Clac clac clac

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"Pensé que cuando se ha dejado pasar el momento justo, cuando alguien se ha negado demasiado tiempo a algo, o se lo han negado, ese algo por fuerza llega demasiado tarde, por más que uno lo acometa con todas sus fuerzas".

"El lector", Bernhard Schlink

....

Abre los ojos con dificultad. Observa el pequeño espacio, hundido en el fondo de un balde, al que apenas llegan unos hilos de luz.

En su espalda, encuentra la presión de unos brazos fuertes rodeándolo y en su estómago unas manos entrelazadas.

Sigue sintiéndose despegado de la gravedad, desintegrado. Cada pequeña porción que lo conforma como persona, permanece unida, gracias al hombre que lo abraza.

El calor comienza a fundirlos. Pronto serán una sola pieza.

Está bien así.

Le gustaría encender un cigarrillo, pero se niega a resquebrajar ese momento.

Lo cierto es que desconoce el día en el que se encuentra. ¿Debería estar preparándose para ir al trabajo? No recuerda haberle avisado a su madre que llegaría tarde. Eso va a ser un problema. Un gran problema. Pero... ¿¡Qué está pensando!? Ella ya no se encuentra en Seúl. Exilió a su pobre madre, la internó en Daegu, cuando lo miró con sus ojos vacíos y le preguntó a su cuidadora quién era él.

Trata de cambiar de recuerdo, de pasar con rapidez la hoja.

¿Rindió bien su examen de metodología? No ¡No!... se recibió, hace tiempo. Años. Entonces, ¿en dónde está? ¿En un hotel? ¿Con quién? Después de aquella discusión, él se fue. Lo hizo sin la valentía de decirle adiós. Al día siguiente ya no estaba. No quedaba ni una sola de sus pertenencias dentro de la pequeña habitación en donde se amaron desesperadamente. Su número le dio fuera de servicio. En el hospital hubo silencio a sus preguntas y esa desesperanza fue real. ¿Entonces, a quién pertenecen esos brazos?

A cada pieza de puzle que su mente organiza, peor se siente.

Debe reconocer que la presión del cuerpo masculino continúa allí. Quizás se encuentre en un hotel, quizás con Park JiSoo. O algún otro que encontró en el grupo de Telegram de dónde saca sus encuentros casuales. Prefiere sus encuentros casuales. No podrá afrontar otra pérdida desgarrándolo desde el corazón hasta los genitales, partiendo su rutina en dos mitades resecas.

Toma la mano con la intención de deshacerse de ella, pero el tacto es familiar, es cálido. Lo reconforta. Termina acariciando la superficie de la piel, tratando de adivinar la identidad de su dueño en los nudillos, en las venas marcadas.

¡Dios! ¡Necesita un cigarrillo! La última noticia que tuvo de JK fue un audio, a un año de su desaparición. La policía no pudo rastrear el número cuya característica era de Filipinas. El país extranjero carecía de medios para buscar a un hombre que no le importaba realmente.

Estuvo un par de veces en su capital solo para llorar encerrado en los hoteles y es que, de poco le sirvieron sus herramientas de periodista cuando el idioma se interponía para seguirle el rastro.

Luego cayó el silencio, la falta de novedades, el poco apoyo de la policía de investigación, comiendo sus esperanzas, había creído que todas, pero no. Cuando lo enterraron, sintió que le arrancaban las entrañas y, a cambio, las sustituían por una presencia fantasmal que lo acompañaría por siempre. Olores. Voces. Risas. Besos. Todo allí, girando como una noria, con un peso definitivo. Lapidario.

Se obliga a darse vuelta. La persona a su lado se incorpora para observarlo. Se asusta un poco al hallar esos ojos radiantes. Aunque se encuentra demasiado agotado como para exteriorizarlo lo suficiente. Sí, debería estar aterrorizado, tratando de correr, gritando, pegándole a esa persona, tratando de arrancarle la cara.

Who wants to live forever, anyway? [Completa❤]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora