Esperanzas

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-Y-yo- es que yo, quiero saber, quiero decirte, t-tal v-vez t-tu y-yo.

Sus manos no paraban de sudar, incluso parecía que no se iban a detener aun cuando ya había reunido el valor suficiente como para llamar su atención. Se había quedado paralizado frente a ella.

Era inevitable, aquellos enormes ojos azules lo intimidaban mucho, pero no porque le tuviera miedo, o porque pensara que en cualquier momento ella le avergonzaría en frente de todos.

No, Marinette Dupain Cheng no encajaba con aquella descripción. Lo cierto era que le daba mucha pena que tuviera que ver su rostro, enrojecido a causa de la emoción; definitivamente era obvio que estaba loco por ella. Y aun con todos los días que había compartido junto a la peliazul, no le era posible dejar de reaccionar así.

Trato de articular alguna palabra, pero sus pensamientos no lograban ponerse en orden. Fue entonces que a su memoria llegaron unas palabras de una voz conocida.

"Júrame que se lo harás saber, que no vas a acobardarte como yo... creo que te dije esas palabras sin pensar en qué pasa si te pones nervioso frente a ella, creo que lo mejor que puedes hacer es imaginarte que podría pasar si Marinette te corresponde"

Su cuerpo dejó de temblar y fue entonces que se atrevió a decir lo que tanto había guardado.

-Es momento de que lo sepas, es que yo, yo siempre he estado enamorado de ti... siempre he deseado con todas mis fuerzas estar a tu lado, y compartir muchas más cosas con tu compañía, yo, si tú me lo permites quiero amarte por siempre y para siempre, y tienes que saber que aun con el pasar de los días no logro sacarte de mi mente, pues tu eres el mundo en el que quiero vivir, eres la persona con la que quiero permanecer.

Dijo aquellas palabras con tal seguridad, que su profunda voz no tembló ni un poco con esa confesión.

Nathaniel observó cómo su musa llevaba las manos a su boca, como muestra de sorpresa, abría los ojos aún más que antes y sus cejas se encontraban muy levantadas. Observó que aquellos cristalinos zafiros se volvían llorosos.

-Oh Nath – respondió Marinette con la voz entrecortada- no te imaginas cuanto estuve esperando a que este momento llegara. Yo también estoy enamorada de ti... mi dulce dulce pelirrojo.

-Quieres entonces... - la mirada del dibujante brillaba de emoción- ¿t-t-te gustaría ser mi novia?

El pelirrojo no esperaba obtener como respuesta un cálido abrazo de la muchacha, su cuerpo volvió a temblar mientras ella temblaba repartía tímidos besos en su rostro ¿era verdad lo que estaba ocurriendo?

Se sintió eufórico en aquel momento, era una felicidad tan grande que no experimentaba desde hace mucho, pues su vida se había quedado llena de desgracias desde aquel accidente en el que perdió la movilidad de sus piernas; pero eso ya no importaba, pues ahora tenía a su amada en sus brazos, siendo condenadamente feliz.

Pero aquella felicidad fue rota en el instante en que sintió un firme toque en el hombro.

-¡Nathaniel! ¡Nathaniel Kurtzberg! Otra vez durmiendo, cuantas veces te he dicho que esto es una grave falta de respeto – Su profesora de química, la señora Mendeleiev tenía el rostro enrojecido debido a la indignación- si vuelves a hacer algo así en mi clase, me encargaré personalmente de llevarte con el director para asegurarme que te suspendan.

Nathaniel sabía que aquello no era verdad, pues, desde que había regresado del hospital se quedaba dormido en las clases y nunca había tenido represalias a ese comportamiento, su cansancio extremo se debía por completo a que, pasaba noches y madrugadas enteras conversando mientras paseaba por la ciudad con cierto pelinegro. En realidad le parecía injusto que le dieran un trato especial por ser inválido, pero al menos en ese momento le pareció útil, ese día en especial no se sentía de humor para que lo regañaran, ya le estaba yendo muy mal en todo y seria aún más insoportable que empeorara.

Si la vida te da tomates...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora