Calidez sobre mis labios...
Abrí los ojos para ver a Pierre encima de mí. Sus ojos estaban cerrados, su boca contra la mía. Y me permití disfrutarlo, este tipo de contacto humano, lleno de amor y cariño me hacía tanta falta, había estado tan sola desde que terminamos.
Terminamos... recordé de pronto y puse mis manos sobre su pecho, despegándolo de mí.
—¿Qué haces aquí, Pierre? —Pregunté, mi mente nublada.
—Vine a verte. —Me dio esa sonrisa encantadora que me envolvió la primera vez que lo vi en el café cercano del hotel donde trabajaba.
—Pierre... tú y yo... ya no somos... —Bajé la mirada y noté que ambos teníamos el torso desnudo. ¿Cómo...?
Él acarició mi rostro.
—Te extrañé tanto, Ann —susurró por lo bajo.
Me tensé por completo porque Pierre nunca me había llamado 'Ann'.
—No eres Pierre —dije entre dientes, empujándolo. Pierre hizo un puchero, algo que jamás le vi a hacer en el tiempo que estuvimos juntos—. ¡Quítate!
Lo aparté, sentándose y él comenzó a reírse a carcajadas. Lo observé, asqueada, había una sonrisa sádica en sus labios. Vi con horror cómo sus ojos se convirtieron en un par de ojos rojos.
—¿No es esto lo que quieres? —La voz de Pierre se volvió fría —¿O te gusta más rudo?
—¡Déjame en paz!
—El tiempo corre, Ángeles, sigamos jugando —dijo y su rostro se quebró como si fuera de vidrio, pedazos cayendo a los lados, revelando oscuridad detrás de ellos.
Madness...
Algo me sacudió, despertándome de golpe. Sostuve mi pecho tratando de recuperar mi aliento.
—Fue sólo una pesadilla, fue sólo una pesadilla —Me repetí. Había algo frío sobre mi frente, estaba acostada, la superficie debajo de mí era suave y cómoda: una cama. Sábanas cálidas me envolvían.
Cuando mi cuerpo comenzó a despertar, sentí el ardor intenso en mi brazo. Me senté, mi cabeza palpitando dolorosamente. Ojeé la herida de mi brazo, estaba vendada y luego recordé lo que pasó...
Madness...
Daga...
Dolor...
Gina...
Ojos rojos en la oscuridad...
Estaba sola en la habitación y de inmediato, me sentí insegura. A pesar de que era de día, no había señales del sol. Me quité las sábanas y saqué los pies de la cama. El aire frío rozó mi piel desnuda, pero no me importó. Necesitaba hablar con Adriel, y disculparme con Gina, había cometido un acto horrible en su contra. La culpa invadió cada fibra de mi ser.
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Insania
HorrorTodos cargamos con un poco de locura dentro de nosotros. Y es esa irracionalidad la que lo alimenta, la que dibuja una sonrisa que muestra sus dientes afilados y listos para romper piel y destilar sangre. Él puede olfatear la locura en tu alma como...