two too young ghosts [Larry]

XIX

Harry ha visto muchos lujos exuberantes desde que comenzó su carrera dedicada a la alta costura, y estaba acostumbrado a ver elegancia mezclándose con elementos de las clases sociales privilegiadas en un contexto calmado y quieto. Pensó, erradamente, que el mundo de las grandes ligas de la música sería así. Error.

El último concierto de Ed Sheeran parecía una fiesta. Salvo por los millones de guardias uniformados, el resto del staff y organizadores hablaban a los gritos, riendo y bebiendo cerveza sin alcohol. Harry cree que nunca había estado en lugar donde la gente fuera tan feliz como lo estaban siendo las personas allí. Jefes, con trajes y habanos en sus manos, compartiendo un chiste ordinario con el personal de limpieza, fundidos en jeans con lavandina en los puños y remeras un poco descosidas. Mujeres bailando viejas canciones de todo el repertorio que grabó Ed, completamente descoordinadas y con poco sentido de la danza, hacían que las melodías tristes tuvieran sentido para mover los pies.

Se encontraba tan fascinado pasando por detrás de bambalinas, pisando cables que atravesaban todo el piso, ayudando a sus hijos a esquivar personas ajetreadas y sofocándose por el flash de las cámaras de los fotógrafos que buscaban capturar la ultima presentación del pelirrojo luego de más de una década en la música. Atravesó quién sabe cuántos metros de pasillos fundidos entre telones y elementos para el show, y escaleras repletas de gente que subía y bajaba extasiada por la alegría, así como varios guardias lo han revisado tocándole zonas donde ni siquiera sabía que podía ocultar algo peligroso. Afortunadamente, a los niños casi que ni los rozaron, y ambos parecían bastante cohibidos aun al tener tantas personas alrededor como para portarse mal.

Al final del recorrido -que Harry había hecho a ciegas a base de una pobre explicación que Louis le dio por mensaje-, el guardia más grande e intimidante que vio en su vida lo miraba tan fijo que pensó que lo enteraría vivo con solo chasquear los dedos.

Levanto su credencial (Si, Louis la había enviado por correo a la casa de su madre donde se estaba quedando) en un intento de demostrarle al gran hombre que el podía pertenecer al selecto grupo de personas que estaban en los palcos vip, pero el guardia ni siquiera bajo la vista a verlo.

-No. A mí nadie me dijo que usted vendría y no es parte del personal, así que no pasa. Fuera.

Abrió la boca, decidido a contestar con la voz más estable que pudiese el nombre de Louis, cuando el tipo gigante se dio vuelta al sentir una mano en su hombro.

Detrás de los dos metros de espalda fornida y los ciento cincuenta kilos de musculo del hombre, estaba Louis.

Y Harry comprende cómo es que le es imposible dejar de sentirse atraído por ese hombre. Lucia tan varonil y apuesto que debería ser ilegal, tiene que ser ilegal. Apuesta a que todos los presentes han sufrido la fala de aire al verlo pasar, y se han llenado de envidia al no poder llegarle ni a los talones a lo que es realmente la belleza de Louis. Probablemente sea producto del traje azul marino que se prendía a la perfección a su cintura, dejando que los botones remarquen sus delicadas curvas y haga sus caderas un poco más voluminosas. También, podría ser por lo profesional que luce con el auricular en su oído, el walkie talkie prendido en el cinturón de su pantalón o las mil credenciales e identificaciones que cuelgan de su cuello.

Harry era un hombre, y un hombre débil. Podía sentir sus pernas flaquear viendo como Louis se pasaba una mano por el cabello en un intento de dejarlo en su lugar, y la forma empoderada y firme en la que le hablo al guardia.

-Vienen de mi parte, Malcom. Que pasen.

Con la misma cara de pocos amigos que lo recibió, el gigante se aparto a un lado y desengancho la soga roja de uno de los palos que delimitaba el área vip del detrás de bambalinas. Les hizo una seña para que ingresaran, cosa que los tres Styles hicieron con la mirada gacha de la timidez que los llenaba al haber sido cuestionados por Malcom. Una vez dentro del lugar, Harry visualizó el ventanal más grande que había visto nunca, que permitía ver el escenario y las tribunas a la perfección desde dentro del inmenso salón.