Capítulo 7

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Estaban completamente en silencio. Rin no sabía si podía fiarse de ellos o no, aunque como estaba claro que eran vampiros, supuso que serían del Clan de la Luna. Esos que habían llegado en busca del Nodalak. Que habían venido a rescatarle.

Trató de mantenerse erguido, aunque sus piernas temblaban como flanes y estaba seguro de que en cualquier momento caería al suelo sin poder sostenerse por más tiempo. Ellos seguían mirándole impresionados y el ambiente se estaba tornando cada vez más incómodo. Rin dio un pequeño paso hacia atrás, aun sin fiarse nada de los presentes y estuvo a punto de tropezar.

—Ey, tranquilo —lo calmó el joven—. Vamos a sacarte de aquí.

Él tenía el pelo de una tonalidad castaña clara y una tez pálida, como casi todos los vampiros. Mostraba una expresión preocupada y le tendió una mano para ayudarle a caminar, aunque Rin no la aceptó. La chica a su lado seguía mirándole con curiosidad con unos enormes ojos oscuros, rodeados de una larguísima y negra melena lisa.

La voz del muchacho sonaba muy suave, como si estuviese tratando de tranquilizarle de alguna forma. Sin embargo, volvió a echarse hacia atrás cuando él avanzó un paso, sin confiar ni un pelo en él.

—Aléjate —pudo murmurar. Su voz salió mucho más debilitada de lo que le hubiese gustado. No le hacía gracia que el contrario supiese en qué condiciones se encontraba. Solo quería alejarse de allí lo antes posible.

El chico pareció confundido.

—No tienes por qué desconfiar. Estamos... —se aclaró la garganta y giró la cabeza para mirar a su compañero—. Estamos aquí para rescatarte.

Tosió y escupió sangre al suelo. Ninguno de los dos quiso acercarse, pues estaba claro que Rin no los quería cerca. Cuando consiguió reponerse un poco, la chica le miró con una sonrisa.

—¿De verdad eres un Nodalak? —preguntó con curiosidad.

—Ahora no, Syla. Lo primero es sacarle de aquí —el joven dio un pequeño paso hacia adelante y Rin no tuvo fuerzas para echarse hacia atrás—. ¿Cómo te llamas?

Volvió a tener un ataque de tos, pero esa vez no escupió ninguna gota de sangre al suelo. Se pasó el antebrazo por la boca, limpiándose los restos de sangre y saliva y luchó por coger aire y no desplomarse en el suelo.

—Yo soy Hunter —se presentó él, y después señaló a la chica—. Ella es Syla. ¿Cómo te llamas?

—Rin —masculló finalmente, tosiendo en el proceso. Hunter pareció levemente satisfecho.

—Es un placer, Rin —sonaba con mucha sinceridad—. Escucha, sé que esto es precipitado, pero tienes que tratar de caminar. Vamos a sacarte de aquí.

Él asintió. Ya ni siquiera le importaba confiar o no en ellos. Solo quería cerrar los ojos y no despertarse jamás.

De repente, vislumbró una sombra por detrás de los dos chicos. Ahogó un grito en su garganta, sin darle tiempo de advertirles del guardia que blandía una espada con fuerza justo detrás de ellos. La chica se giró en posición de defensa, pero Rin sabía que ya era demasiado tarde.

Y entonces, la punta de una espada sobresalió por el pecho del guardia.

Rin parpadeó, tratando de procesar lo que estaba pasando. Alguien había aparecido por detrás del guardia y había atravesado al hombre con una increíble espada, tan afilada que brillaba con la tenue luz de las antorchas. Los dos jóvenes se quedaron de piedra mientras veían al guardia caer al suelo y desangrarse, aunque probablemente ya hubiera muerto tras ese ataque. Después levantaron la mirada hacia el recién llegado.

NODALAKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora