Celos

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Con el cabello húmedo y pegado en la frente, Xavier irrumpió en la habitación donde se encontraba Ricardo.

—¡Pero ¿qué haces?! —vociferó un poco apenado el chico de piel canela.

—Necesito vestirme.

—¿Es esta tu habitación?

Asintiendo con la cabeza el musculoso comenzó a rebuscar en algunos cajones y sin pudor alguno se despojó de la toalla.

—¿Qué estás haciendo? —vociferó Ricardo al girarse y encontrar el desnudo trasero de Xavier.

—¿Por qué? —se giró de lleno. Su desnudez era la gloria traída a los mortales.

—Sólo tapate quieres —con los ojos cerrados y las manos en alto Ricardo mostró su descontento.

Colocándose unos pantaloncillos celestes, el musculoso se acercó a Ricardo y sin media palabras le aferró entre sus brazos, fuertemente.

—Pensé que te gustaba verme así —susurró en su oreja.

Entrelazando sus manos con las de Xavier y subiéndolas a la altura de su pecho le confesó:

—Me apena mucho verte desnudo —besó sus manos—, es cierto que me gusta y desearía que pasaras así todo el tiempo posible, pero aún tengo un poco de vergüenza contigo.

—¿Vergüenza de qué? —besó su cuello.

—Porque tú eres más de lo que siempre soñé; porque entre tú y yo hay muchas diferencias, siempre nuestros mundos lo fueron.

—Tú también me haces sentir vergüenza, pero te conozco tan íntimamente que esos momentos no parecer ser tan importantes.

Aferrando el pequeño cuerpo de Ricardo, Xavier sintió la gloria.

—¿Me amas?

La pregunta fue directa. Como balde de agua fría, recorrió está su espina dorsal. Girándose en sí Ricardo buscó su mirada. Sus propios ojos se aguaron, colocando sus manos en los hombros de Xavier contuvo las lágrimas que necias deseaban salir.

—¿Lo dudas?

Un tierno beso por parte del otro significo más de lo que se esperaba. Ricardo apoyó su cabeza en el pecho del musculoso.

—Estoy completamente seguro de lo que sientes, y lo que yo siento. —La voz ronca de Xavier se escuchaba incluso más tierna en su pecho. —Piensa que estas pequeñas cosas son las que debemos trabajar para seguir bien, ¿de acuerdo?

Sin separarse de su cuerpo Ricardo asintió. Las lágrimas efectivamente habían caído, sin embargo, estás tenían distinto sentido.

—Oye, no te pongas así —levantando su mentón le dio otro beso—. Apresúrate que nos esperan abajo. Iremos a conocer un poco la ciudad y debemos estar en casa antes de la media noche.

En casa la frase que deseaba escuchar.

Vestidos, risueños y complementados Ambos llegaron a donde se encontraba el matrimonio amigo.

—¿Están listos?

Con un sí mayoritario las parejas salieron de la casa y subieron al automóvil de Xavier.

Entre las adoquinadas calles, las grandes casas coloniales y el clima costeño; los tres hombres y la bella dama se fueron conociendo un poco más. Las risas y los buenos momentos no se hicieron esperar. Tras emprender la rápida marcha como chiquillos que habían esperado el verano para salir del colegio los cuatro corrieron en una de las calles que les llevaría al mar y les fue divertido. Clara se sostenía el cabello que llevaba suelto y era cruelmente violentado por el constante flujo del viento. Patricio que se hallaba detrás la abrazaba con sus fuertes brazos. Mientras que Ricardo y Xavier, muy próximos, divisaban el interminable manto acuático. Y con cierto recelo unieron sus manos. Algo en su fuero interno les hizo sentir de aquel momento la magia de su relación. Y sonrieron muchísimo más. Luego volvieron al pueblo, anduvieron por varias calles hasta irse divisando, frente a sus ojos, el parque. Aun no almorzaban, parecía que eso poco les importaba. Lo ameno de la estadía y las delicias que compraron en algunos puestos les habían quitado el apetito. Aunque el calor del pueblo costero era bastante abrazador luego de adentrarse en las abundantes sombras que los árboles y una enorme ceiba les brindaban le acogió una sensación de frescura.

El sabor de tu piel (gay) -Completa, en corrección-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora