Capítulo 4: Técnicas de curación prehistóricas

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La noche cayó, las gaviotas dejaron de graznar y los antiguos humanos se sumergían en sueños de caza y pesca. De repente empezó a llover, primero fueron unas chispas y luego se convirtió en una tormenta de fuertes rayos. En esa peculiar noche, mi cuerpo moribundo yacía sobre los brazos de Culini. La misión no falló, Siwa e Impalus llevaban sobre sus fuertes brazos un montón de cuerpos de corzos que vivieron alguna vez. Culini también arrastraba con una cuerda el cuerpo del mejor ciervo que conseguimos cazar. Pero la misión tampoco fue del todo exitosa, el nuevo integrante del escuadrón de actividades variadas estaba al borde de la muerte. ¿Cómo es que cuento esto si estuviera muerto? La respuesta es fácil, sobreviví.

Llegaron a la tribu tras 10 minutos caminando, allí me atendieron dos chicas que me introdujeron por la boca  unas bayas supuestamente curativas. Una de ellas cogió una planta, parecía marihuana, la enrollo en una hoja, quemó la parte delantera y me la introdujo en la boca para que se redujera el dolor.  También me colocaron unos tallos en la herida y apretaron fuerte. Se quedaron velándome hasta el amanecer, cuando finalmente desperté. Tras pasar toda la noche nerviosos, los Mataco y la misteriosa Siwa vinieron a verme. Me dieron un abrazo y yo, con una pequeña arma, dibujé un palo en la pared.

Un viaje a la prehistoria ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora