20. QUATTUOR

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Entumecida

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Entumecida...

Mi cuerpo se movía en dirección a la casa, pero mi mente se había quedado atrapada en lo que había pasado. Adriel disparaba preguntas a las cuales no tenía respuesta. Mantuve la mirada baja al suelo nevado mientras mis pies seguían de forma automática. Apreté mis puños recordándolo...

Madness...

La marca en mi pecho palpitaba con el recuerdo de sus frías garras sobre mis hombros. Un destello de ira me cruzó cuando recordé su sonrisa burlona mientras me acercaba a él.

¿Cómo me rompió hasta el punto de que había olvidado lo que era? ¿Cómo podría desear esos labios fríos que sólo habían producido amenazas y palabras desagradables? Era un demonio, no era humano. Era un monstruo cuyo único interés era atormentarme hasta volverme loca.

Me dejé caer en el sofá y Adriel se sentó a mi lado, y se aclaró la garganta, pero me quedé mirando la pared frente a mí. 

―¿Ann? Por favor, di algo ―dijo en voz baja―. No has dicho una palabra desde que te encontré. ―Él sonaba tan lejano.

Bajé la mirada a mi regazo, mis dedos estaban entrelazados. Abrí la boca, quería decir algo, pero por alguna razón, no podía hablar.

―¿Ann? Mírame. ―Lo hice, y me encontré con sus ojos. Adriel me dio una sonrisa reconfortante―. Estás bien, ya estás a salvo.

―Adriel... Yo... ―No estaba segura de qué decir.

―¿Qué pasó? ―Preguntó en voz baja como si tuviera miedo de asustarme si hablaba demasiado fuerte.

―Estuvo aquí... de nuevo.

―¿Te lastimó?

―No. ―Contesté, sacudiendo la cabeza.

―¿Qué quería?

Joderme la cabeza como siempre.

―No lo sé.

―Estás segura de que estás bien, ¿Ann?

No dije nada.

Estaba agotada, cansada de ser usada, herida y de ser el entretenimiento de ese monstruo. Madness me había hecho daño, había logrado invadir mi mente y confundirme hasta el punto de que no sabía lo que era real y lo que no. Me sentía como una marioneta y él era el que tiraba de las cuerdas. Tenía que ser fuerte si quería mantener mi cordura porque obviamente estaba perdiendo esta batalla. 

Me di cuenta de que no me había estado defendiendo. Desde el primer momento en que Madness apareció en mi vida no había hecho más que llorar y huir de él. Le había dejado hacer lo que quisiera. Dejé que sus palabras se hundieran en mi mente, le creí las mentiras y caí en sus malditos juegos.

Sí quería sobrevivir, tenía que hacer algo diferente.

Sabía que no iba a ser fácil. Madness conocía mis debilidades; sabía cómo llegar a mí. Sin embargo, necesitaba analizar todo esto de forma más objetiva para encontrar la manera de proteger mi cordura.

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