Capitulo IX: Emigrando en medio de un alta medica.

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La miraba y miraba. La admiraba y admiraba. Pero no podía dejar de quitar los ojos de encima a las fotos de su madre que había recibido en noche buena. Su mejor regalo de Navidad, pensaba.

Habían pasado algunos días después de las fiestas y Dumbledore se estaba alojando en la casa Doge entre las pequeñas vacaciones por la fechas en Hogwarts. Las tardes eran agradables y la pequeña no podía estar más activa que nunca.

Al dejar las fotos en su cajón, la pequeña bajo a terminar el óleo de Bash. Ya que había pintado prácticamente a casi todos los integrantes de la casa, excepto a su crup. Tanto el óleo y los demás materiales muggles como su ropa, también muggle, eran regalos de Navidad. Para que la niña no pasara todo su tiempo nada más que leyendo libros. El regalo de cumpleaños de Doge y Dumbledore no lo había ocupado mucho, ya que le gustaba dibujar ELLA, NO el pincel. Ambos la comprendieron.

Hasta esa fecha, principios de enero, Lea había leído 2 cartas más de su madre, en ellas contaban su vida en Hogwarts, de cómo a sus once Dumbledore la trajo consigo al mundo mágico. No especifico de donde venía, pero por su manera de describir, la pequeña se identificó mucho por lo que dedujo que antes no pertenecía al mundo mágico y al igual que ella, vivió en el mundo muggle. Contaba de sus amigos, travesuras y de algunos novios, enfatizo que ninguno de esos nombres que mencionaba era su padre, y cosas por el estilo…

->Lea -Doge el saco de sus pensamientos- Te veo distraída, ¿En qué piensas?

->Nada relevante -contesto sonriente- Solo me preguntaba por qué se me hacía tan fácil realizar el encantamiento para que los cuadros…

"Y por ser el único que sé ocupar sin varita", agrego la pequeña en sus adentros.

->La respuesta está en tu amor por los cuadros, pequeña -respondió Dumbledore, quien se servía una taza de té junto a Doge- Cada vez que realizas una obra con tanto esmero, una parte de ti, el sentimiento en sí,  se queda en el cuadro, por lo que prácticamente, el encantamiento es casi automático.

La pequeña sonrió. Era verdad lo que decía.

Una vez realizado el hechizo, la estática figura de Bash en el óleo comenzó a moverse y le saludo. Ella devolvió el gesto y lo dejo colgado junto a los otros en el vestíbulo. Había hecho bastantes, incluso había hecho uno donde aparecían todos los miembros originales de la Orden del Fénix, incluyendo a su preciada madre.

En eso escucho un sonido parecido a un chispero de parte de la chimenea. "¿Habrá llegado alguien por los polvos Flu?", pensó Lea y no se equivocada. Allí estaba la señora Pomfrey, esperándola para su chequeo médico…

-> ¡Pero qué bien has sanado, Lea! -se alegró- Todas tus heridas han sanado al completo.

-> ¿Quedaran cicatrices visibles? -pregunto la infanta.

->Es lo más probable. No fueron simples rasguños, pequeños. Pero no pierdas la esperanza, todavía falta que crezcas. Vamos a ver como quedaran después del estirón de piel, hasta ahora no he visto nada que la magia o el maquillaje no pueda ocultar por si tienes problemas.

->Gracias -agradeció, también lo hizo porque al fin  le iban a quitar las molestas vendas de su cuerpo- ¿Mi tobillo seguirá así?

La enfermera suspiro pesadamente.

->No es una herida cualquiera. Aunque haya sanado, te seguirá doliendo como cuando te la hicieron. Es una lesión echa por un maleficio. Lamento decirte que siempre estará así -se entristeció por ella.

->No se preocupe, señora Pomfrey, según un dicho muggle "Lo que no te mata, te hace más fuerte" -le sonrió.

->Eso espero. Bueno, por lo que veo ya no necesitas de mis servicios… Estas sana, exceptuando tu contusión en el tobillo derecho -aquello borro la sonrisa de la pequeña.

Harry Potter y La Heredera de La Magia de Merlín (B1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora