21. ANTEBELLUM

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Al poner un pie dentro del baño, no sentí la firmeza y frialdad de la cerámica, sino una sustancia acuosa como si pisara lodo

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Al poner un pie dentro del baño, no sentí la firmeza y frialdad de la cerámica, sino una sustancia acuosa como si pisara lodo. Las paredes se ondearon de una forma imposible. Me tambaleé, mareada y luché contra las náuseas que estrujaron mi estómago. Observé a Madness en medio de todo, su oscuridad extendiéndose a los lados como tentáculos líquidos que rodeaban el baño.

Esto es lo que él hace, controla y altera la realidad de esta forma.

La oscuridad consumió todo y parpadeé, confundida. Ya no estábamos en el baño sino en un pasillo oscuro, había una puerta de madera al final con una ventana al lado. La cortina se movía al ritmo del suave viento nocturno. Salté cuando una niña me pasó por un lado, apresurada a la puerta y se detuvo al frente.

¿Era yo?

¿Qué era todo esto?

Podía sentir la presencia de Madness detrás de mí.

―Síguela ―susurró. Su voz sonaba justo en mi oído.

La niña soltó el osito de peluche que cargaba debajo del brazo y entró. Me quedé muy quieta. Las garras de Madness se posaron sobre mis hombros, no me atreví a mirar.

—¿Qué pasa, Ángeles? —Su voz había tomado ese tono aterciopelado que usó cuando casi lo besé—. Querías respuestas, ¿no?

―¿Por qué ahora? —pregunté, tenía un mal presentimiento y quería ser más cuidadosa con sus juegos mentales, ahora cuestionaría cada cosa.

―Dije que la siguieras ―ordenó, su voz se volvió más firme.

―¿Por qué? ―Me quité las garras de los hombros y me volví hacia él desafiante. Su oscuridad me envolvió, y aunque me asustara, ya no le daría el placer de mostrarle mi miedo.

―¿Quieres respuestas o no? ―Su voz recuperó su frialdad habitual―. ¿Qué estás esperando? ¿Tienes miedo?

―No ―dije con firmeza.

Esa sonrisa de colmillos afilados se extendió en la oscuridad.

―Estás mintiendo.

No dije nada.

―Tienes que entrar, Ángeles.

―¿Por qué? Si no me dices por qué, no lo haré.

―Todo lo que has hecho hasta ahora, además de llorar patéticamente y rogar piedad, es hacer preguntas ―explicó—. Ahora te ofrezco respuestas y no las quieres.

―¿Por qué? ¿Por qué querrías responder a mis preguntas de repente? ¿Por qué ahora? ―Lo ojeé con desconfianza. La sonrisa de Madness creció.

―Por fin te estás volviendo más inteligente, ¿no?

―¿Qué hay detrás de esa puerta?

―Descúbrelo por ti misma ―Su garra señaló la puerta. Él se inclinó sobre mí―. Si no quieres ir allí, entonces puedo divertirme contigo aquí mismo. —Su garra intentó tocar mi cara, pero la abofeteé.

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