Capitulo 4

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Los personajes de Naruto, no me pertenecen, yo solo los uso para escribir esta historia sin fines de lucro.

Taro se dirigió hacia la puerta, apenas escuchó que tocaban. Llevaba con él, los resultados del examen y no dejaba de sonreír.

—¡Hina!—la llamó feliz,  y la estiró del brazo,para que entrará—Fui uno de los dos, con mejor promedio—alegre, se abrazó a la joven tutora, quien no tardó en corresponder el significativo acto de cariño.

—Lo sabía, sabía que podrías con todo, porque tu eres muy inteligente—la ojiperla, no mentía, ya que en el tiempo que llevaba instruyendo al pequeño, pudo ver cuán listo era. Lo único que le afectaba, era su propia personalidad. El niño, se mostraba reprimido y con gran necesidad de poder expresarse.

—Ya se los conte a todos y mis abuelos, están felices Hina—los dos se dirigieron hasta la habitación del niño. La morena estuvo feliz, realmente feliz, de saber que pudo ayudar a ese niño. Eso era lo que más satisfacción le causaba, de prestar su ayuda en el centro comunitario, ver los rostros felices de los estudiantes a quienes ayudaba, para sus futuros exámenes y trabajos en clase—¿Me preguntaba si tu...?—el pequeño Uchiha tenía vergüenza, pero en verdad quería sentirse apreciado—¿Prepararías una cena especial para mí?—la ojiperla quería atacar a besos esas lindas mejillas sonrojadas y por supuesto, que no se negaría a la petición de Taro.

—La prepararé con mucho gusto, tú solo debes decirme que se te antoja... incluyendo los tomates—le dijo sonriendo. Los dos se dirigieron hacia la cocina, donde Taro, continuaría con sus tareas, mientras Hinata, le cocinaba.

Mas tarde, la cena estaba casi terminada. Taro había pedido dangos, lo cual sorprendió a la ojiperla, dado que no lo había visto comerlos, pero de todos modos, los preparó. El chico le pidió arroz frío con pescado y ensalada de tomate.

—Ya terminé con los ejercicios—le anunció  y ella apagó la estufa para ir a revisarlos. De inmediato le sonrió, comprobando lo que ya suponía. El chico había hecho todo correctamente.

—No te equivocaste en ninguno, de continuar así, creo que en poco tiempo, ya no será necesario que te ayude, tu eres muy listo—la alegría que mostró Taro, se esfumó como por arte de magia. Lo último que deseaba, era dejar de ver a su única amiga, a la única persona que lo entendía y con quien podía hablar sin sentirse reprimido.

—¿Ya no quieres venir a estar conmigo?—Hinata dejo de mirar los papeles y dirigió sus orbes hacia él, cuando percibió el tono de tristeza en su voz.

—No digas eso... claro que quiero seguir estando contigo—se apresuró aclararlo—Lo que dije fue solo para animarte y no porque ya no quiera venir.

—¿Me estás diciendo la verdad?—pregunto con cautela.

—¡Escucha! Para que veas que digo la verdad, hagamos un trato—Taro se quedó pensando pero asintió—Cuando ya no sea necesario que te ayude, le pediremos a Shisui, que te llevé a mi casa, las veces que tu quieras...¿que te parece?—le propuso sonriendo y el pequeño respondió dándole un abrazo y entrelazando su meñique, con el de la ojiperla, simbolizando una promesa.

Todavía estaban con los meñiques entrelazados, cuando la puerta se escuchó abrirse, seguido de diferentes voces. La Hyuga pensó que se trataba de Sarada y sus amigos, ya que, no la habían visto durante el tiempo que llevaba cocinando, sin embargo, no se escuchaban como los amigos de la chica.

—Aquí huele delicioso—las miradas de Hinata y del chico, se dirigieron hacia la persona que entró en la cocina.

—¡Tío Itachi!—Taro corrió hacia el apuesto azabache que entró en la cocina—Sabía que vendrían a verme y le pedí a Hina, que preparara dangos—el joven encaró a la ojiperla, haciendo que se sonrojara por la encantadora sonrisa que le dedicó.

No quiero ser ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora