Capítulo 1

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Dos meses, ese era el tiempo que había pasado desde mi compromiso con el lindo y sexy chico británico de ojos azules, y no fueron para nada tranquilos: no era un secreto que Robert es conocido por su impresionante imperio de la compra y venta de empresas, todos sabían quien era y que hacía. Nuestro compromiso rápidamente fue conocido y estaba en boca de todos, teniendo como resultado el que diéramos más de una entrevista contando nuestra dramática historia de amor, incomodándome en más de una ocasión por comentarios maliciosos, descorteses y sensacionalistas, Robert sabía manejarlo, yo no.

Pero fuera de eso todo había sido un sueño; Robert se había mudado a mi departamento y él se encargaba todos los días del desayuno, me llenaba de mimos y teníamos mucho sexo, era adictivo. También comenzaba a conocerlo más, notando que tomaba demasiado té de manzana canela, acompañándolo con galletas de naranja, sumergiéndolas en él. De igual manera, noté que era una persona muy paciente y serena, pero eso cambiaba cuando se trataba de preparar el agua para el té, quejándose y sugiriendo que compráramos una tetera eléctrica. Le gustaba vestir trajes a la medida y caros, al igual que sus accesorios, invirtiendo más en él de lo yo realmente lo he hecho en toda mi vida. Se excusaba diciendo que le gusta la buena vida y que podía costeárselo. Pero cuando estaba en casa no le importaba vestir elegante, optaba más por ropa sencilla y holgada, además que se quitaba los lentes de contacto y usaba su armazón, dejando su cabello despeinado.

Los Bennet regresaron a Londres terminando la primer semana del año, amenazando que regresarán más pronto de lo que nosotros esperamos, yo no dudaba de ello, disfrutaba mucho de su compañía. Jeanette advirtió que nos veríamos seguido en todo el año para los preparativos de la boda, la cual sería en diciembre, a costa de Robert, quien quería que fuera lo más pronto posible, pero yo quería que fuera en ese mes, por cuestiones sentimentales. Accedió de mala gana, aunque sospechaba que lo entendía y que también quería hacerlo de esa amanera.

Hoy era día de San Valentín, lo que significaba que era el cumpleaños 29 de Robert; preparé una pequeña tarda de fresa, su favorita, y su té para llevárselos a la habitación. Dormía boca abajo y con cautela me acerqué a él para subirme y sentarme en su trasero. Acaricié su espalda y dejé pequeños besos para despertarlo.

-Buenos días.-susurré en su oído, gruñó.-Despierta cumpleañero, te he preparado algo especial.

Conmigo aun encima giró para estar boca arriba y me acomodó sobre su regazo para después darme una tierna sonrisa, sentía su gloria mañanera debajo de mi, pero intenté ignorarla y seguir con el plan inicial.

-¿Sabes? no me molestaría despertar así todos los días.-dijo con voz grave.

-No todos los días son tu cumpleaños.-me burlé.

-Podríamos aparentar que si.-apretó mis caderas.

-Primero desayunemos y después lo demás.-le di un corto beso y bajé de la cama.

Tomé la charola que había preparado para la comida y esperé a que se sentara y apoyara en el respaldo de la cama, dejé la comida frente a él y me senté a su lado. Encendí la pequeña vela que tenía la tarda y le dije que pidiera un deseo. Cerró los ojos, pensó por un momento y la apagó.

-¿Qué pediste?-pregunté mientras quitaba la vela y cortaba la tarta.

-Que todos mis días sean así.-respondió con una sonrisa de medio lado.

Hice un pequeño puchero de ternura y lo besé, él sabía como decir las cosas correctas. Serví la tarta y el té, en cuanto probó lo primero suspiró de felicidad, como cada vez que comía algo que le gustaba.

-Gracias, por consentirme tanto.-dijo tomando mi mano y apretándola ligeramente.

-Es un placer.-le guiñé un ojo.-¿Ya has decidido quién será tu asistente?

The December WeddingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora