10. POSSIDERE

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Cerré los ojos con fuerza mientras levantaba los brazos para tratar de protegerme

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Cerré los ojos con fuerza mientras levantaba los brazos para tratar de protegerme. Lo último que vi fue a Dagon saltar sobre mí, estaba segura de que me iba a atacar. Al instante me congelé de miedo. Esperaba el golpe o lo que fuera que me iba a hacer.

Había sido tan estúpida, ¿por qué le pregunté por su nombre? Culpé mi estúpida curiosidad, ciertamente necesitaba saber sobre todas estas reglas que los demonios que parecían tener. Pasaron segundos que se sintieron como una eternidad y nada pasó. El dulce olor a chicle de cereza me invadió la nariz. Fue entonces cuando me di cuenta de que había estado esperando las represalias de Dagon por un tiempo. Me atreví a abrir los ojos y lo vi; su cara estaba a sólo unos centímetros de la mía; sus ojos rojos brillaban de diversión.

—¡Bu! —susurró, juguetón.

—¿Estabas bromeando? —pregunté con incredulidad. Dagon hizo una gran burbuja rosa con su chicle, la hizo estallar y luego me sonrió.

—Te ves fea cuando estás asustada —bromeó y dio un paso atrás. Aprecié el hecho de que ya no estuviera invadiendo mi espacio personal.

—¡Me asustaste! —acusé.

—Lo sé —respondió casualmente y caminó hacia el sofá.

—Eso no fue gracioso, pensé que iba a morir —simplemente me ignoró y se tiró al sofá—. ¡Sal de mi casa ahora mismo!

—No.

—¿No? ¡¿Por qué estás aquí?! ¿No tienes algo demoniaco que hacer?

<<Oh, estoy segura de que luzco como una loca>>.

Era bizarro que no estuviera asustada, ni me sintiera amenazada al tener a un demonio en mi sala de estar. ¿Por qué no estaba enloqueciendo? ¿Ya me había acostumbrado a esta situación surrealista? Tal vez, ya estaba loca y Madness había logrado su propósito. O era el hecho de que Dagon parecía tan humano. Sus gestos eran casuales y no había casi nada sobrenatural respecto a él, excepto por sus ojos rojos inhumanos. Esos eran únicos. Me quedé muy quieta y lo observé, él podría darme respuestas, era mucho más relajado que Madness.

Dagon descansaba sobre el sofá con el antebrazo sobres sus ojos, solo podía ver su boca mientras hacia esa ridícula burbuja con su chicle y lo explotaba.

—¿Es cierto? —pregunté, manteniendo mi distancia.

—¿Qué?

—Si un humano dice tu nombre, ¿te da el derecho de tocarlos y alimentarte de ellos? —Su silencio fue una respuesta clara—. ¿De qué se alimentan exactamente?

—Nuestras necesidades no son de tu incumbencia, Ángeles.

Suspiré en frustración y no tuve otra opción que sentarme en el sofá individual al otro lado. Me pasé la mano por la cara y me sentí observada. Al levantar la vista, me encontré a Dagon mirándome, ya no se cubría con su brazo y su cara estaba ligeramente girada en mi dirección.

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