Cuando Le volví A Encontrar

2.9K 235 19
                                    

El tan esperado día había llegado. Esta noche, todos se irían de parranda. El plan no era muy complicado. Constaría de tres paradas. La primera: en un restaurante, en donde se celebraría con Emily y su futuro esposo. La segunda: una discoteca (que para ese entonces, ya tendrían que haberse deshecho de Hugo), para que después se pudiesen escapar a la tercera: que era un lugar que Odie, había encontrado (hace como un mes).

A más de uno le pareció sumamente extraño, que la mujer no diera más explicación, del sitio.

Las chicas, avispadas ellas, invitaron a la gerente de piso, a la cena, a la fiesta, como también a ese lugar de Odie. La gerente llamada Amanda, emocionada, que se le tomase en cuenta en algo que fuese trabajo acepto, gustosamente. La mujer no cabía en si de felicidad. Cambió un par de turno y coloco a un par de chicos para que cubriesen a sus compañeros esa tarde, y, a los que organizaban todo, les dio el día libre (entre estos Ricardo).

Ricardo que esa mañana despertó un poco más tarde que cualquier otro día, se permitió quedarse un rato más, sobre su lecho. La noche anterior había soñado con su rostro, con sus poderosas manos, con su magistral cuerpo. Y aunque había recordado los pocos días, vividos, juntos, su piel, sus terminaciones nerviosas, le remarcaron los puntos en dónde, una vez Xavier le había tocado, dónde le había colocado aquellas pesadas manos; ya fuese con amor o con rencor. El chico recordó, también, aquel día; en el que se dio cuenta que estaba enamorado del chico de piel blanca, tan blanca como la leche. «¿Por qué?», se preguntaba esa mañana.

Ricardo, que aun estaba tumbado sobre su cama, se incorporo, para ver si así olvidaba, o por lo menos omitía, todo eso. Ya qué a los meses de estar viviendo con la familia del Señor Ricardo, él decidió que le olvidaría, que haría como si jamás hubiese existido. Y lo había logrado; hasta hoy.

Se acercó a un calendario y vio la fecha. Pasaban un par de días de aquel día. Como gélida lluvia de invierno, los recuerdos llegaron a su mente. Se estremeció. Colocó ambas manos en su rostro y comenzó a llorar. Cómo insinuaba olvidar siquiera ese día. Cómo pretendía olvidar que le amo, con todo el corazón. Cómo podía ser tan despreciable, como para sacarle para siempre de su vida.

Mientras Ricardo lloraba amargamente, en su habitación, de la pensión. Regina, con su única hija, le escucharon hacerlo. La mujer se agachó un poco y le susurró en el oído, a su pequeña; que siguiera y que bajara al comedor, que dentro de un momento ella la alcanzaría. Como lo había dicho su madre, Alice, acató la orden.

Con recelo, se acercó a la puerta y llamó. Ricardo no contestó, pues se sentía muy mal y no quería involucrar a ningún otro, en esto. Insistente, Regina volvió a llamar. La chica sabía que le ocurría algo realmente malo. Lo presentía. Podía sentir cómo el pecho se le encogía y el corazón se le hacía un nudo. Por tercera ocasión, llamó a su puerta. Ya se disponía en seguir, cuando el mulato le abrió.

—¿Qué es lo que ocurre? —inquirió un poco descontento.

—Nada… Solamente quería saber si te encontrabas bien —respondió Regina.

—Claro, ¿por qué no debería de estarlo? —mintió descaradamente. Regina le frunció el ceño, pues en su voz reflejaba todo lo contrario.

—Por favor, no intentes mentirme —recalcó la mujer.

—Está bien. —dijo abatido—. A ti no puedo mentirte.

—¿Quieres que charlemos un rato?

Ricardo como acostumbraba, colocó su brazo izquierdo tras su cuello y con la mano comenzó a jalonearse el cabello. Cosa que ahora le era difícil, pues sus largos cabellos negros, eran cosa del pasado. A veces, a falta de cabello, solamente se frotaba delicadamente la nuca, (eso mismo hacía ahora).

El sabor de tu piel (gay) -Completa, en corrección-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora