9. NOMEN

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Fui estúpida

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Fui estúpida.

Fui muy estúpida al relajarme, al creer que Madness era menos peligroso solo porque tenía forma humana en ese momento. Incluso controlando el cuerpo de Corbin, podía ver la maldad y la oscuridad en sus ojos. Desde que mencionó que quería alimentarse, algo en él había cambiado, sus facciones se habían afilado, como un depredador listo para comer. Liberé mi muñeca de su agarre y me levanté de la cama, necesitaba alejarme de él.

Él se enderezó y me observó.

—¿Por qué te alejas?

—No soy tu alimento.

Él dio un paso hacia mí y yo retrocedí hasta que mi espalda chocó con la pared detrás de mí.

—No tengas miedo, no dolerá.

—No te creo.

—¿Por qué no?

—Disfrutas confundirme, ¿no es así?

—Oh, ¿estás confundida?

—Este es tu plan, ¿no? —pregunté, sin quitarle los ojos de encima, no quería que se acercara—. ¿Quieres que crea que estoy loca?

—Tal vez estás loca y sólo soy producto de tu imaginación —dijo, encogiéndose de hombros.

—Eres real.

—¿Estás segura de eso? —él sonrió, y esta vez su boca se estiró de manera sobrehumana como un recordatorio sutil de que él estaba lejos de tener humanidad.

Él se acercó y apoyó una de sus manos junto a mi cabeza en la pared detrás de mí. Traté de escapar por el otro lado, pero él colocó su otra mano en la pared para terminar de encerrarme. Me concentré en su pecho, no quería enfrentarlo.

—Déjame ir —pedí sin mirarlo.

—No.

—Corbin.

—Ese no es mi nombre —me recordó seriamente.

Levanté la mirada para encontrarme con la suya. Ya no había rastro alguno de normalidad en sus ojos, el rojo carmesí le cubría incluso la parte blanca. Corbin se inclinó hacia adelante, su rostro a centímetros del mío.

—Dilo —exigió.

—¿Qu-que? 

—Di mi nombre.

—No —contesté con firmeza. Su mano fría agarró mi barbilla y la apretó. Luché por liberarme, pero simplemente me presionó más contra la pared.

—Dilo, Ángeles —sacudí la cabeza. Me apretó la mandíbula hasta que solté un quejido de dolor—. Ángeles.

—¡Suéltame! —grité, usando mis puños para golpearlo en el pecho. Él ni siquiera se inmutó. De repente, él deslizó su mano libre debajo de mi blusa, su palma abierta contra la piel de mi estómago. Me congelé. Él vio mi reacción y me sonrió—. ¿Alguna vez has sido tocada, Ángeles? —El miedo me heló la sangre y él lo notó—. Voy a tomar eso como un no —su mano subió, los dedos acariciando mi cintura.

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