Capitulo III: Recuerdos que dejan cicatrices.

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Después de la impactante conversación con el señor Elphias Doge. Subí a mi habitación un poco ida. Muchas piezas comenzaban a encajar en mi rompecabezas, sobre todo en mi instancia en aquel repugnante lugar… Sinceramente no pegue un ojo en toda la noche.

Era un miércoles por la madrugada y baje vestida con unos pantalones negros y ajustados de cuero, al igual que las botas café que conservaba del orfanato, una blusa blanca corta tapada por un gran suéter de lana que ocupaba para dormir. Toda la ropa, exceptuando las botas, me la había regalado la señora Pomfrey, ya que mis anteriores ropajes era inutilizables. Me estaba haciendo una trenza en mi largo cabello de color indefinido. A veces lo veía un tanto rubio, a veces era un castaño clarísimo o a veces lo veía con claras inclinaciones al color naranjo. Las opciones eran un rubio-castaño o un naranja-pardo, pero nunca se decidía. Mis somnolientos ojos color celeste claro intenso se dirigieron a la entrada a la cocina y como pensé no había ni un alma en la casa. De seguro el señor Doge tiene el sueño pesado.

Casi a tientas y con los ojos medio cerrados entre a la cocina tambaleándome hacia donde podrían guardar la comida. Sabía que era irrespetuoso hurgar así en la cocina, pero la noche anterior el señor Doge me había dado permiso libre para cada rincón de la casa. Así que eso no me hacía sentir tan culpable.

Abrí un poco más los ojos para fijar mi vista en una sartén que estaba dentro de, según parece, un caldero. -Ave maría purísima, debo aceptar que esto es normal, pero para una persona que vive más de la mitad de su vida en el mundo muggle y que te digan de la noche a la mañana que eres una bruja, no es muy grato que digamos-.

Solté un pequeño gruñido antes mis pensamientos y me dirigí al caldero gigante, sin mirar mucho agarre el mango de la sartén  y di un tirón para sacarlo. Lo curioso fue que no salió. Con un resoplido volví a tirar teniendo aun los ojos cerrados, con más fuerza y salió. Bostece, y de pronto sentí al sartén mucho más pesado de que se suponía, por lo que me limpie los ojos para mirar.

Abrí como platos mis ojos ante semejante criatura. Media más o menos mi porte, o menos, su piel blanca y huesuda denota su cuerpo trabajador, con rasguños y ropa sucia -era lo menos de esperarse después de sacarlo de aquel caldero-, sus orejas eran delgadas, largas y caídas, sus enormes cuencas estaban cerradas y su larga nariz abrazaba al sartén como sus dos manitas con uñas largas pero limpias.

-¿Qué RAYOS…?- mire a la criatura con una mezcla de repugnancia y terror. ¿La falta de sueño me estará afectando?, sacudí un poco la sartén para que se despertara y así fue, abrió sus grandes, verdes y brillantes ojos y al verme se asustó a muerte -poniendo una cara que me dio mucho miedo-.

->¡¡¡¡¡¡¡AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!!!!!!!!!!!!!!!!!! -estaba segurísima que ese grito de ambos, increíblemente la cosa también hablaba, había hecho temblar no solo la casa, sino el vecindario completo.

Después de eso escuche un fuerte portazo que abrió la puerta de la cocina con el señor Elphias Doge apuntando con su varita y otra criatura, similar a la que me encontré, salvo que tenía rasgos femeninos y ojos color naranjo.

Yo, saliendo de mi Shock me encontraba en medio de la cocina ocupando al sartén como arma, que la había utilizado para dejar a la criatura inconsciente en el piso después de propinarle un golpe. El golpazo fue simple reflejo de supervivencia que había adquirido en el orfanato donde la ley del más fuerte mandaba.

El señor Doge se carcajeó al ver tal escena y con alivio guardo su varita en su desordenado pijama.

->Laza, revisa a Dopey y llévalo a descansar -la pequeña cosa asintió y con un chasquido, desapareció ella y la cosa a la cual golpee.

Harry Potter y La Heredera de La Magia de Merlín (B1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora