Prologo

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Estaba en mi respectivo camarote, en la parte superior, abrazando aquel tieso, duro y frio saco con pajilla que teníamos por almohada. Miraba al exterior por la única ventana en toda la habitación con más de veinte camas en su interior y una que otra mesita de noche para los "privilegiados", según decía Margaret Bridgetown, ama y señora del orfelinato Bridgetown.

Observaba como todos los niños del orfanato jugaban y corrían por el pequeño patio de la casa como si fuera un gran bosque encantado, a mí nunca me apetecía bajar o salir de mi "guarida", como se refería  la Sra. Bridgetown a la humilde cama que me ofreció desde que llegue aquí, tirada en la entrada al año de nacida, aproximadamente unos tres años.

La razón porque no bajaba; muy fácil, prácticamente no existo en esta casa. Desde que tuve la edad suficiente de valerme por mi misma la Sra. Bridgetown me ha obligado a hacer las tareas más pesadas de la casa y si alegaba me iba al rincón (una pequeña habitación atrás de los baños, que se encontraban a una esquina del patio trasero, donde apenas había heno para hacerte una cama) por la noche, a veces pensaba que era mejor,  -si no fueran por los perfumes de la habitación de al lado-porque así no me encontraría con los demás niños, de los que ni siquiera en estos años ni me sabia sus nombres; simplemente siempre fui ignorada.

No podía quejarme, debía aguantar hasta que tuviera una oportunidad de irme. Bueno, por lo menos recibía dos comidas al día, -ya que la Sra. Bridgetown o los mismos niños buscaban una excusa de la cual me hacían culpable y me quitaban siempre la cena- ropa, aunque fuera usada, una cama, aunque no fuera muy cómoda y mi motivo para seguir sobreviviendo en este infierno; las salidas. Cada fin de semana nos sacaban al parque de la comunidad o cuando la Sra. Bridgetown estaba de buen humor,  a un parque de singular categoría, ya que era de un barrio alto. Allí la Sra. Margaret y unos de sus niños de confianza engatusaban de vez en cuando a señoras demasiado ingenuas, o sea, mientras charlan las veteranas, los críos  "privilegiados" agarraban con habilidad y maestría sus billeteras, las vaciaban y las ponían en su lugar con mucho cuidado. Yo, mientras, aprovechaba la oportunidad de fugarme del grupo y recorrer la cuidad a mi antojo, aunque no me alejaba mucho; iba a la librería.

El dueño de la librería un día me dio pase libre de leer cuanto quisiera mientras estuviera en el local, de seguro se debió imaginar que era, prácticamente, una niña de la calle. Primero había empezado por aprender a leer, identificando los patrones similares, descifrando sus significados  y llamando unas veces al dueño para preguntarle que decía en alguna frase que no entendía. Diestramente en unos meses había barrido con toda la sección infantil. El viejo Bill, el dueño, sabiendo de mi situación, ya que de vez cuando conversábamos cuando la tienda estaba vacía, dijo que podría empezar por libros de educación, los que llevaban los niños al colegio y podría llevármelos al orfanato y a la semana siguiente devolvérselos, obviamente agradecí el gesto y muy celosamente guardaba los libros en el orfanato con tal que no los encontrara nadie.

Inconscientemente, saque mi mirada del patio y mire hacia donde escondía mis libros, de bajo de una tabla del escondrijo de la habitación, me hubiera dispuesto a leer si no fuera por los sonoros pasos que se empezaron a escuchar por todo el pasillo del segundo piso dirigiéndose hacia aquí.

Se abrió la puerta a sopetón y el golpe de la puerta en la pared sonó en toda la sala, yo no moví un musculo, acostumbrada a sus entradas y preferí seguir mirando hacia afuera, si me necesitara para algo me hubiera gritado desde el salón, pero cuando ella me buscaba era porque venía expresamente porque se le perdió algo o a maldecirme y moléstame, ya que de todos los niños yo nunca he demostrado alguna emoción en frente de ella, por lo que intenta sacarme de mis casillas para castigarme como lo hace ella cuando no tolera los numeritos, a golpes, en otras palabras, algo salió mal económicamente y viene a descargarse con el primer niño que este indefenso o solo, en este caso, yo.

Harry Potter y La Heredera de La Magia de Merlín (B1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora