Capítulo 1: Graduación

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Nunca pensé que iba a llegar este momento. Si lo pensé, pero nunca me imaginé que se avecinaría tan pronto. De hecho, parece que hace solo dos días cuando veía dibujos animados. De eso hace siete u ocho años, cuando era tan pequeña e ignorante. Ahora lo sé todo sobre la realidad, fría y cruel, que a cualquier persona del mundo, esté donde esté, le hará sufrir. Una de esas personas soy yo. Al parecer, mi familia tiene una característica en particular, que se transmite de generación en generación, lo cual, a mí me tocaría una gran parte de esta, por el hecho de que mis padres son los gobernadores del grupo de 'Sangres Azules'. Me explico: cuando digo Sangres Azules, me refiero a que son personas con la sangre azul. Parece raro, pero lo es. Nadie sabe que los Sangres Azules existen, y debemos mantener tal secreto. Hay algo que no nos beneficia por el hecho de que cuando nos enfadamos, solo los que no están completamente desarrollados, la piel se cambia de color a un blanco mucho más claro que el de la nieve. Además de eso, empezamos a utilizar nuestros poderes descontroladamente. No podemos parar. Por suerte, yo tengo algo que me caracteriza, y es que yo, a parte de autocontrol, cada vez que lucho, cada vez que me atacan, me hago más fuerte.

Hoy es el día de la graduación de primaria. Hoy se supone que es cuando yo me termino de formar. Es el día en el que mi sangre se vuelve completamente azul y mi piel morena se hace blanca. Hoy, a las doce del mediodía, me transformaré, lo cual en el colegio habrá empezado el recreo, donde se celebrará la graduación.

- Debes de ir maquillada de blanco, no quiero correr ningún riesgo - me dice mi madre, despertándome de un sueño. El único momento en el que actualmente soy feliz. - Venga despierta, que no tenemos tiempo y te tengo que pintar el cuerpo entero.

- Ya voy mamá. Pero, ¿no se me va a notar? - le digo mientras me pongo las zapatillas.

- Posiblemente sí. Pero para que nadie sospeche, debes de evitar correr, sudar, rascarte y caerte.

Mi madre empezó a pintarme. El colegio empezaba a las 9. Eran las 8:30 y aún no me había peinado el pelo.

- Mamá, en la clase tengo que estar sentada, y con el calor que hace hoy, más los nervios, posiblemente sude y se me quite la pintura blanca

- Ahora que lo pienso es verdad, pero dentro de poco vas a entrar en el instituto, y tienes que ser responsable. Cuando la profesora te diga que te levantes, levántate, y procura mirar a tu silla con disimulo. Si la ves blanca, tendrás un problema - me dice, mientras para delante del colegio.

- Mamá, eso no tranquiliza. ¿Y qué pasa si me preguntan por qué estoy tan blanca?

- Dile que te has echado una crema solar y que se te ha puesto así la piel.

Cuando pasé a clase todo el mundo me miraba raro, pero nadie me preguntó. La profesora reparó en que estaba bastante blanca, pero solo se limitó a dar clase.

La alarma anunció el comienzo del recreo. El comienzo de la graduación. El comienzo final. La profesora bajó a por la lista de los graduados. Mis notas eran bastante buenas, así que no me tuve que preocupar por nada. Todos nos dirigimos hacia el patio, y allí estaba la profesora anunciando nuestra llegada.

- En este curso escolar, los alumnos han podido comprobar que ha sido una experiencia inolvidable para ellos, por el hecho de que es el último año de su educación primaria. Yo, como su tutora, he podido ver que las notas de algunos alumnos han bajado, otras han subido y otras, han caído en picado. No obstante, no va nadie a repetir. Así que eso es todo. Voy a ir nombrando a los alumnos y cada uno se colocará detrás de mí.

Me puse aún más nerviosa.

- Autocontrol Allyson, Autocontrol - me decía a mí misma. Ya me tranquilicé, y cuando la profesora dijo mi nombre, me puse en pie, y me coloqué detrás de ella, tal y como había dicho. Además, nos dio una gran sorpresa. ¡Esa profesora era de lo más agradable!

- Hoy, hasta las dos de la tarde, ¡habrá recreo para todos! - dijo la profesora.

Es evidente que con el recreo para todos hasta las dos de la tarde, significaba correr, caerse, empujarse ... y muchas actividades inmaduras más.

Pude observar a mi madre llamándome para que fuese al baño, simplemente para quitarme la pintura para que no me molestase, pero cuando me quitó un poquito de pintura, mi piel seguía morena.

- ¿Qué ha pasado? - le pregunté a mi madre - ¿Por qué mi piel es morena aún?

- Tal vez no te hayas formado. No lo entiendo - dijo mi madre, preocupada.

En realidad no sabía si estaba preocupada o no; a lo mejor sería el vínculo madre e hija, o también el vínculo de los Sangres Azules. La alarma de fin de curso sonó, ya no formábamos parte de primaria. Mi madre me llevó a casa y mi padre me regaló una daga que todos los Sangres Azules maduros tenían. Pero esta era la oficial que nos representaba, la que siempre utilizábamos, la que siempre llevábamos a todos lados, para curarnos los unos a los otros. Solo los MADUROS. Yo aún no podía. Mi madre le explicó a mi padre todo lo que me había pasado, que todavía me tenía que formar. De repente se pusieron a hablar en un idioma raro. Al parecer, era el código de todos los Sangres Azules. Solo los MADUROS lo entendían.

La tarde llegó pronto. Danielle celebró una fiesta en su casa de fin de curso, y además, para celebrar su cumpleaños, aprovechó esa misma tarde. Cuando llegué me fijé en que en la fiesta estaba prácticamente la mayoría de la clase.

- ¡Felicidades Danielle! - le dije

- Gracias. - me respondió.- Por cierto, he notado que Jack te está mirando, creo que le gustas ...

Sus palabras hicieron presente el rubor en mis mejillas. La verdad es que le quería. Pero eso no era suficiente. Si dejaba solo al color rojo en mi rostro sin pronunciar palabra, sospecharían. No quería eso.

- ¡Pero qué dices! ¡Nos está mirando a las dos! - dije, intentando disimular.

- ¡No te hagas la tonta! ¡Te está mirando y no lo niegues! - gritó Danielle

-.Genial, Danielle, perfecto - pensé. Jane, para calmar la tensión que se acumulaba por momentos, decidió echar globos de agua por todos los lados. ¿No había rincón en la casa de Victoria que no estuviese empapado esa tarde? Parecía ser que no.

Todos se iban, y cada vez más, y más, y de invitados al cumpleaños de Danielle, solo quedábamos Jack y yo. Eran las ocho de la tarde. Cuando decidí irme, una voz me llamaba:

- ¡Allyson, espera! - gritó Jack - ¿Te importa si te acompaño a tu casa?

- No, claro - dije con vergüenza

Íbamos caminando. No decíamos nada, hasta que él rompió el silencio:

- Allyson, quiero decirte una cosa

- ¿El qué?

- Pues verás, yo ...

Sangre AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora