Capítulo 10: El principio del fin

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Caminé unos dos kilómetros a la deriva con Kimpa, mi vaca. Nació el crepúsculo y no tenía lugar para pasar la noche. Observé el entorno y descubrí que en este mundo aún existía la montaña en la que murieron mis amigos. Recordé la escena de la muerte de Culini: 

-''Voy a morir, admítelo, estoy destruido por dentro, todo mi cuerpo se está muriendo. Solo tengo un último deseo, protege a Impalus, de, de, Siwa...''

Me dieron escalofríos y dí un gran grito, un grito de dolor, un grito de los que das cuando no puedes soportar más el sufrimiento. No cumplí ni su último deseo, Impalus también murió y no pude despedirme de ella. Decidí volver allí, pero antes de eso tenía que pasar la noche en un sitio, y ese sería la antigua cueva. Intenté guiarme por la posición de la montaña, la cual estaba lejos, pero en frente de nuestro hogar. Tras mucho caminar llegué a la cueva de noche y me introduje en ella junto a mi vaquita. Algo curioso es que ahí dentro aún permanecía mi cama de paja. Era algo gracioso que fuera a dormir en la misma cama en la que dormí antes de ayer, pero con miles de años de diferencia. Reposé mi cabeza sobre la piedra, como en estos últimos seis meses hice. 


                                    A LA MAÑANA SIGUIENTE...                                              

Dejé a Kimpa en la cueva. Era el momento, el momento de partir a la montaña otra vez, así todas las dudas serán resueltas. ¿Por qué nos tendió la trampa allí el patriarca? ¿Qué pasó con el resto de la tribu? ¿Por qué apareció la gente extraña en la cima? ¿Qué son los símbolos en las lanzas? Solo había una forma de averiguarlo, y ya estaba perdiendo mucho el tiempo. Era hora de ir a la gran montaña rocosa. Seguí la ruta que recordé realizar hace unos días. Cuando llegué a mi destino, empecé a escalar. Otra vez utilicé las piedras para no caerme. Me tiré un largo tiempo para llegar hasta aquel camino nevado, pero logré hacerlo. Nada más llegar descubrí una pila de cadáveres,  ex-miembros de la tribu que fallecieron por la trampa de Umplass. Me puse a buscar el cuerpo sin vida de Impalus, pero no encontré nada. Con lo que sí me tope no intencionadamente fue con Culini. No quería verlo, solo quería dejar el cadáver de Impalus cerca de el suyo para que descansaran juntos, pero aquello no fue posible. Seguí el camino hasta la cima de la montaña y justo antes de llegar...

-Hey cariño mío ¿dónde vas? Obviamente era Alpass, con su bonito traje verde

-Hola hijo, por aquí no se puede pasar, ¿lo sabías? Era el patriarca, Umplass, con sus vestimentas azules. Ya se quitó las prendas prehistóricas que llevaba cuando me lo encontré antes. 

De repente, aparecieron los seis soldados de él y los cinco de ella, con sus respectivas lanzas llenas de símbolos extraños.

-Umplass, Alpass... ¡Dejadme pasar!

-Eh, ¿qué forma es esa de hablarnos? Dijo Umplass

-Estoy de acuerdo con él. Llamanos como todos los hijos a sus padres, papá y mamá. 













                                        ESCENA EXTRA

-¿Cómo que papá y mamá? ¿Que coño dices Siwa?

-Y dale con mi nombre inventado... Mira querido hijito te enseñaré todo desde el principio y el por qué de que estés aquí. Volviendo cincuenta millones de años atrás en tres, dos, uno...

Continuará...



Un viaje a la prehistoria ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora