12. IMBER

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<<Frío

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<<Frío...>>

<<Tengo tanto frío.>>

Emergí de la oscuridad y fui recibida por un frío insoportable. Mis párpados se sentían tan pesados, hice un esfuerzo para abrir los ojos. Lo primero que vi fue un techo blanco desconocido, era perfectamente blanco sin ningún tipo de mancha o marca. Mis músculos estaban tensados de forma dolorosa y rígida, cada músculo agotado. Tragué y me ardió la garganta y eso me recordó los gritos.

De repente, todos lo que había pasado llegó a mi cabeza. Apreté los puños cuando un dolor de cabeza penetrante me atacó, dejándome sin aliento. Dejé salir un gemido de dolor mientras luchaba por no volver a cerrar los ojos.

Madness...

El cazador...

Dagon...

Raven...

Hospital...

Todas las imágenes pasaban por mi cabeza mientras recordaba todo. Me senté respirando pesadamente. Mi corazón cayó al suelo cuando me di cuenta de que estaba en una habitación de hospital. Miré hacia abajo, al ver que no llevaba nada más que una bata de hospital blanca.

No...

Mi mirada cayó en la puerta blanca cerrada. El pánico llegó al instante. La claustrofobia comenzó a nublar mi mente, se formaron lágrimas en mis ojos. Quería pararme, patear esa puerta, pero estaba congelada. Mi respiración se aceleró aún más; sostuve mi pecho tratando de calmarme.

—No está cerrada —susurró la voz de una mujer desde algún lugar de la habitación.

Busqué la fuente de esa voz y vi que había una mujer de unos treinta años sentada tranquilamente en una silla. Llevaba un abrigo blanco y gafas elegantes. Su pelo negro estaba en una cola alta y en sus labios quedaba la sombra de un labial rosa. Me sonrió.

—¿Quién eres? —pregunté tratando de calmarme—. Necesito salir de aquí, soy claustrofóbica.

—Lo sé —dijo la mujer con calma—. Cálmate, la puerta no está cerrada.

—No te creo.

—Puedes comprobarlo por ti misma si quieres. —Me ofreció al señalar la puerta.

Ojeé la puerta y luego a ella de nuevo.

—¿Cómo sabes que no voy a escapar?

—Hay dos guardias al otro lado de la puerta —explicó.

—Oh.

—Escucha, Ángeles—

—¿Cómo sabes mi nombre?

—Sé un montón de cosas sobre ti. —La observé dudosa. Abrió una carpeta en su regazo y comenzó a leer de ella en voz alta—. Ángeles Fairwell, recepcionista—

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