, sentía que la amistad seguía siendo un enigma para él. A veces le deseabas la felicidad absoluta a tus cercanos, pero otras veces, era necesario protegerlos de sus propias tonterías. Bien dicen que los amigos no te apuñalan de espaldas, mas bien, te apuñalan de frente.

Y Just An Extra, estaba harto, harto de ver a su amigo sufrir tanto. A pesar de su gran avance, le inquiteaba que Nathaniel aún no hubiera olvidado a Marinette por completo, y si no era eso, le inquietaba que algún evento peligroso apareciera frente a él en su escuela (aquella que parecía llamar desgracias, ¿Es que no había otras escuelas donde aparecieran akumatizados?). Y en medio de aquel peligro, el complejo de héroe de Nath apareciera y terminara protegiendo a aquella que tanto había amado antes.

¿Era un complejo? ¿O era que en realidad Nath era un héroe de corazón?

El café resbaló del sencillo vaso, quemando sus dedos mientras pagaba en caja. Pero Justie no pareció sentirlo, su cabeza estaba ardiendo de rabia de solo imaginar una y mil veces los escenarios donde pudieran lastimar a Nath, todo a causa de cierta muchacha de coletas. No, no, no era un doctor perfecto. No era un títere con hilos atados a sus manos. No era simplemente el alivio cómico de una novela barata. Como había dicho antes, hasta un aspirante a médico tiene sentimientos, y en su caso, se habían vuelto un tanto negativos y paranoicos.

Suspiró. Era demasiado mayor para dejarse llevar por recelos tan infantiles. Pero era un hecho que no era una persona de muchos amigos y realmente apreciaba a Nathaniel.

Trató de centrarse una vez más en la sonrisa de Eileen, mientras abría las puertas de aquella tienda. La oleada de los vestigios de invierno le golpeó la cara. A pesar de que estaban a un par de semanas para que llegara primavera.

El clima había estado raro últimamente, pero aquel día en especial, parecía completamente fuera lugar "¿Que pantuflas pasaba con ese mundo? ¿Es a causa del calentamiento global?

Aquellas absurdas cuestiones se disiparon cuando dio un par de pasos fuera de la tienda, un vapor parecido a neblina envolvía las aceras, pero pronto notó que no estaba solo...

Si la vida te da tomates...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora