2 | Segundas oportunidades. Un nuevo amanecer

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Las semanas finales del sexto mes de embarazo pasaron entre visitas del medimago y atenciones por parte de su esposo, todo mientras guardaba reposo en cama. Más por gusto que por recomendación por su estado.

El vientre lo tenía aún más hinchado según ella, su esposo la desestimaba diciendo que sólo era debido al estrés por no poder dormir de manera adecuada debido a los bebés que jugaban sin parar en las noches. Su temperamento explosivo había sido llevado a extremos nunca antes conocidos. La falta de sueño, el dolor que sentía todo su cuerpo y la necesidad insana de salir la estaban volviendo loca. Por suerte los antojos habían disminuido después del tercer mes convirtiéndose en esporádicos. Ahora estaban preparando su cuarto para la hora del parto, las contracciones habían comenzado casi al medio día, en un inicio pensaron que era una falsa alarma pero el dolor perduró y hasta aumentó desestabilizando su magia en cuestión de segundos.

La llegada del medimago fue un alivio para todos los presentes, todos los miembros de la familia fueron llamados debido al nacimiento del heredero de la casa Black. Aunque la noticia era un motivo de regocijo, había un pequeño problema. Los gemelos se habían adelantado casi un mes antes de su tiempo.

Walburga sintió miedo por primera vez en su vida, después de permitirse el desliz de llorar frente a su esposo y prometer aprender a  sentir por el bien de su familia. El sentimiento era tan desconocido y abrumador que la dejaba en pánico. Solo la certeza de estar en buenas manos la tranquilizaba lo suficiente para permitirse respirar de manera adecuada.

Horas de agonía y pánico la llevaron para por fin tener a sus hijos en sus brazos. Orion había sido avisado y se quedó conversando con él medimago sobre la nueva rutina que debía tener ella y aconsejarle sobre los cuidados con los gemelos. Al ser padres primerizos agradecía el gesto que tenía con ellos, por lo general recomendaban de forma puntual.

Cuándo Orion pudo ver a sus hijos, la sonrisa que se dibujo en su rostro era sincera y amorosa. Nunca es toda su vida su primo y también esposo había mostrado sus emociones como a todo heredero se le inculca desde su niñez. Pero lo comprendía.

Posando su mirada en las pequeñas y rosadas criaturas en sus brazos que dormitaban después de haber sido cambiados y alimentados. La forma en que sus deditos se cerraban en puños y se volvían a abrir, los bostezos de sus delgados labios y el fruncir de su entrecejo por sabrá Merlín que les molestaba con exactitud. Sacaba en ella un instinto de protección y amor filial. Esos pequeños eran suyos, solamente suyos.

Unos celos enfermizos y una rabia enloquecida se extendió en todo su ser al imaginar ser apartados de ella o si por algún motivo se le ocurría a alguien fastidiar a sus hijos. Ella era Lady de la más noble y ancestral casa de magos sangre pura y ningún ser vivo trataría de menos a sus hijos. Ella se encargaría de cuidarlos y protegerlos de cualquier daño, no podrán pasar sobre ellos.

Embelesados por las tiernas formas de sus hijos, ambos besaron sus esponjosas mejillas sellando sus distintas promesas. Sus magias en respuesta crearon un lazo por la férrea determinación de sus convicciones. Si se dieron cuenta o no era algo sin importancia, pronto descubrirán que fue la mejor decisión que podían tomar.

Un elfo les recordó de la presencia de la familia entera en espera de la presentación del primogénito heredero Black.

Con renuencia permitieron que todos los miembros de la familia se presenten ante sus hijos. Walburga por su cuenta se fijaría bien que es serian los mejores aliados para sus hijos en esa casa. Solo esperaba equivocarse y que los miembros idóneos para sus planes sean más de los que pensaba.

Uno a uno fueron saludando a los mellizos pero ninguno podía quedarse más tiempo de lo debido. La magia de los padres se ponía en frenesí en los primeros años de vida de sus hijos en modo de  protección de cualquier peligro. Las posibilidades de un embarazo de un noble bruja sangre pura eran muy bajos y delicados por eso sus magias se salían de control si se sentían amenazadas, era escasos la posibilidad de múltiples embarazos de estas mujeres pero eran igual de protectoras.

Los primeros en entrar fueron los padres de Orion, quienes se centraron unicamente en Sirius emocionados por saber que la linea principal tuviera un heredero propio. Lo cuál molesto a ambos pero se mantuvieron al margen y no faltar el respeto a sus mayores, Walburga en un acto inconsciente de puro amor abrazó a su hija en su brazos tratando de cubrirla. Luego fueron los padres de Walburga, ellos fueron aún más fríos de lo que había previsto, miraron a los niños en silencio, dieron una reverencia en muestra de respeto y dieron sus felicitaciones a ambos padres por engendrar un varón para la continuidad de la línea principal para irse sin mirar atrás. De alguna manera ambos se esperaban aquel comportamiento.

Después fueron su hermano Alphard, quien como se esperó cargó a ambos bebés en sus brazos y con una brillante sonrisa felicitó a su hermana y cuñado por tener a los mellizos. Pero su visita fue un tanto breve por su audacia de tratar de besar los mofletes de su pequeña hija, Orión ciertamente no se lo tomó muy bien y arrancó a la bebé de los brazos de su hermano antes de que lograra su travesura. El siguiente fue el menor de sus hermanos con su esposa, Cygnus y Druella, de la mano de sus pequeñas hijas, Bellatrix y Andrómeda. Cygnus con una pequeña sonrisa los felicitó, Druella le sonrió con comprensión secundando las felicitaciones de su esposo. La pequeña Bellatrix se acercó a ambos bebés con ojos serios agarró los puños y con el entrecejo fruncido miró a sus padre.

- ¿Mío? - 

Ella sabía, Walburga sabía y entendía que su sobrina era aún una niña pequeña. Pero de quién esperó esa pregunta era de la pequeña Andrómeda, no de Bellatrix. Pero ver la seriedad con la que preguntó y como parecía no querer soltar a sus hijos fue suficiente para que la magia de la recente madre se descontrolaran.

- No. - A pesar de su rostro serio y el tono de su voz grabe Bellatrix parecía no acobardarse - Son míos.

Andrómeda que hasta ahora permaneció en silencio agarrando a su madre de la mano pareciendo casi aburrida de lo que sucedía en la habitación y el posible daño que se haría su hermana mayor. Druella se disculpo temerosa del posible castigo a su hija por su impertinente pregunta.

- ¡Comportamiento Bellatrix! - con un suspiro de derrota se acercó a su hija mayor y la regresó al lado de su madre - Me disculpo hermana por el mal comportamiento de mi hija, aún es una niña pequeña, espero que comprendas su impertinencia. Desde que se enteró de que los Lestrange tuvieron un segundo hijo Bella exige tener un hermano menor. 

Su magia había reaccionado a las palabras de su sobrinas como una amenaza a su nuevo estado como madre pero al escuchar la explicación casi deseo maldecirse en ese instante. Sin embargo, aún permaneció alerta.

- No te preocupes Cygnus, Walburga entiende - Orion se hizo cargo de la situación al ver a su esposa aún en silencio - Bellatrix podrá venir a visitarlos tanto como lo desee. Es bueno ver su disposición a crear un fuerte lazo con sus primos. Será una gran mujer con fuertes convicciones cuando cresca, toda una Black.

- Muchas gracias Orion. - agradeció Druella - También lo creo.

- Nos despedimos, dejaremos a Walburga descansar.

Después de que salieran de la habitación Orion se la quedó mirando sin decir nada durante un rato. Ella abrazo a sus hijos y tarareó contenta cuando ambos le bostezaron acurrucándose en su pecho.

- Son tuyos Burga.

La voz serena con la que le reafirmó su posición como madre de sus hijos logró calmar sus nervios aún tensos.

- Nuestros Orion. - sonrió a sus hijos dormidos - Nuestros.

Amar a esos pequeños sería más sencillo de lo que pensaba en un inicio. Se sentía natural amarlos.

Everything is BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora