Cascabel

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"En otro poema me olvidé de enseñar la alegría"

I. Gruss

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Su madre era blanda. Un cojín en el que siempre descansar, acurrucarse y caer dormido... pero también era cierto que, algo en su forma de pedir y decir, volvía a las personas de su entorno vulnerables y permisivas. Necesitaban complacerla a costa de sus propios deseos.

Marido, hijo, cuñados, suegros, primos, sobrinos, cada uno de estos personajes estaba a su disposición, transformados en vasallos voluntarios que accedían en respuesta a un amor entregado y demandante. El matriarcado en su forma más primitiva.

Y no, no estaba acostumbrada a que la desoyeran y actuaran en contra de su voluntad. Taehyung estimaba que era el principal problema con Jungkook: no la necesitaba. No le pedía permiso. No la buscaba por consuelo. Ni suplicaba por una comida especial que solo ella sabía hacer, ni le decía a continuación que nunca había probado nada igual. Le daba lo mismo si Kim Yeon Ja respiraba o no.

Eso dedujo las primeras 24 horas en Daegu, aunque nadie lo mencionara ni una sola vez.

Pronto llegó la noche y, con ella, una cena tibia, cálida, tanto como su corazón la anhelaba. La conversación era un completo desorden de a tres. Estaba ubicado a la derecha de su padre, donde se había sentado siempre. Y se sentía como si nunca se hubiese ido, en realidad. Entre palabras y risas su madre deslizaba con insistencia la mirada hacia la calle y su padre revisaba el teléfono cada diez minutos.

La ausencia era uno más en la mesa. Que sacaran a la familia del programa significaría, a corto plazo, un duro golpe económico. Se preguntaba si a alguno realmente le importaba el chico y si una preocupación genuina no haría que éste se comportara con más responsabilidad.

"Es una pena que So Hyun no haya venido. Mi niña tan linda... debería estar comprometida con un joven maravilloso y no con alguien que solo la hace esperar, Taetae"

El patbingsu sobre la mesa era una fiesta para sus ojos y su olfato. La mezcla del helado y las frutas, el kiwi, la fresa y los frijoles rojos, dulces... ¡oh! Se sentía tan bien, que podía ignorar la presión acerca de un pronto casamiento.

El señor Hiroki se refregaba entre sus piernas. Las ventanas abiertas dejaban entrar un leve sonido a tráfico y risas. El sábado en Daegu, en esa zona de la ciudad, era apacible, amable, como la familia Kim.

"¿A dónde irás esta noche?"

"Ahhh, no alcancé a hacer planes, y la verdad es que estoy muy cansado"

"¡Pero si no hiciste nada en todo el día, pequeño holgazán!"

"Acomodé el ático, debiste ver el tamaño de esas arañas... además, era la idea, mamá... vine a precisamente a eso... haré lo menos posible en todo el día"

"Debiste traer tus libros y aprovechar el tiempo. El que no se ocupa en algo, pronto se mete en problemas"

Dejó pasar también la acotación de su papá, demasiado ocupado en llenarse la boca. También dejó pasar el asunto de su pelo demasiado largo, de todas esas pulseritas que un hombre no usaría, del gasto excesivo en electricidad.

El verano siempre fue un asunto extraño. Lleno de grillos y mosquitos y sensaciones difíciles de mencionar. Eso cuando podías darte el lujo de sentir, de cerrar los ojos, y permanecer placenteramente despierto sobre un colchón.

A diferencia de la mayoría de sus días donde no podía apoyar la cabeza en la almohada sin desmayarse de cansancio, en ese momento se encontraba semidesnudo, relajado, con los brazos debajo de la nuca, tratando de adivinar cuánto tardaría en apagarse el último sonido. ¡Ahh! ¡Qué placer! ¡Qué placer! Dejaba que la noche le transcurriera, sudorosa, erizándole, tramo a tramo, cada centímetro de piel.

Who wants to live forever, anyway? [Completa❤]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora