¿Nervios de acero?

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-¿Qué es eso que tienes ahí, Nathaniel?

- ¡Nada que a ti te importe!

El niño de cabello castaño hizo un gesto de disgusto

-Estúpido cabeza de tomate, si no me das por las buenas ese cuaderno que tienes en tus manos, lo harás por las malas – dicho esto dos niños mas fuertes que el pelirrojo lo tomaron por los brazos levantándolo del piso. El líder tomó el cuaderno infantil y le echó una ojeada, no eran mas que garabatos patéticos.

-Y esta basura era la que te estabas empeñando por defender?, alguien pobretón como tu y encima sin talento, nunca lograra a ser importante

-¡Victor para ya! ¿Porque siempre me tratas mal? – Los ojos del pequeño pelirrojo se llenaron de lágrimas al decirle eso al chiquillo que lo andaba molestando

-Nathaniel, detesto a la gente sin dinero como tu, en especial a los mami dice que tu madre te heredo esos horribles pelos rojos, y que solo los hijos del diablo nacieron así, ¡por lo tanto yo no te veo como mi primo!

-¡No te metas con mi mamita, malcriado!

-Si no te vas ahora de Paris, a tu estúpido pueblito, yo mismo haré que no quieras volver nunca, chiquillo endemoniado – dicho esto, el malcriado Victor rompió en miles de pedazos su cuaderno de dibujos frente a sus angustiados ojos.

Nathaniel no pudo evitar empezar a gritar y llorar de la impotencia. ¡Había dedicado mucho tiempo en esos dibujos! Su madre la había dicho que los grandes artistas, una vez que tenían renombre podían vender sus cuadros a coleccionistas. Y podían ganarse la vida así. Pues bien, el plan del lindo pequeño era ese, vender sus mejores dibujos para ayudar un poco a sus padres.

Pero todo fue reducido a simples trozos de papel que ahora se llevaba el viento.

Victor hizo una seña para que los infantes que sostenían a Nathaniel le metieran la cabeza en la fuente. Ellos obedecieron sin rechistar.

El pelirrojo comenzó a patalear para que lo soltaran, pero no podía resistirse a la fuerza de aquellos "gorilas" el agua estaba helada por los vientos invernales, pero lo más preocupante era que estaba a punto de perder el oxígeno de sus pequeños pulmones, pensó que sería su fin...

-Basta ya, ¡deja a ese niño en paz!

Nathaniel cayó dentro de la fuente, los tres niños iban a ir a pelearse con la voz que le había salvado. Cuando el infante se reincorporó, solo alcanzó a ver que sus 3 "amiguitos" se iban corriendo mientras llamaban a su madre.

Cuando alzó la vista, lo que le pareció, el rostro más bonito y lleno de luz, de todo el mundo.

-¿Estas bien? - Su dulce salvadora le tendía la mano para ayudarle a salir de las gélidas aguas.

-Yo.... Yo...

- ¿Esos niños eran tus amigos? Creo que no deberías juntarte con quienes te hacen daño. – la niña guardó lo que parecía ser un yoyo en uno de sus bolsillos del abrigo mientras le miraba fijamente

-S-son mis primos – los dientes del pelirrojo comenzaron a castañearle, el frio que sentía era insoportable, pero no quería dejar de ver a su tierna heroína.

Ella tenía unos enormes ojos azules, que le transmitían que era una persona amable. Su cabello, atado en dos pequeñas trenzas con moños entrelazados, era color negro, pero tenía unos destellos azules. No se parecía a nadie que hubiera visto antes. No... ella parecía una valiente princesa salida de un cuento.

-¿Son tus primos? ¡Pero qué manera de tratar a su propia familia! – las mejillas de ella se inflaron para después enrojecerse. Parecía estar enojada – ¿le has dicho algo a tus padres de esto?

Si la vida te da tomates...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora