Capítulo 46

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- Come, por favor – niego con las piernas pegadas a mi pecho. Unas pequeñas manitos jalan de mi cabello haciéndome levantar mi cara.

- Hola, hermosa – murmuro, sus manitas van a mis mejillas donde las lágrimas corren sin vergüenza alguna.

- Hija, no molestas a tu tía – tomo a la pequeña personita frente a mí y la siento en mis piernas.

- Pá – Kay voltea en busca de su papá mientras señala mis mejillas – Guagua.

- Es que la tía Kay está triste – enrollo mis dedos en su cabello.

- ¿Tá Ka? – frunce el ceño haciéndola lucir extremadamente tierna.

- Así es, la tía Kay – la pequeña en mis piernas se acomoda mejor y me un abrazo.

- Ta Ka – sonríe mientras pone sus deditos a cada lado de mi boca.

- Quiere que sonrías – me aclara Fred, accedo a la petición, una pequeña y dolorosa sonrisa se forma en mis labios.

- Vamos, bebé, a comer – Bi llega y le tiende sus a lo que Kay alza sus manitos indicando que la tome en brazos – Tú también, a la mesa – mira a su novio – Y tú no te salvas, a comer – lo último más que una petición es una orden.

- No tengo hambre – murmuro volviéndome a acostar.

- No te estoy preguntando, no has comido nada.

- Desayuné un sándwich – me encojo de hombros.

- Que hace una hora vomitaste – me recuerda, pero no respondo, de echo me volteo dándole la espalda cerrando los ojos los cuales me pesan por tantas horas de llanto y tan pocas horas de sueño.

- Es la una, si a las tres no has comido te meteremos la comida a la fuerza – sonrío ante el cometario de Fred, porque 1) No serían capaz de hacer eso y 2) Porque me demuestra lo mucho que los dos se preocupan por mí.

Unas leves caricias en el cabello me hacen abrir los ojos, me volteo topándome con los ojos de Fred.

- No te quería despertar, pero Bi me obligó – me sonríe – ¿Cuánto dormiste?

- Como una hora – me levanto estirando mis brazos – La última vez que vi la hora casi iban a ser las dos.

- Creo que tus amigos están muy preocupados, tu celular se ilumina casi cada minuto.

- Creo que lo mejor será volver – me levanto.

- Ah no señorita, primero comes y después te vas – Bi me sirve un plato con pollo, puré y verduras, hago una mueca ante lo último – S i te comes todo te daré chocolate.

- Bien – mascullo y ellos me sonríen.

Salgo del auto frente a casa, mis ojos arden, cuando mi reflejo en el espejo un jadeo dejó mis labios, están rojos e hinchados, pesan hasta el punto de que manteros abiertos es un verdadero esfuerzo.

- Te prometo que cenaré algo, Bi – abro la puerta, doy un par de pasos hasta que siento un par de miradas sobre mi haciéndome detener.

- Bien, más te vale jovencita, también te duermes temprano y...

- Sí, mamá oso, adiós – después de una despedida cuelgo – Eh hola – digo con algo de duda.

Siento que la primera persona que se va a levantar será Elían, pero me sorprendo cuando unas pisadas rápidas se acercan a mí, cuerpo es rodeado con bastante fuerza sin llegarme a hacer daño, mis brazos no corresponden el abrazo por el shock que me genera ser consiente de quien realmente me está abrazando.

- Nunca vuelvas a decir que debiste nacer muerta, nunca – los ojos lloros de Matt se juntan con los míos haciéndome jadear – Te amo, Karys – mi corazón de acelera, él no me rechazó por mi aspecto, él me aceptó, él...él me ama.

Antes de que pueda responder algo unas pisadas nos hacen voltear hacia las escaleras, Gi alza su cabeza, sus ojos se llenan de lágrimas, se acerca a mí a pasos lentos como si temiera mi reacción.

- ¿Te...te puedo dar un abrazo? – asiento lentamente.

Sus brazos me rodean, un par de brazos más se unen, sus sollozos me hacen consiente de la realidad, estoy siendo abrazada por mis hermanos, no entiendo de donde salen las lágrimas, ¿Qué tanto puede llorar una persona? Después de uno segundo nos separamos, jodido espectáculo estamos dando, pero poco me importa la verdad.

- Te amo, Kay – Gi acaricia mi cabello.

- Yo se lo dije primero – se lo restriega Matt mientras seca sus lágrimas.

- Gracias por amarme – me sincero – Yo... tenía miedo de que ustedes no...no me...

- No, eso no va a pasar – me corta Matt.

Doy una rápida mirada detrás de nosotros, supongo que no saben nada por la mirada que nos dan, estoy por hablar, pero una voz se me adelanta.

- Nos vamos – sentencia una voz detrás de mí, una voz que nunca olvidaré – No lo voy a repetir – vuelve a hablar al no obtener respuesta.

- Su padre les está dando una orden – respiro profundamente y me giro enfrentándolos.

- No nos vamos a ir – la frialdad en la voz de Gi me impresiona y por el rostro de los señores Ricci me doy cuenta que no soy la única.

- No es una sugerencia – dan un paso hacia nosotros.

- No. Nos. Vamos. A. Ir – esta vez habla Matt.

- Quiero a mis dos hijos en este instante en el auto – brama la voz de Lorenzo.

- Si ellos no se quieren ir no lo harán – el, mis dos hijos, me afectó más de lo que creí.

- Son unos malditos malagradecidos – les gruñe Antonella – Prefieren a esa maldita bastarda antes que a sus padres – y ahí, ahí exploto.

- ¡Y ustedes son unos malditos hijos de puta! – la palma de mi mano impacta contra la mejilla de Lorenzo para proceder con la Antonella – ¡Largo de mi casa! – gruño empujándolos – ¡Largo! – unos brazos cálidos me rodean, oh Dios como extrañé sus brazos, me volteo chocando mi rostro con su pecho – Que se vaya, por favor, que se vayan – murmuro, sus brazos me dan estabilidad al sentir mis piernas frágiles.

- Por favor retírense – después de unos segundos escucho pasos alejándose y respiro con tranquilidad – ¿Qué pasa, kiri?

- Son ellos – murmuro solo para él – Son mis padres biológicos.

El color de ojos no importa [BORRADOR] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora