Selene

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yo quiero pintar un poema
blando y húmedo
que me salga de la boca.

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Cynthia Langier

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Dentro de un horno no se hubiese sentido tan sofocado. Mientras se retorcía febril, las fotografías desfilaban como en una pasarela venida del infierno, sin que él pudiera cerrar los ojos o negar los efectos que perturbaban sus sentidos. Allí, un torso dorado cuyas costillas podía contar, tenía una lengua enredada en el pezón izquierdo. La columna se arqueaba reclamando más saliva y era un paisaje potente, absolutamente bacanal que, sin embargo, no podía describirse pornográfico. Y aún así, era consciente de que éstas irían elevando sus connotaciones eróticas a medida que fueran pasando, puesto que Jungkook, parecía prepararlo como a un amante.

Vio manos venosas y masculinas acariciando miembros erectos que irrumpían orgullosos en el centro del papel. Orejas penetradas, dedos intrusos, lenguas atrevidas recorriendo piel y más piel, casi transfiriendo el sabor a la suya, muslos atrapando blancos y voluptuosos traseros pidiendo ser amasados hasta inventarles nuevas formas. Vio espaldas, brillantes de aceite, adosarse a otras y el inicio de la penetración, apenas insinuado.

Toda imagen parecía ser envuelta en una cortina de tonalidades rojizas a punto de ser descorrida. Pero la tensión nunca alcanzaba la resolución y el espectador debía recrear en su cabeza lo siguiente. Y lo siguiente lo ponía incómodo en la entrepierna. Lo siguiente era el pecado mismo.

Fue así que, en cada una de ellas, descubrió algo de sí mismo: no le eran indiferentes. En absoluto. Movilizaban una criatura escondida. Una que había mantenido invernando durante años, famélico, apenas latente. Podía ver su desagradable rostro acercarse a la superficie, llamado por el calor de las hornallas que Jungkook prendía, una a una. Y él, Kim Taehyung, se derretía inevitablemente.

Fueron una veintena. Pasaron fugaces, pero se sentía capaz de retenerlas y replicarlas en su cabeza sin esfuerzo. Cuando el espectáculo acabó, la respiración de la persona a su lado se hizo demasiado palpable.

¿Qué vida había tenido el menor para que exhibiera con total desfachatez lo que él trataba de hacer morir de hambre? 

Se pasaba la lengua por los labios incapaz de encontrar alivio. Afuera, había un mundo borroso pero, con tanto peso, que el pecho se le hundía. Estaban demasiado cerca… 

“¿Te gustaron?”

En ese momento decidió que no iba a revelar que él sabía… sabía que Jeon no estaba mostrando su material explícito. Era poco probable que los depravados se encontraran satisfechos con unos retratos tan suaves que les impedía ver el coito en sí. Pero resultaba cómodo para los dos. Las mentiras eran cómodas. Suaves.

“¿Esto da buen dinero?”

“La gente está dispuesta a pagar lo que sea para que sus placeres no sean públicos. Conseguir algo como esto en internet puede ser peligroso. Deja rastros. Arruina vidas. Además es producción nacional. Escasa y difícil de conseguir”

Taehyung bufó tratando de descomprimir el ambiente.

“¿En serio a alguien le importa de dónde vienen? Ni siquiera se les ven las caras”

“Para un país nacionalista, lo es. Es importante. Además, tú no puedes ver las caras. Tendrías que pagar para eso. No respondiste”

Él asintió, apenado, y el calor volvió a tomarlo y consumirlo. Pensaba que eso lo dejaría satisfecho, pero Jungkook era del tipo que disfrutaba, exigía y empujaba sin concesiones, saboreando de antemano el éxito. 

Who wants to live forever, anyway? [Completa❤]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora